Llegaron al comedor, el cual era un gran salón lleno de mesas; cada una de aquellas pertenecía a una habitación, por lo que Boni ya tenía su propio asiento. El lugar era ruidoso, lleno de niños hablando, riendo, gritando y jugando. El orfanato “Bright Forest” era para niños varones únicamente, así que ya se puede imaginar las cosas que llegan a suceder y el ruido que puede llegar a hacer.
—Bueno. —Boni se volvió a Isabel, quien le sonrió—. Ve con tus hermanos.
—Sí. —Boni se soltó del agarre de la Señorita Isabel, pero antes de irse a su mesa, recordó algo. Nuevamente se dirigió a Isabel, metiendo su mano a su bolsillo y de ahí sacó la pequeña florecita blanca que había recogido en el jardín; había sido aplastada. La dirigió a la mayor, sonriendo—. Para ti, Mamá Isa.
Isabel parpadeó y sonrió.
—Oh, qué hermosa, Boni. —La tomó con delicadeza y se la puso sobre su oreja, que era escondida por su cabellera negra—. Gracias. —Acarició la cabeza del menor, y él rió, para después retirarse a su mesa.
Pasó por cada una de las mesas llenas de niños hasta que llegó a la suya. Lucel fue el primero en mirarle venir, y su característica sonrisa cuadrada se asomó por su rostro infante.
—¡Boni! —Al haber gritado su nombre, toda la mesa se volvió a él.
—Hola —saludó el azabache.
Elías le sonrió, abriéndole un espacio a su lado. Boni tomó asiento. Miró en frente suyo, encontrando como primera cosa un plato lleno de peras picadas y de inmediato hizo una mueca ante la fruta; nunca le gustó la pera, le sabían feo y no le gustaba su textura en su boca.
Boni suspiró, tomando el tenedor para comenzar su comida, pero antes de que pudiera tomar una pera, un pedazo de carne cayó a su plato. Miró a su lado, viendo a Elías sonreírle.
—Perdón por decir que tenías diarrea.
Un atraganto por parte de Julián, un chico de doce años, se escuchó en la mesa. Al volverse a él, Julián tragó lo que tenía en la boca.
—Perdón —dijo él, reteniendo una risa—. ¿En serio tienes diarrea?
Julián era un chico de cabello castaño claro, ojos oscuros y piel morena; estaba usando un jean viejo en conjunto con una camiseta de doble manga verde y blanca, y zapatos viejos.
—No —contestó, algo molesto, Boni—. Y si fuera así, ¿qué? Tú también has tenido el estómago suelto alguna vez.
—Es que suena gracioso… —No pudo aguantar, y Julián soltó una risotada.
Las mejillas redondas de Boni se sonrosaron y su nariz se arrugó al tratar de fulminar al chico que se estaba burlando de él, pero para su desgracia pareció más un gato.
—Oye, oye —Jackson, el mayor de la habitación, reprendió a Julián.
Jackson le llevaba un año a Julián; su cabello era color castaño oscuro, alborotado y corto; sus ojos eran de color miel brillante y su piel era pálida, aunque no tanto como la de Boni; llevaba una camiseta simple color blanca y unos pantalones anchos llenos de manchas claras, como si se le hubiera lanzado cloro al azar. En el orfanato, como se puede notar, no había la cantidad de recursos como para que tuvieran un armario lleno de ropa propia; todos compartían entre ellos.
El mayor chuzó la cara de Julián con el tenedor.
—No te burles de él, Julián. Nadie se burló de ti cuando aspiraste ese sancudo por tu nariz, ¿o sí?
El castaño se tomó la nariz, mirando mal a Jackson.
—Eso fue diferente. Dolió un chango.
—Está bien —habló Boni, a lo que los mayores se volvieron—. No importa. Puedes burlarte todo lo que quieras, Julián. —Todos en la mesa parpadearon, confundidos. Boni sonrió de lado, maliciosamente—. Igual, cuando te dé soltura a ti no dudaré en decirle a todo el mundo y burlarme de ti.
La risa de Elías no tardó en salir y el jugo de mora se le salió a Lucel por la nariz.
—¡Agh! —exclamó Samuel—. ¡Qué asco! —El chico levantó sus manos, no queriendo tocar el jugo expulsado por las fosas del menor, pero gracias a eso terminó golpeando el ojo del menor de la habitación: Kai, con tan solo seis años.
—¡Ay! —se quejó él—. ¡Me pegaste! —Kai tomó un pedazo de su ensalada y se lo lanzó al rostro de Samuel.
—¡Oye! —Samuel le devolvió el tiro con una cucharada de arroz, pero antes de que le llegara, Kai lo esquivó, agachándose, tomando provecho de su pequeño tamaño, mas aquello provocó que la comida cayera sobre Lioh, que había estado ignorándolos, comiendo tranquilamente… hasta ese momento.
Fulminó con la mirada.
—Serán…
—¡No puedo creer que nos castigaran a todos por tu culpa! —gritó Jackson, refregando el suelo con un trapo blanco.
—¡¿Mi culpa?! —replicó el rubio Lioh, señalando a Kai—. ¡Él me lanzó arroz en la cara!
—¡Yo no te lancé nada! —replicó el menor de todos desde su distancia.
—¡Claro que sí!
—¡¡Que no!! ¡Fue Samuel!
Lioh se volvió al nombrado peligrosamente lento, y Samuel no se atrevió a mirarle la cara; en cambio, fregaba el suelo más rápidamente, haciéndose el despistado.
Kai le sacó la lengua a Lioh para luego darle la espalda, continuando con su tarea de limpiar las mesas.
Los muchachos habían comenzado una guerra de comida y, por supuesto, les tocó limpiar el comedor como castigo. Mientras los mayores: Lioh, Julián, Samuel y Jackson refregaban el suelo, los menores: Boni, Elías, Lucel y Kai desocupaban las mesas y las limpiaban.
Boni colocó otro plato en los brazos de Elías.
—Eso no importa. Nadie aquí tiene la culpa… Sólo Julián.
El susodicho levantó la mirada del suelo.
—¿Disculpa? —reprochó.
Boni no le miró, tomando más platos de otra mesa.
—Tú fuiste quien se comenzó a burlar de mí.
—¿Y eso qué tiene que ver?
—Si no fuera por eso… —Tomó aire—. No hubiera dicho lo que dije, Lucel no hubiera escupido jugo sobre Samuel, Samuel no hubiera golpeado a Kai, Kai no le hubiera lanzado ensalada, Samuel no se la hubiera devuelto, no le hubiera caído nada encima a Lioh y no habría comenzado la pelea de comida.