La mañana del veinticinco amaneció más fría de lo normal, aún estaba oscuro dentro del galpón pero las primeras luces de la mañana ya comenzaban a asomarse por los ventanales, podía escuchar el oleaje rompiendo en la orilla y una que otra gaviota mañanera, eran las siete de la mañana cuando ya estaba sentado dentro de la jaula, no escuchaba mucho movimiento, solo a los soldados haciendo sus ejercicios matutinos, trotando fuera del galpón.
La puerta del cubículo frente a la jaula se abrió y apareció Brenda con un pijama blanco con estampado de conejos de color rosa caminando hacia mí con una bandeja en la mano. En él había dos pares de arepas rellenas con queso rallado, jamón y mantequilla sobre un plato y dos vasos de zumo de naranja para acompañarlo. Brenda tenía una cara de destrucción total.
Antes de sentarse en la mesa, Brenda bostezo repentinamente y la bandeja casi se resbaló de sus manos, me estire lo más rápido que pude para sujetar los platos que casi caían al suelo y los vasos giraron sobre sí mismos, No me había percatado de la velocidad a la que había hecho el movimiento sino hasta que coloqué la bandeja sobre la mesa, fui ágil, rápido y sobre todo, con una fuerza que no reconocí. Cuando puse los platos sobre la mesa los vasos dejaron de bailar y suspire de alivio, estaba sorprendido conmigo mismo. Brenda no se había percatado de que había soltado la bandeja sino hasta que termino de bostezar. Soltó una exclamación ahogada cuando se fijó que la comida estaba sobre la mesa
La mitad de la comida me la pasé hablando con Brenda sobre lo que había descubierto. Era mejor mantenerla activa para que no volviera a dormirse, pero de todas formas la mandaría a dormir después de comer. Brenda descubrió los diferentes tipos de Reaver que existen “o existían” me dijo poniendo una mueca de duda, dijo que la gran mayoría obtenía poderes físicos, como súper fuerza o velocidad, había quienes podían ver en la oscuridad y también los que eran capaces de atravesar paredes, todo dependiendo de qué emoción fuera la que cegara.
Cuando iba por mi segunda arepa rellena, sentí la presencia de Ivanna, había algo extraño en ella, Brenda se percató de mi postura.
Miré en dirección al habitáculo y la puerta del cubículo se abrió. Jorge salió de él, llevaba jeans azules y una sudadera negra, bajo una chaqueta del mismo color. Su rostro estaba demasiado serio y caminaba a largas zancadas. Cuando llegó a la jaula apoyó las manos sobre la mesa mirándome.