El sabor de la comida militar era ya una delicia para su paladar, el haberse acostumbrado completamente al tipo de comida que daban en la base había hecho que las recetas de su esposa no fueran tan extravagantes y no estuvieran a la misma altura.
—Maldita sea, Mike, estamos en una tienda, ¿por qué no vas a comer algo más decente? —le dijo Will mientras devoraba unas frituras de queso.
—Para mí no hay nada más decente que una buena ración de comida militar estadounidense.
—Mucha razón tiene usted, sargento Michael —les dijo el general mientras levantaba su plato igualmente de comida de la milicia como afán de brindis.
Joshua seguía en un extremo del recinto sin decir ninguna palabra y sin comer ni beber nada. La muerte de su esposa lo había traumado de por vida y, además, le había arrebatado las esperanzas de vivir en paz una vez llegaran a Seattle.
Con gran delicadeza Michael se acercó a él y se sentó a su lado.
—Espero no molestar, Josh, sólo quería asegurarme de que comas algo, llevamos más de veinticuatro horas sin ingerir nada, deberías al menos intentarlo...
—El apetito se me esfumó al igual que la vida de mi esposa… No me creo capaz de poder comer nada en un buen tiempo.
—Al menos bebe algo, debes estar bien hidratado por si necesitamos correr y escapar de nuevo, que, a decir verdad, es lo más seguro —sugirió mientras le acercaba una botella de agua.
Joshua sólo asintió con la cabeza y siguió mirando el suelo con los ojos rojos e irritados por haber llorado hasta dormir.
Michael se levantó y fue con Martin, quien tenía el fémur completamente destrozado. Se detuvo a su lado y se dejó caer de espaldas en la pared hasta quedar sentado.
—Sólo es un golpe, ¿eh?
—¿Un golpe?, ¿bromeas? Es un raspón —dijo mientras ponía una sonrisa sarcástica.
La noche anterior todo mundo escuchó sus gritos de dolor mientras el único médico que quedaba con vida le limpiaba y aseguraba la herida.
—¡Ja! Ya casi estamos, Martin, sólo mantén cien por ciento vendada esa herida, no queremos que ninguna bacteria entre a tu cuerpo porque por mucho que anhele darte un tiro, no lo haré —dijo con sarcasmo.
—Eres un cabrón demente, Mike. Sólo ayúdame a regresar a Seattle con mi familia.
—Tenlo por seguro, amigo. ¿Ya la desinfectaste? —preguntó mientras apuntaba al vendaje, era obvio, pues nadie pudo dormir por sus gritos.
—Sí, un lindo amigo me ayudó a poner el hueso en su lugar, creo que escuchaste cuando lo hizo, je, y después limpió con alcohol y solución para finalizar con este bonito vendaje.
—Juraría que tienes el pie sano si no fuera por la hinchazón, el color morado, la venda y por la cara culo de sufrimiento que tienes.
—¡Ja, Ja, Ja! —se burló—. Muy gracioso “sargento”
—Buena esa, soldado, mantente vivo —terminó mientras se levantaba, había sido un golpe muy bajo.
—Sargento Michael, acérquese por favor —le dijo el General.
—¿Sí, señor? —dijo mientras se colocaba alrededor de una mesa donde estaban más soldados. En ella estaba un mapa de los Estados Unidos y una radio.
—Después de mí, usted es el soldado con más rango aquí, necesito que me aconseje sobre este plan ambicioso que quiero llevar a cabo: verá, las radios funcionan perfectamente, llamamos a Colorado y por desgracia no responden. Después llamamos a Seattle y, ¿qué cree? Washington está libre de infección en su totalidad, al igual que gran parte de los estados vecinos, aunque lamentablemente perdimos a Colorado... la base está infectada hasta el tope, pero Estados Unidos ganará esta guerra, eso se lo aseguro.
»Cientos de caravanas están marchando hacia el sur y hacia el este para limpiar todos los estados posibles, una vez recuperada la mitad del país, será el doble de rápido y fácil limpiar la otra mitad. Ya hay contacto estable con los estados de Montana, Oregón e Idaho, alrededor de las quinientas horas de mañana, las caravanas habrán limpiado California, en estos momentos están teniendo una confrontación en San Francisco, por fortuna el armamento militar que llevan es el adecuado, rápido y eficaz, no como el que traíamos nosotros. Flamante lo pagará caro.
Flamante.
Michael cayó como si los pies le hubieran dejado de funcionar y fue a darse un golpe en el duro concreto. Todos se acercaron a ayudarle y lo colocaron en una silla para que se sentara.
—Sargento, ¿está bien?, ¿qué le ha pasado?
—Nada, sólo que no he comido bien estos últimos días —mintió mientras le regresaba a la mente, como si de una piedra se tratara, todo lo que en realidad había pasado. Un atentado, llevado a cabo por la organización terrorista Flamante. Flamante...
—Entonces deberá ir por otra cosa para comer una vez le termine de explicar el plan, así que acérquese. Bien, nosotros estamos aquí, en Utah, debemos ir a Colorado, como desde un principio tramábamos. Ahí hay datos que necesitaremos para llevarlos a Seattle, una vez los tengamos, pasaran a recogernos en helicópteros. Es nuestra última misión, soldado. Sólo debemos llegar a la base militar, tomar los datos y largarnos de aquí.