Mi heladera totalmente vacía hace que mi estómago de otro largo sonido que resuena en mi departamento. Estoy totalmente agotada para ir a hacer las compras y haberme quedado en la mansión por unos días ya afectó.
Corro hacia mi habitación para ponerme un par de pantalones cómodos, evitar ir al supermercado solo hará que me ponga de mal humor.
Al bajar al lobby de mi edificio el seguridad de turno me saluda con la cabeza y vuelve a enfocarse en su trabajo, camino hacia mi auto. Mi Cadillac Escalade aparece frente a mis ojos, ya extrañaba a mi bebé. Al sentarme tras el volante su olor característico me envuelve.
— Ya estoy llegando al supermercado, Carlos.
Mi mejor amigo hizo su llamada matutina para darme las órdenes del día, el reloj del tablero me muestra que son las 9:30 demasiado temprano para la noche que tuve ayer. Por suerte hoy no tengo mucho para hacer, solo ayudar a Ryan con algunas cosas en el laboratorio por Scarlet y algo de papeleo.
Luego de recorrer cada pasillo y llenar el carrito más de lo planeado, salgo del supermercado con varias bolsas colgando de mis brazos. El sol de la mañana pega fuerte y el asfalto empieza a calentar bajo mis botas.
Al llegar a la camioneta, apoyo el carrito contra el paragolpes y suelto un suspiro antes de abrir el baúl. Una a una, voy pasando las bolsas, asegurándome de acomodar bien las más pesadas para que no aplasten las cosas frágiles. El aroma a cartón y plástico envuelve el interior mientras termino de cargar todo. Cierro el baúl con un leve empujón y me quedo un segundo apoyada contra la puerta, disfrutando por un instante la brisa antes de volver al volante.
Al llegar a casa, estaciono la camioneta y bajo con las bolsas, dispuesta a terminar con esto de una vez. Pero cuando me acerco a la puerta, algo me hace frenar en seco.
Sobre el felpudo, descansa una rosa roja, fresca, con los pétalos perfectamente abiertos. No hay tarjeta, ni pista de quién la dejó. Solo la flor, esperándome.
La observo por un momento, sintiendo una extraña mezcla de curiosidad y alerta. No tengo admiradores. Y si los tuviera, ninguno dejaría flores sin firmar.
Abro la puerta de mi departamento y entro sin pisar la delicada flor, dejo todas las bolsas sobre la cocina y vuelvo por la flor, dudo un segundo porque no se quien la envió o si podría tener algún tipo de sustancia.
Vuelvo dentro y tomo el botiquín para coger unos guantes, primero mi seguridad luego debo averiguar quién las envió y si es algún tipo de broma.
Quiero oler la rosa, pero se que es una mala idea, busco un jarrón para colocarla porque mi corazón late, es la primera rosa que me envían en mis 22 años así que no puedo evitar emocionarme por esto.
Mi teléfono vibra en el bolsillo trasero de mi pantalón, una vez que la flor esta en su lugar y colocada en el medio de mi sala sonrío, espero que no tenga algo que me perjudique.
— Espero te guste el pequeño regalo.
Ese es Aaron, el maldito idiota me envío una rosa, el mal humor se va de mi cuerpo y olvido también el hambre.
Me acerco hacia la flor y realmente la huelo, ese olor típico llega hasta mis pulmones.
— ¿Qué es lo que me tiene que gustar?
No voy a aceptar tan rápido que se que fue él quien me envió esta flor, le tomo una tonta foto y todo.
— La rosa…
Veo como quiere seguir escribiendo, pero no lo hace.
— Si, gracias :)
Se desconecta automáticamente así que sé que el momento algo raro se fue. Mi estómago vuelve a gruñir así que vuelvo a mi realidad.
Mi humor es tan distinto a mí el día de hoy, siento el estomago revuelto por nervios quiero enviarle mensajes a Aaron cuestionando su actitud y porque realmente envió una maldita rosa.
Mi estómago da un vuelco cuando el timbre suena de nuevo. No hay nadie que deba venir a mi departamento y si son mis amigos, seguro tendría un mensaje.
Acomodo la computadora a un costado y me levanto con algo de sospecha.
Al abrir la puerta, el último tipo en el mundo que esperaba ver está frente a mí, con una rosa en la mano: Pete, el seguridad del edificio.
Su sonrisa cómplice me hace arquear una ceja.
— Señorita Monroe. —Extiende la flor hacia mí.
— Esto ya está empezando a ser demasiado raro, Pete. —tomo la rosa, oliéndola pero sin perderlo de vista.
— No me digas que no hay remitente —digo, sabiendo que es un chiste para aligerar la situación, pero la tensión no se va.
El hombre sonríe y niega con la cabeza.
— No hay mensaje, señorita. Solo el chico que la trajo.
Cierro la puerta mientras él se aleja, aún con la rosa en la mano. Mi mente corre sin control. Si esta no fue de Aaron, ¿quién más podría estar detrás de todo esto?
Con Ryan a mi lado entramos en el laboratorio de Igor, hay un scanner para nuestros ojos, mi amigo va primero y espero mi turno, es algo bastante rápido, pero todavía no me acostumbro a este lugar, cuando la puerta se abre para nosotros, un frío envuelve mis brazos
Ryan gira su cabeza con una sonrisa brillante de dientes blancos, caminando hacia un pequeño armario a nuestra derecha las batas blancas nos esperan, la mía casi me llega a pasando las rodillas
— Bienvenido de vuelta. Ryan. Devyn. —David el que se encarga de todo con Scarlet nos saluda.
— Está visita es algo más pacífica amigo.
Ajusto la bata y camino detrás de Ryan, tratando de ignorar el escalofrío que me recorre cuando veo la puerta de la oficina de Igor entreabierta. No está a la vista, pero su presencia siempre se siente en este lugar.
David nos observa con su típica expresión neutral, aunque detecto la pizca de curiosidad en su mirada.
— Scarlet está en la cápsula de seguridad. No ha habido cambios significativos, pero Igor quiere hacerle unos ajustes al sistema de monitoreo —dice, girándose hacia una de las computadoras mientras revisa unos datos.
Me cruzo de brazos, sintiendo la tensión en mis hombros.
Editado: 31.03.2025