Imagina que te encontras en la parte más alta de un edificio, donde detrás de ti se encuentran tus inseguridades, complejos, pesadillas, las personas que se burlan y te desprecian. Tus propios miedos.
Todo ese conjunto negativo te va empujando poco a poco, sin que te des cuenta, al borde del precipicio, donde la caída es segura.
Entonces te agarra vértigo. Tratas de luchar contra todo lo que te atormenta, nadas contra corriente luchando con todo lo que te quiere hacer caer.
Pero llega un momento donde te rendís, dejas de luchar dejando que te lleve la corriente. Ya no sentís vértigo, sino que tenes una venda en tus ojos que hace que solo sientas el viento y que el calambre en tu estomago se convierta en una costumbre.
En ese momento te dejas caer con la venda en tus ojos y un golpe seguro.
Te dejas envolver por tus inseguridades, tus complejos, tus pesadillas, la gente que se burla y te desprecia, tus miedos.
Conviertes todo lo negativo en oscuridad y te sumerges en ella.
Mientras caes, tienes un momento de lucidez y quieres volver al edificio, empujar todo lo negativo y seguir luchando. Pero no puedes, sigues cayendo y nadie lo puede parar.
Porque con tus complejos, miedos e inseguridades te sumergiste en una oscuridad difícil de salir. Donde ganó todo lo negativo y todo eso se convierte en la venda en tus ojos y no ves cómo afecta tú alrededor.
No ves cómo afecta tus decisiones y tu negatividad a tu entorno, hasta que ya es tarde para arrepentirte de tus elecciones porque te dejaste abrazar por la oscuridad que falsamente creías merecer.