Miro fijamente la pantalla de mi teléfono sin poder creer la información que acabo de recibir, quiero actuar sorprendido pero ya nada puede sorprenderme en este mundo. Doy una última calada a mi cigarro mientras guardo mi teléfono en el bolsillo de mi pantalón, no sé que hacer a continuación pero quedarme parado en mi oficina no es una opción.
– Baltazar. – grito a mi mano derecha para que me siga, él es alguien de pocas palabras y es el mejor amigo de mi padre o bueno se puede decir que era porque él se debe estar pudriendo en el infierno.
– Señor. – él sabe que odio que me llame señor cuando soy mucho más joven que él y básicamente cambió mis pañales.
– No es necesario lo de señor, Baltazar y lo sabes muy bien. – se acomoda en mi costado, parece una sombra detrás de mí, aunque es mucho más bajo es totalmente ágil cuando se trata de mi seguridad.
Ambos caminamos hacia el estacionamiento de mi bar, Baltazar nunca cuestiona mis decisiones, pero cuando vea a dónde vamos, seguro saca su lado paterno. El abre la puerta de mi Jeep y salto dentro, una vez él se coloca en el asiento de conductor repasa la dirección que envíe a su gps.
Cuando estaciona la camioneta me ve a través del espejo retrovisor, sus cejas alzadas cuestionando qué hacemos aquí, un hombre de pocas palabras pero su cara puede decir todo, estamos en una puta cafetería, no es algo aue yo necesite o algo que quiera incluir en mi rutina totalmente ocupada, pero necesito información y talvez este sea el lugar para comenzar.
– Bienvenido a Sweet Bakery. – una pequeña mujer me saluda apenas paso la puerta con una campana sonando detrás de mí, trato de sonreír pero mis ojos observan todo el lugar, es algo acogedor, pero para nada mi estilo, rasco la cicatriz de mi mejilla que últimamente se hace notar cada vez que estoy pensando en ella.
– Buenas, solo un café negro por favor. – la pobre mujer toma un respiro al ver mis ojos, olvidé traer mis malditos anteojos aquí estoy actuando sin pensar por esa pequeña niña. Dirijo mis ojos hacia otro lado así ella no se siente abrumada por el color de mis ojos.
Al entregarme el café opto por sentarme en una pequeña mesa lejos de la puerta, con la mirada baja por si alguien más vuelve a ver mis ojos, con la pequeña señora ya fue suficiente por hoy. Tomo mi celular y vuelvo a leer la información que tengo sobre ella y la razón por la que estoy sentado en una maldita esquina tomando un café que sabe horrible y con ganas de estrangularla cuando la encuentre.
Reviso el otro lugar el cual ella suele concurrir, una semana entera intentando no ir tras ella y recorrer todo el maldito estado para encontrarla por mi cuenta, pero no hay nada que Baltazar no pueda encontrar y así lo hizo, solo fui yo quien tardó tanto en salir a buscar a la única mujer que está en mi cabeza desde que abro los ojos hasta la hora de dormir, si es que logro hacerlo en algún momento.
– Atlas Gym. – murmuro el nombre del lugar para mi, queda a unas manzanas de esta cafetería, deduzco que va caminando o en esa estúpida motocicleta, los músculos de mis brazos se tensan al imaginarme a ella manejando sola y todo lo que puede pasarle, termino el último sorbo de mi café y salgo de la maldita cafetería que me da dolor de cabeza solo el olor.
– Pensé que tenías café en el ático. – sonríe Baltazar una vez que tomo asiento está vez a su lado.
– Si, aunque es bueno para abrir horizontes. – envío la nueva dirección a la que él tiene que manejar y siento como mi corazón palpita en mi pecho con la esperanza de que ella esté ahí, aunque no sé cómo voy a reaccionar o si es que ella me ve cerca.
– ¿Un gimnasio? – Mi mano derecha gira su rostro incrédulo hacia mí y yo solo doy una sonrisa tensa alzando los brazos.
– Hay que mantener el cuerpo en forma. – sus labios fruncidos solo hace que mis hombros se tensen más, debí manejar aquí solo pero mi vista de día no es tan clara como lo es de noche.
Acercándome a la puerta del gimnasio doy la vuelta hacia la parte de atrás, un estacionamiento rodea todo el lugar, aunque no debo estar aquí y tampoco ver si está su motocicleta estacionada, entro en el gimnasio por atrás y no hay nada fuera de lugar, un salón de pesas, algo de baile, tres ring para combate de cuerpo a cuerpo pero es cuando mi corazón deja de latir cuando veo que ella está aquí entrenando en el piso luchando con otro hombre que le dobla la edad, resoplo y salgo a zancadas hacia mi puta camioneta.
– Ve a casa Baltazar. – es lo único que digo abriendo la puerta de conductor, creo que podría desmayarme por los espasmos que estoy sintiendo, no puedo controlar las ganas de entrar a ese maldito gimnasio y partirle la cara a al imbécil que está luchando con mi mujer.
– ¿Se encuentra bien señor Aaron? – aunque él me hace caso y se baja del automóvil, que haya usado mi nombre muestra su preocupación por mi.
– Lo estoy Baltazar, solo tengo algo que arreglar con alguien que está dentro, eso es todo. – tomo asiento detrás del volante y el simplemente asiente sin hacer preguntas y cierra la puerta antes de irse caminando. No debería ser así pero no creo poder controlarme en este momento.
Me arde la cabeza. Los ojos, la mandíbula, todo me duele de tanto apretar los dientes. Y entonces la veo salir. Saluda con un largo abrazo a mi parecer al hombre con el cual la vi horas antes, le dirige una sonrisa que no me gusta y camina hacia un auto, cuando decido acercarme en mi jeep. En cuanto se mete a su auto, acelero y bloqueo la salida. No me importa si se enoja.
– Correte imbécil. – ella me grita desde su auto asomándose por la ventanilla, volver a verla enojada hace que mi cuerpo se relaje. – Dije que te corras. – está vez sale de su auto y se dirige hacia mí.
– Solo si subes a mi auto. – digo eso mientras bajo el vidrio totalmente negro desde afuera de mi Jeep, ver como su cara de furia se transforma a sorpresa hace latir mi corazón con un imbécil pájaro.
Editado: 19.02.2025