Mario llegó por mí al Rosas, porque Omar quería reunirse conmigo. A diferencia de las otras veces, me esperaba en un departamento cercano porque estaba enterado de que Ana se encontraba en la mansión.
—¿Cómo se encuentra? —fue lo primero que quiso saber.
—No es la Ana que conocí meses atrás, —respondí con sinceridad— no confía en mí y casi no habla con Rau. En realidad, casi no habla.
—¿Por eso no ha vuelto a la escuela?
—No he encontrado el momento para planteárselo.
—Nunca he sabido comunicarme con ella.
—Te necesita Omar, Ana está herida. Sería bueno que te involucres más en su vida.
—Me enteré de que volvió a burlar su escolta —habló ignorando mis palabras.
—Sí, si seguimos echando al personal, la vamos a tener que cuidar nosotros mismos.
—Quizá es mejor que no sepa que tiene escoltas, como antes.
—No te va a perdonar un engaño más, te aseguro de que los va a descubrir. Hay un tema que me preocupa más.
—Te escucho.
—Me dijo que tiene un plan para atrapar a El Tío, buscaba mi apoyo.
—¡Imagino que se lo negaste!
—Sí, Omar, pero Ana es tenaz e inteligente, me preocupa que quiera llevarlo a cabo sola.
—Averiguá cuál es el plan, según lo que te cuente vemos cómo lo manejamos.
—¿Algo más?
—Necesito los servicios de Miguel, tengo un cargamento detenido en Uruguay.
—Voy a hablar con él.
—¿Hablar de qué? Te estoy diciendo que lo necesito.
—Miguel tiene intenciones de salir del negocio, quiere llevar una vida más tradicional.
Omar se rió.
—Danilo, decile a Miguel que no me toque los huevos. Y ahora llevame a mi casa, que deseo ver a mi hija.
Me fui maldiciendo nuestra suerte, preocupado por mi amigo y por cómo reaccionaría ante el pedido de Omar.
Una vez en la mansión, Omar fue en busca de Ana, yo fui directo a la cocina para hablar con Cristina.
—Sentate que te sirvo un café, traes una cara.
—Nacimos condenados —le confié, como si todavía fuera el niñito al que ella cuidaba.
—¿Problemas con Omar?
—Sí. Siempre he sabido que la vida es injusta —no supe de dónde salía mi locuacidad pero no podía detenerla— pero hoy me parece un poco más. Ojalá yo hubiera muerto ese día, el futuro de Dante seguro era más brillante.
—Amor —me llamó Cristi poniendo su mano sobre la mía— ¿quién hubiera enamorado a mi pequeña si vos no estuvieras? Ella te necesita, tanto como vos la necesitás a ella.
Emocionado, me atreví a resguardar la mano de la mujer entre las mías.
—¿Ya no estás enojada por lo que le hicimos a Dante?
—Nunca estuve enojada, porque ustedes no le hicieron nada.
—Si no nos hubiéramos metido con El tío, todo hubiera sido diferente.
—¿Tenían opción?
—No —admití.
—Dejá el pasado atrás, hijo —la palabra empleada aceleró mi corazón— enfocate en el presente.
—Lo voy a intentar. —prometí— ¿Cómo la ves a Ana?
—Confundida, necesita tiempo.
—¿Crees que debo dejarla en paz?
—No, creo que juntos pueden encontrar paz, si se animan a confiar —respondió seria, justo cuando Ana y Omar aparecían frente a nosotros.
Ella se acercó despacio, poniéndose en puntas de pie me dio un beso ligero en los labios.
—Te extrañé —murmuré sabiendo que los demás estaban concentrados en otra conversación.
Ana me sorprendió abrazándome. Le devolví el gesto, el carraspeo de Omar terminó con el íntimo momento.
—Cristi hizo pastel de camote ¿se van a quedar a cenar? —nos preguntó.
Ana buscó mi mirada de inmediato, incapaz de negarle un momento junto a su padre, acepté la invitación de mi suegro.
Pasamos un momento agradable, Omar rejuvenecía cada vez que recordaba alguna anécdota de la infancia de Ana. Y ella, emocionada, escuchaba a su padre hablar. Deseé con todo mi corazón que pudieran reconciliarse y brindarse la compañía que necesitaban para hacer el duelo de la vida que no alcanzaron a tener junto a Evangelina.
Una vez en el ascensor, cuando pasamos por el piso de Miguel, recordé lo que Rau me había pedido.
—Ana, esta mañana cuando te fuiste sin escolta —remarqué apropósito.
—Ya te he dicho que no quiero a nadie siguiéndome, el que avisa no traiciona —se defendió.
—Entiendo, lo que en verdad me importa ahora es hablarte de Rau, se siente muy triste…
—No te conviene entrar en ese tema —me interrumpió amenazante.
—¿Qué quiere decir eso?
—Que preferiría que me dejes arreglar los problemas con mis amigos, a mí misma y no te estés metiendo.