GWEN
La fogata se festejaba cada un par de meses en Parque Nacional del Stelvio, un bonito bosque que ofrece un espectáculo impresionante por las frondas de los árboles de tonos cálidos que se desvanecen de amarillo a marrón, y que hacen que las aguas cristalinas de los arroyos destaquen aún más.
Al final de cada semestre, a modo de celebración se festejaba una fogata durante el receso y antes del comienzo de los exámenes. Era mi primer semestre allí, y pese a que para Coraline también, ya había ido junto a su hermana. Estaba realmente emocionada de llevarme.
Era el último día antes del receso, y ya habían pasado dos días desde que la visita a Ángelo. Cuando nos toco compartir materia Ethan para mi sorpresa me saludo con un movimiento de cabeza, me voltee para asegurarme que fuera hacia mi, y al parecer así era. Le devolví el gesto con una pequeña sonrisa y tomé lugar en una butaca detrás de él.
Asumí que su buen humor era parte de las recientes noticias sobre su madre, luego de trece años de búsqueda, era la primera pista tenía, yo también me alegré. Había ignorando completamente cuando vomite, cuando lo hice por segunda vez, cuando toque su cabello, que era aún más suave de lo que creí. También le di la espalda a los recuerdos de como me miró, con cierto fastidio al cuestionarme porque me había emborrachado. Porque una partecita de mi sentía vergüenza, pero él no había hecho ningún comentario, ambos dimos el tema por zanjado y eso me tranquilizaba.
-¡Lo hice Gwen!-celebró una eufórica Coraline.
-¿Que celebramos?
-Invité a Alessandro a la fogata y dijo que...siii
-¡Si! ¡Te lo dije! ¡Eres irresistible!-ella sonreía enseñando sus dientes. Estaba radiante y muy emocionada, temía que la rechazará, pero nadie hacia eso, no con ella. La forma en que se ruborizaba por los nervios era muy tierna y dulce.
Esa tarde vino a mi casa. Nunca comentó nada despectivo acerca de las condiciones del apartamento, y si hacia alguna broma eran eso, bromas, como cuando me pregunto si por ser mi vecino el hombre del apartamento de abajo nos haría descuento por mariguana.
Se puso un vestido color rosa, aunque según ella era específicamente rosa limonada. Tenía lentejuelas que formaban rosas en forma de abanico en las mangas, en el escote y sobre los muslos. La tela era traslucida en sus brazos y flotaba con la suave brisa que corría. No podía decidirse como llevar el cabello, me acerque a ella que estaba frente al espejo de mi baño. Y se le solté su improvisado moño mientras lo peinaba con mis manos, era un rubio claro muy brillante y bastante delgado. Caía en ondas hasta su espalda.
-Estas preciosas, en verdad, preciosa.-le dije y ambas sonreímos. La abracé por detrás y ella envolvió mis brazos en los suyos.-Coraline, te quiero mucho.-susurré
-Yo también.
Aunque me ofreció utilizar alguno de sus vestidos, yo sabía que quería ponerme. Era de mi madre. Negro con una falda vaporosa y mangas apretadas, era muy simple, pero especial porque había sido suyo. Alise la falda con mis manos y ambas bajamos la escalera cuando oímos como su hermana tocaba la bocina con impaciencia.
Junto a mi asiento había un bolso que con el movimiento del auto se percibía el sonido de botellas golpeándose. Cuando llegamos la entrada ya estaba tapada de vehículos.
Había muchas personas, era un bosque de robles, arces, y castaños, que se alternaban con bosques de abetos y alerces que había a la rotonda. El follaje era precioso, pero yo ya conocía bien los bosques, cada uno de ellos, las presas que podía encontrar en cada cual.
Recibí el calor de la fogata que era bastante acogedor. A su al rededor había chicos y chicas bebiendo, que bailaban con la música de un parlante que estaba junto a un árbol, era un ambiente animado e incluso divertido. Hasta contagiosos, en pocos minutos ambas nos habíamos unido al baile, Coraline se reía y alzaba los brazos dando giros, bastantes descoordinada pero solo la hacia reír más y empujarme a imitarla. Danzamos como un par de locas por un rato, hasta que me aviso que iría a buscar a Alessandro, su cita estaba aquí. Ella iría alcanzarlo. Le sonreí y ella igual. Fue una sonrisa casual. Fue algo tan rápido, tan ordinario, que mi mente no grabo esos momentos con fuerza, porque volvería en pocos minutos, porque no conocía la tormenta que se avecinaba, porque volvería, estaba segura. Y estaba equivocada.
Si hubiera sabido todo lo que vendría después la hubiera abrazado tan fuerte e impedido que fuera a buscarlo, pero desconocía como acabaría esa noche, por lo que cuando demoro no me preocupe, estaba con él y seguramente muy feliz, no le arruinaría el momento.
Ethan estaba con un grupo de chicos cerca del fuego. apoyado contra un árbol. Una sonrisa reventaba en su cara y su risa era sonora. Con unos dientes blancos y unos ojos bonitos que estaba entrecerrados mientras reía a carcajadas. Eran dos luceros verdes en medio de la penumbra del bosque que abrazaba la fogata.
Mis dedos se rozaron entre si y una sensación tibia me recorrió el cuerpo entero. Recordaba como me había sentido cuando acaricie su cabello, como hundía los dedos entre sus mechones, como cada hebra se enlazaba al rededor de mis tema. Cuando volví a levantar la mirada la suya se llevo la mía por delante. En verdad estaba bueno. Quise sonreír, saludarlo, pero no pude moverme, no si me enterraba los ojos así, no era capaz. Era hermoso, el tipo de belleza que te llevaba a imaginar, que no se detiene en la admiración. Mi piernas temblaron levemente cuando se cruzó por mi mente la idea de como se sentiría besar su cuello, o el tacto de sus manos, o como sonaba su voz ronca luego de acabar.
Mierda, necesitaba un trago. Comenzaba a dudar que mi cuerpo estuviera sudando a causa de la fogata. Ethan era terriblemente sexy. Observe como el cielo se oscurecía, sin el rastro de una sola nube y me concentré en ver hacia cualquier cosa que no fuese él, pero no había algo mejor, y tarde o temprano, siempre regresaba a sus ojos.
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Editado: 26.07.2021