Devorador de Emociones

El Despertar, Primera Parte

     Fue un sueño extraño, nuevamente en aquella playa solitaria, con aquel inmenso mar azul que se unía con el cielo en el horizonte, el sonido de las olas al romper en la orilla inundaba el lugar y yo estaba ahí. A mi espalda se extendía una gran hilera de palmeras, era tan denso el follaje que tras la primera hilera las sombras absorbían el lugar, ocultando cualquier cosa que estuviera tras de ella. Aun así estaba tranquila, con los pies descalzos hundidos en la arena, abrazando mis piernas y respirando profundamente el olor a salitre del mar. Entonces llego este hombre, algo regordete, de baja estatura y vestido con un pantalón de una tela muy fina y una camisa abotonada hasta el pecho, todo de un inmaculado blanco. Sus pies descalzos hacían ruido al pisar la arena, en su cabello ya se veían los años, sus ojos viejos y cansados, una peculiar sonrisa y me miraba como si me conociera de toda la vida.

  • Hasta que por fin nos vemos en persona – Me dijo sentándose a mi lado, cruzó las piernas, dejando reposar las manos en sus rodillas.

     Su voz era rasposa y con un acento español muy marcado, entrecerré los ojos mirándolo extrañada. Se me hacía muy familiar su rostro… pero no recuerdo haberlo visto antes. Cuando abrí la boca para preguntarle quien era el solo alzó una mano.

  • Pronto nos veremos en persona niña – Dijo Muy serio – solo vine a decirte una pequeña cosa.
  • ¿Que?
  • Aquiles quiere alejarte de todo peligro, eso es obvio – Dijo mirando hacia el mar, acababa de romper otra ola en la orilla – ¿pero a que costo?
  • No entiendo lo que quiere decir.
  • Él sabe que no puede salvarte sin sacrificarse, así que hará todo lo posible por mantenerte con vida. Será mejor que te prepares niña, porque el poder del enemigo crece… y cuando yo llegue...

     Entonces se levantó del suelo, se limpió la arena del pantalón y se fue.

  • Sera mejor que estés lista – Dijo ya dándome la espalda.
  • ¡Espere! – Dije levantándome también - ¿Lista para qué?
  • Pronto niña – Dijo caminando entre las palmeras – ya te darás cuenta.

     Me quedé ahí de pie mirando cómo se alejaba, perdiéndose dentro del follaje. Su esencia no me generaba confianza y mucho menos seguridad. Había peligro en este hombre, pero no podía entender por qué. Cerré los ojos y respiré profundamente. Sentía que debía estar alerta… ¿pero alerta para qué?

     Cuando los abrí lo primero que vieron mis ojos fueron unos barrotes de acero, estaba acostada dentro de la jaula que había en el hangar. El sonido de las olas ahora se oía lejano, y podía escuchar movimiento de personas afuera. Cuando me senté en el borde de la cama en la que me encontraba vi a Aquiles arrastrando una caja de madera del triple de su tamaño por el suelo dejando aquella enorme caja de madera al lado de otra que tenía el mismo tamaño. Parecía estar abriendo espacio. Cuando la colocó en su lugar se sacudió las manos y suspiró profundamente. Se veía muy enérgico. Giró su vista hacia la jaula y me miró. Dibujó una pequeña sonrisa en su rostro y caminó hacia mí.

  • Despertaste – Dijo cuando estuvo más cerca.
  • ¿Cuánto tiempo me dormí?
  • Un par de horas – Dijo encogiéndose de hombros – Tal vez tres. ¿Dormiste bien? – Me preguntó, yo asentí con la cabeza.
  • ¿Qué estás haciendo?

     Miró hacia atrás como inspeccionando lo que acababa de hacer, asintió un par de veces antes de comenzar a caminar alejándose de la jaula.

  • Vamos, ven a ver – Dijo señalando con la cabeza el lugar.

     Me levanté de la cama, aun llevaba los pies descalzos pero encontré mis zapatos junto a la cama, la jaula estaba abierta, así que simplemente tuve que salir de ella y rodearla para acompañar a Aquiles. Recordé que había un panel de control en el habitáculo que controlaba todo lo que sucedía dentro de la jaula. Así que por un momento me imaginé que había alguien mirando todas las acciones que hacíamos. Pero no sentía la mirada de nadie desde el otro lado, solo podía ver el doble espejo que mostraba mi reflejo, algo desaliñada y con la ropa descolocada. Mientras me reajustaba la ropa camine hasta la estructura hecha en cajas de madera que Aquiles había hecho.

  • Aquí es donde entrenaras - Dijo Aquiles en el centro de aquella estructura con los brazos extendidos a los lados.




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