Devórame otra vez

30. ANA

Subí a la parte trasera del auto de Miguel, fuimos hasta el departamento en silencio. Agradecí que no deseara justificar lo que habían hecho. Le había mandado un único mensaje a Rau, advirtiéndole que estaba regresando. Antes de poner un pie fuera del ascensor, lo vi esperándome. Le sonreí con sinceridad, Rau era un chico precioso. Llevaba su pelo rubio bien peinado hacia un costado, incluso en ese espantoso momento no había ninguno de sus cabellos fuera de lugar. La dentadura más blanca y perfecta que un ser humano podía ostentar y un pijama de seda en color negro, con pequeños corazones rojos. Mi ángel guardián abrió sus brazos hacia mí, yo me dejé mimar.

—Está vivo. —hablé en su oído.

Rau ajustó su abrazo y me acarició el pelo reiteradas veces.

—Me voy a quedar con Ana —escuché que habló, pero no oí respuesta de parte de su esposo.

Rau me sirvió té, mientras yo me cambiaba la ropa húmeda. Cristi que se había despertado se nos acercó con el ceño fruncido.

—¿En qué andan ustedes dos?

Le sonreí con desgano, buscando la manera de comunicar semejante noticia sin provocar una nueva desgracia. Rau, mucho más diplomático que yo, le refirió los hechos que conocía. Cristi se agarró la cabeza con ambas manos cuando comprendió lo que mi amigo intentaba comunicarle.

—Entonces ¿Está vivo? —chilló.

—Sí, su estado de salud parecía bueno, solo un poco delgado —comenté.

—¿Pudieron hablar? ¿Te explicó por qué se dijo semejante mentira? —preguntó Rau.

—No quise hablar con él. ¿Qué podía decir que mitigara mi dolor?

—Ana es necesario que obtengas una explicación.

—¿Sabés quién estaba con él? —Ambos esperaron en silencio a que yo les brindara la información— Tamara.

Cristi cerró los ojos y se mordió el labio inferior. Rau, en cambio, sin rodeos preguntó por Berni.

—¿Mi nieta sabe de esto que nos han hecho? —preguntó horrorizada la mujer.

—No estuvo en la ceremonia de despedida. —habló Rau por mí.

—¡Ana, lo siento tanto! ¡No te das una idea, amor mío, cómo me duele todo lo que ha sucedido! ¡No sé qué le pasa a mi nieta! ¿Cómo ha sido capaz de ocultar algo así?

—Está enamorada de Danilo, Cristi. Esa es la única razón.

—¡Pero vos sos su amiga! ¡Su adorada amiga!

—Lo fui en algún momento pero todo ha cambiado. No quiero que te angusties más. Ya todo pasó, solo quiero rehacer mi vida. Y para eso quiero empezar pidiéndoles disculpas porque este último mes no he sido una buena madre y si no fuera por ustedes, mis hijos habrían estado abandonados.

—¿Qué decís, Ana? —se quejó Rau.

—Voy a reponerme de este golpe y ya nunca nadie me va a tomar por estúpida.

—Ana, ¿qué pensás hacer respecto a Danilo? —quiso saber Cristi.

—Danilo es el padre de mis hijos, ese es el único lazo que voy a conservar. Me hace feliz saber que está vivo, pero no voy a dejar que se vuelva a acercar a mí.

—Te va a buscar incansablemente —objetó Cristi.

—Era tan joven e inexperta cuando me enamoré de él, Cristi. Hoy quiero descubrir mi vida, quiero saber de lo que soy capaz. Ya no tengo tiempo para malgastar en una relación en la que no soy respetada.

—Tamara y Berni pueden deambular a su alrededor todo lo que quieran, que igualmente nunca van a obtener lo que desean. Danilo conoce tu valor, amor mío. Nunca van a obtener de él, lo que te ha brindado a vos.

—Ese ya no es mi problema. —fue mi cortante respuesta.

Los días empezaron a pasar y mi amigo no volvió a dormir con Miguel, si bien pasaba largas horas en su casa, cuando llegaba la noche venía con nosotros.

—Ana, ¿puedo vivir acá con vos? —me preguntó.

—Donde yo esté, siempre va a haber un lugar para vos, amigo mío.

—¡No te das una idea de cuánto te amo!

—Creeme que lo sé, me lo has demostrado siempre, Rau. Y por eso quisiera pedirte que no dejes a Miguel por mi causa. Yo lo entiendo perfectamente, —admití— porque haría cualquier cosa por vos, por más loca que pareciera.

—Lo sé, Ana, pero en estos momentos no tengo deseos ni siquiera de sus besos y creeme que ni en los días que más enojado me he sentido, me ha pasado algo así. Lo que le dijiste a Cristi hace unos días, sobre que nos enamoramos cuando éramos jóvenes, resonó en mi corazón y me quedé pensando seriamente en eso. Le di todo mi amor, sin dudar un segundo, sin guardar nada para mí.

—Y Miguel te lo devolvió en abundancia, no lo compares con Danilo.

—No puedo perdonar el daño que te hicieron, ¿Qué hubiera sucedido si se lo hubieras comunicado a Gabriel como estábamos planeando?

Abracé a Rau para consolarlo.

—Miremos hacia delante, amor. No hay nada en el pasado que podamos modificar, ahora necesitamos conseguir un departamento a dónde vivir, no quiero deberle nada a Danilo.

—Tiene que pasar su parte por el cuidado de los chicos.

—¿Querés quedarte viviendo arriba de Miguel?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.