Aunque de cierta manera todo se había ido al carajo, aún había soldados que hablaban sobre qué harían una vez estuviera aniquilada toda amenaza. Sammuel deseaba poder pensar tan positivamente, pero siempre que intentaba nunca lo lograba. Adentro del edifico se escuchaban los gruñidos del exterior, erizaban la piel aquellos chillidos y alaridos que resonaban por todas las calles. El sargento seguía hablando con un par de soldados, parecía como si estuvieran ideando algún plan o algo así.
De cierta manera Sammuel estaba quieto y atento, al contrario de Jack que parecía como si estuviera buscando algo, se movía de un lado a otro y miraba en todas direcciones como si no supiera qué hacer.
—Jack... Deberías sentarte y relajarte, pronto nos iremos al refugio y allí estaremos a salvo, de nada sirve que estés dando vueltas como loco.
—Joder... ¿Y si no salimos de esta? Es decir... Cada vez somos menos... Vi cómo una de esas cosas le sacaba los intestinos con una sola mano a un soldado, la manera en la que sus garras penetraron la ropa y la piel y salieron con viseras colgando fue asqueroso... Y muy traumatizante, no creo poder olvidarlo pronto.
—Esas palabras son lo que menos necesitamos. —Interrumpió el sargento—. Claro que saldremos de aquí y pronto. Para antes de que finalice la semana usted ya estará sentado en un sofá en Seattle bebiendo un café mientras mira alguna película. Debe ser paciente, ya casi estamos —terminó de decir mientras se volteaba de nuevo con los soldados que platicaba y seguía con la charla.
—Ruego a dios para que pronto me aleje de este cabrón.
—Mierda, Brandon, entiende que dios no está aquí, sólo están ellos, tú, yo y los malditos zombis de allá afuera. Y si queremos salir de esta tenemos que estar unidos porque las malditas criaturas no se irán solas y mucho menos nos dejarán pasar, así como si nada. —Sammuel había llegado al límite.
Jack se detuvo y tras una mirada fría al sargento y después a Sammuel, se sentó.
—Bien... Joder —declaró Sammuel.
El sargento acercó a todo el grupo para decirles que podían comer y descansar un momento, que había sido una batalla intensa y un día de mierda.
—Necesitamos una nueva radio, así que ahora la prioridad es encontrar una, mientras más pronto más rápido podremos ponernos en contacto tanto con la base como con la caravana enviada hacia acá. La radio del camión estaba dañada y ahora está destruida, y el soldado que tenía la radio de larga distancia fue asesinado cuando los recogimos a ustedes dos. —Apuntó a Sam y a Jack—. Así que no nos quedan muchas opciones. Una vez todos hayan comido y descansado, sugiero hacer equipos y salir a buscarla.
Todos los soldados asintieron mientras se miraban entre ellos. Sammuel miró a Jack e hizo un gesto afirmativo, confirmando así que ambos serían equipo.
Estaban comiendo galletas de avena y almendras con un vaso de jugo de arándanos. No eran ni las tres de la tarde cuando todos terminaron.
—Muchachos, viendo que aún faltan muchas horas de luz y que al parecer no hay más actividades por hacer, he decidido que ahora mismo vayamos a buscar la radio, además, como dije, mientras más rápido mejor —dijo el sargento—. Y debemos de aprovechar que no se han escuchado a esas criaturas desde hace un par de horas.
Al principio todos pusieron cara de desacuerdo, pero aun así sabían que era cierto, debían aprovechar todo el tiempo que pudieran. Podrían descansar cuando estuvieran en Seattle.
—Son... las 2:30 pm. Formen equipos de tres personas, si no encuentran nada, vuelvan antes de las cinco. Si lo hacen, regresen inmediatamente y aquí esperaremos a las otras parejas —dijo mientras le hacía una seña a un soldado para que fuera su equipo—. Nos vemos pronto, soldados.
Se formaron cuatro equipos, al de Sammuel se le unió aparte de Jack, otro soldado. Por lo que iban tres personas.
Cuando el sargento abrió la puerta, sigilosamente salieron todos los equipos, cuando fue el turno de Sam, se fueron trotando por la derecha para posteriormente en la siguiente manzana irse por la primera calle perpendicular a ellos.
—Espero que no se nos olvide el camino de regreso —dijo el soldado que se fue con ellos—. Por cierto, me llamo Peter.
Ambos hicieron un gesto afirmativo con la cabeza.
Estaban tratando de abrir cualquier puerta que fuera de una tienda electrónica o algo por el estilo, lo importante era encontrar una radio que contara con parlante y fuera de alta frecuencia para poder entrar en contacto con el convoy o la base militar.
Eran muy pocos los zombis que se veían a la distancia, era extraño verlos tan pasivos y calmados.
Sammuel entró a una tienda de televisores con la esperanza de encontrar algo de lo que buscaban y poder regresar rápidamente al sitio seguro. Había muchas estanterías, pero como bien decía el cartel de la puerta; sólo había televisiones… de todas marcas… tamaños y modelos… y en oferta. Durante un momento pensó en la gente que se atrevió a robar en medio del caos, tomando cualquier cosa que quisiera porque a fin de cuentas no había nadie cuidando o atendiendo cada una de las tiendas de la ciudad. Se imaginó tomando alguno de los televisores indefensos y huyendo mientras corría de nada, porque no habría guardia o recepcionista que lo persiguiera... Aunque sí habría zombis, se estremeció de sólo imaginarse siendo un ladrón perseguido por muertos vivientes.