– No creo que sea tan difícil de hacerlo. – miro a mis compañeros delante de mi.
– No seas ruidosa Devyn. – giro mi cabeza hacia atrás para observar si alguien está mirando y vuelvo a agacharme.
Se que mis padres estarían bastante decepcionados de mi si se logran enterar de lo que estoy a punto de hacer, pero ésta es mi primera misión y nos darán algo de dinero el cual mi padre realmente necesita.
Ryan mi compañero golpea el candado con una piedra y aunque suene estúpido el candado logra romperse. Él entra primero y Carlos me hace una seña para que vaya tras el, todo está oscuro pero logro distinguir sus siluetas.
– Yo iré al piso de arriba, veré que logro encontrar.
– Bien, nosotros estaremos aquí. – avisa Carlos sin inmutarse un poco pero sostiene mi mano.
– Nos vemos donde siempre. – habla Ryan desde las escaleras de la casa.
– Ten, un pequeño obsequio por ser tu primer robo.– Carlos me entrega un par de aretes, no sé dónde los encontró yo apenas puedo ver algo.
A lo lejos escuchamos unas sirenas.
– Mierda, debemos irnos Devyn.– Carlos empuja mis hombros para que lo siga.
Ya no estoy segura de que hago pero confío en mis compañeros, Carlos salta por la ventana y espera a que salga también, toma mi mano con fuerza y comenzamos a correr por el bosque tras la casa, no quiero pensar donde esta Ryan pero se que va a salir de esta.
Una vez llegamos a Casa Blanca Ryan ya está hablando con un hombre que parece más un oso por su gran tamaño, él está de espaldas a mi vestido con un traje, yo me escondo tras Carlos para que no me vea. Una vez que ellos terminan de hablar todos lo seguimos a su oficina.
– Sientate.- él gran hombre se dirige a mi, intento que mi cuerpo no tiemble al hacerlo pero lo logro. – me sorprende que no hayas huido o que en este preciso momento no estés llorando. – pasa su mano derecha el cual veo un gran anillo de oro en uno de sus dedos, acomodo mis manos en mi regazo para no temblar y solo asiento.
– Está hecha para este mundo jefe.– comenta Carlos tras de mi. El jefe suelta una risa sarcástica y nos observa a los tres.
– ¿Cuantos años tienes niña? – su voz es áspera y dura, como todo lo que se ve de él.
– Dieciséis, tengo dieciséis jefe. – en teoría todavía no lo es, pero espero que así sea y ser parte de este grupo.
– Bien.– acomoda su gran cuerpo sobre el escritorio para hablarme más de cerca – mostraste tu lealtad hoy, solo fue una prueba niña pero aquí estás, al parecer entera –sonrie con malicia – Bienvenida a Casa Blanca. Aquí, la lealtad es todo… y la traición se paga con sangre.