Todo mundo se estaba preparando para marcharse.
Los soldados pasaban de un lado a otro corriendo con maletines en las manos y mochilas en la espalda. Los científicos iban cubiertos de la cara con una máscara para que nadie viera sus rostros mientras "trabajaban", y los administradores pasaban con ritmo normal de aquí para allá, como si el caos del lugar no los afectara.
La verdad es que nunca pasaban mucho tiempo asentados en una base, siempre cambiaban de asentamiento una vez al año o incluso más de dos veces. No podían quedarse quietos pues entonces los lograrían rastrear y, en consecuencia, los podrían exterminar.
Era un escándalo siempre que eso pasaba, y su cuerpo ya se había acostumbrado al frío de la región sur de Groenlandia, aunque abajo, donde lo tenían, nunca solía llegar la nieve, pero de igual manera siempre hacía un frío que congelaba hasta los huesos del más fuerte.
Aunque esta vez él no se iría con ellos, claro que no, él sabía perfectamente lo que le querían hacer y cómo pensaban terminar con su vida. Después de tanto trabajo arduo para salvar a su familia iba a ser correspondido con ser asesinado con su propia obra maestra, con su propia creación, con su Bacteria Z, y eso al parecer, era lo que más le dolía en el corazón.
Había sido capturado a principios del mes de octubre en el año 2026 mientras salía de su trabajo, que estaba en una Universidad privada en el estado de Minnesota. Los hombres encapuchados tan sólo le permitieron sacar las llaves de su auto del bolsillo antes de que le taparan la boca con un pañuelo empapado de cloroformo y, tras caer inconsciente, subirlo a una furgoneta que los enviaría directamente hasta Nueva Jersey, donde en una embarcación llegarían hasta las playas de Veracruz, en México. Duró casi dos días sin comer hasta que se dignaron a lanzarle pan y agua al contenedor donde se encontraba encerrado a bordo del barco carguero. Una celda mal oliente de metal, donde dormía, comía y bebía en el mismo lugar que defecaba, orinaba y vomitaba, ya que no estaba acostumbrado a navegar en barcos y su estómago no paró de purgar oralmente todo lo que consumía y no consumía.
Tras un par de días de navegación arribaron a un puerto donde, sin la menor delicadeza, lo arrastraron de nuevo a una furgoneta que lo llevó a una base militar abandonada a las afueras de la ciudad donde se encontraban. Estaba rodeada de vegetación y fauna.
Allí ni siquiera trabajó, tan sólo lo dejaron encerrado en una jaula donde lo alimentaban una vez al día y así permaneció durante casi dos semanas.
—¿Qué está pasando? —les preguntaba a los guardias que lo custodiaban cada vez que se acercaban a su prisión.
—Estamos esperando al jefe. —Era lo único que le respondían.
Empezando la noche del dieciseisavo día llegaron por él y lo sacaron arrastrando de su cautiverio sólo para ducharlo con agua helada y presentarlo en una larga mesa donde estaban sentados varios hombres con el rostro cubierto (ahora sabía que eran científicos) y, para su terror, Thomas Collen.
Era Flamante quien lo había capturado.
—Es rápido lo que le voy a decir —dijo Thomas al verlo.
Roger sólo permaneció callado, no tenía nada qué decir, sabía que lo querían para crear algo para ellos… algo con lo que pudieran hacer daño.
—¡Contesta lo que el jefe te diga! —Un golpe en la espalda lo sacó de su estupor.
—¿Qué quieren de mí? —Fue lo único que logró formular.
—Lo que su cerebro nos puede ofrecer. —Collen se puso de pie y se acercó a un proyector para encenderlo. En la pared tras él se reflejaron varias imágenes—. Sabemos que es el mejor biólogo que ha existido en la faz de la tierra.
—Especializado en microbiología —añadió uno de los tipos que tenían la cara cubierta. Un par de otros tosieron para mostrar su incomodidad con la frase “el mejor”.
—Como digan. —Thomas les echó una mirada amenazante—. Lo que necesitamos es… crear algún tipo de microorganismo capaz de generar agresividad en las personas… que pierdan el control de sí mismos y sucumban ante su temperamento, que los haga irracionales, que toda su existencia se base tan sólo en el conflicto y en su necesidad de herir a los demás.
«Pero si el ser humano ya es así…», pensó.
—No se puede crear vida desde cero, eso es imposible —dijo, con la mirada perdida en las imágenes que mostraba.
En el proyector se reflejaban animales e insectos infectados con distintos tipos de virus, parásitos y hongos. Todos los reconoció al instante, desde los menos agresivos hasta los que parecían sacados de pesadillas. ¿Cómo es que la naturaleza podría llegar a ser así de cruel? ¿Esa crueldad ya estaba impregnada en nosotros como los animales que somos?
—Pero sí podemos alterar las células, los genes e incluso el ADN de los seres vivos para modificarla. La vida es tan moldeable como la personalidad misma —dijo uno de los tipos con mascara.
Tenía razón, y eso le daba tanta rabia como su situación misma.
—Necesito que haga que todos nos queramos matar entre todos. Que nos queramos comer vivos, que queramos acabar con la vida del prójimo con una necesidad igual a la de respirar.
—Eso es…