Devórame otra vez

16. ANA

Si bien Danilo me había besado y había caminado de mi mano, sentía la distancia que deseaba imponer entre los dos. Por la noche, después de haber cenado por obligación junto a mi padre, nos acostamos con los ventanales de la habitación abiertos de par en par. El cielo limpio del campo, nos permitía apreciar las estrellas.

—Tenía tantas ganas de compartir esta vista con vos —el carraspeo de Gabriel otra vez nos hizo reír— con ustedes —se corrigió rápidamente.

Esa noche, como la primera que compartimos en su casa cinco años atrás, durmió en el sillón. Sentirlo tan cerca y tan lejos, no me dejaba dormir. Sabía lo que tenía que decir para amarrarlo a mi lado, pero no me atrevía. Esperé a que Gabriel liberara el mechón de mi cabello al que siempre se aferraba y me acomodé junto a mi gigante. Me despertó el sol que se colaba por la ventana, me topé con los ojos de Danilo puestos en mí.

—Gracias por esto, Ana.

Sonrió emocionado, y con la cabeza me indicó el pequeño cuerpo del niño que dormía sobre sus piernas y descansaba el regordete cachete en su pecho. Me escondí bajo su axila y lloré por lo que estábamos perdiendo.

Miguel llegó temprano por nosotros, Danilo le pidió que entretuviera a Gabriel porque deseaba hablar conmigo.

—Ana, desde el último encuentro con Méndez de por medio, estoy intentado hacer lo que es mejor para vos.

—Pensar por mí y no tenerme en cuenta para tomar decisiones, es un retroceso enorme para los dos.

—Sé que vos te sacrificarías por nuestro amor y yo no puedo vivir con ese peso en el pecho.

—¡No, por supuesto! Es mejor estar libre para poder encamarse con cualquiera de las prostitutas que andan por acá.

—Ana…

—¿Crees que no me doy cuenta de cómo son las cosas en tu nueva vida?

—No voy a entrar en ese juego, Ana. Siempre te he sido fiel, te juro que estoy haciendo esto por tu bien.

—Ni la policía ni El Tío van a dejar de seguirme, lo único que lográs es lastimarme.

—¡Solo quiero liberarte!

—¡Abrí los ojos, Danilo, siempre fui libre! Es mi decisión permanecer a tu lado.

—Ana… —le falló la voz.

Me puse de pie y empecé a alejarme, ya le había rogado lo suficiente. En la sala de estar me topé con Berni, que hablaba con Gabriel y con mi papá. Los celos me enfurecieron, giré para enfrentar a Danilo y solté aquella certeza que, en cinco años, nunca me había abandonado.

—Me equivoqué, no eran prostitutas las que te calentaban la cama.

—No, Ana… —fue lo único que alcanzó a decir.

—¡Me las vas a pagar! —amenacé y corrí para tomar la mano de Gabriel y poder marcharnos porque otra vez las lágrimas empezaban a caer.

Durante el viaje de regreso no dije ni una palabra, cuando nos tocó hacer el cambio de la camioneta al auto de Miguel, Gabriel me detuvo antes de que descendiera del vehículo.

—Yo nunca te voy a dejar sola, Ana. Ni a vos ni al bebé. Voy a ser un buen hermano mayor, te lo juro. —habló apoyando la mano sobre su corazón.

Me temblaron los labios, otra vez volví a llorar.

—¿Cómo supiste? —pregunté.

—Lo soñé.

No necesité mayor explicación porque había sido testigo de la sensibilidad de mi pequeño para percibir ciertos eventos. Todo aquello que soñaba se volvía realidad, como la caminata por el arroyo con Danilo, que me la había relatado a la perfección días atrás.

—Nadie puede saberlo, Gabriel.

—Lo sé.

—Solo nos tenemos a nosotros dos, no podemos confiar en nadie más.

—¿Ni en Rau? —inquirió dudoso.

—Ni en Rau —afirmé.

Nos bajamos de la mano, afianzando la lealtad que sentíamos el uno por el otro.

Había descubierto que estaba embarazada, pocas semanas atrás. Alice había sido la encargada de comprarme el test para confirmarlo, sin embargo no había comentado el resultado con nadie. Hice todo lo que estaba a mi alcance para mantenerlo en secreto, no quería poner en peligro a mi pequeño. Las clases de Kung Fu me dejaban agotada, pero era imperioso trabajar para no tener que depender de ningún narcotraficante traidor.

Con Gabriel nos mudamos al mismo espacio donde yo daba las clases, en el piso de arriba había un departamento con dos habitaciones en el que estábamos cómodos. Rau lloró al vernos partir. Aunque colaboró con la mudanza, hasta el último segundo intento hacerme cambiar de opinión. “Me recordás a la Ana que volvió de Chaco”, repitió más de una vez, yo negaba sus acusaciones, pero en el fondo sabía que algo de verdad tenía. Sentía como mi corazón se iba resguardando bajo una coraza, para evitar ser lastimado.

Empecé a vivir en una vorágine confusa; las clases, la rutina de Gabriel y las descomposturas hacían que las horas de mis días siempre fueran insuficientes, en cambio, las noches se me hacían interminables. Me faltaba el aroma de Danilo, sus besos, extrañaba sentarme sobre sus piernas para compartir los sucesos importantes del día de cada uno.

A pesar de que el dinero no abundaba, había tenido que comprar remeras más holgadas, para evitar que el embarazo se notara. Si bien todavía no se me abultaba el vientre, mis caderas se habían ensanchado. Evitaba a Rau y a Cristi porque sabía que cualquiera de los dos, se daría cuenta de inmediato de lo que estaba sucediendo dentro mío. También los eludía porque no quería cruzarme con Bernarda, los celos que sentía hacia ella se habían renovado. Habíamos sido amigas, pero el vínculo no prosperó. Sabía que era una buena persona pero mi instinto me indicaba que lo que sentía por Danilo era mucho más que un cariño amistoso y no podía discutirlo con Rau porque mi amigo siempre la defendía. El tiempo que pasé junto a Danilo, no me había preocupado porque él siempre me había demostrado su amor, con el cambio radical que había tenido mi vida no tenía certezas de nada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.