Día Z: Apocalíptico I [ahora en físico]

32-Colorado; Michael.

—¿En qué piensa, sargento? —le preguntó Will.

—En nada que importe, William, estamos muy cerca de llegar a nuestro objetivo, tal vez sólo tengo la cabeza pensando en eso.

—Y después de eso, al fin paz —agregó mientras le daba una palmadita en la espalda.

—Al fin paz —dijo Martin, quien estaba en los asientos del frente.

—¿Alguien escuchó a un cojo hablar? —dijo Will.

—Pregúntale a tu madre —le respondió Martin—. Ella sabe bien que soy manco de día y cojo de noche.

—Hijo de perra, ¡Ja! ¡Ja! —rio—. ¿Está seguro de que no quiere rociar sangre de zombi en la pierna de Martin, sargento?

Michael no pudo evitar reírse al igual que los demás que iban en el camión.

El vehículo en el que iban era el genérico militar; un camión con barrotes en la parte trasera y una ametralladora en la parte frontal superior. No había nada cubriendo los tubos de metal, por lo que se veía perfectamente hacia afuera.

El sol yacía rojo frente a ellos, estaba en ese hermoso punto en el que lo puedes ver sin que dañe tu vista, donde el cielo parece un arcoíris con los colores rojos, morados y azules que refleja. Martin y Will notaron que Mike se quedó viendo al sol y ambos lo imitaron, los tres soldados que habían superado el infierno en vida miraron el horizonte con reflejos de luz iluminando sus ojos, haciendo que por poco un par de lágrimas resbalaran por sus mejillas.

El general se asomó por la ventanilla que separa la cabina del conductor y dijo:

—Muchachos, hemos llegado.

Todos se pararon al instante para ver enfrente del camión, hasta Martin. El gran cartel que anunciaba que por fin habían llegado a Colorado se levantaba ante ellos.

«Y después… mi familia», recordó Michael.

—Queda alrededor una hora de luz —continuó el general—. Alcanzaremos a llegar a la base militar, nos quedan unos veinte minutos de trayecto, está muy cerca de aquí.

—No puedo creer que al fin hemos llegado, estamos tan cerca de finalizar la misión —dijo William mientras se dejaba caer a su asiento.

—No me puedo creer que siga vivo —resopló Martin mientras se tocaba la pierna rota.

—Estamos por acabar exitosamente esta misión, muchachos, al fin podremos descansar como nos lo merecemos, al fin… —los alentó Michael.

—Ya sólo llegamos a la base y esperamos los helicópteros, es como un sueño hecho realidad —dijo Martin mientras cerraba los ojos como si estuviera imaginando el cielo.

—General —dijo Michael—. ¿Qué buscamos exactamente en la base?

—Tan sólo son papeles y registros, nada importante —respondió con nerviosismo.

—Si no es nada importante, ¿por qué vamos a recogerlos? —le susurró Will mientras hacía en gesto de confusión.

—No estoy seguro, pero debemos estar alerta, por cualquier cosa —le dijo mientras movía sus ojos en dirección a todos los del camión—. Mejor no hagamos más preguntas... Y sólo acabemos la misión.

El sonido de hélices de helicóptero los hizo detenerse completamente.

—¡Los del equipo de extracción! —gritó un soldado.

Del lugar del que venían aparecieron dos aeronaves y con una gran velocidad rebasaron al convoy militar, eran negros casi en su totalidad, a excepción de un par de franjas naranjas recorriéndoles el metal de los costados de extremo a extremo. Esos colores sólo podían significar una cosa: Flamante.

—No... No son los de la extracción —dijo Michael casi como un susurro.

—¡Van en camino a la base militar, señor! —gritó un soldado desde el camión de atrás.

—¡Pues entonces lleguemos antes que ellos! —le respondió de igual manera el general—. ¡Aceleren, hijos de perra!

Arrancaron el vehículo de una manera estrepitosa y aumentando la velocidad tanto como podían, todos en la parte trasera estuvieron por caerse de sus asientos, pero si Flamante iba al mismo objetivo, necesitaban llegar antes y lo más rápido posible. Cruzaban calles enteras en segundos, la velocidad era tal, que si chocaban lo más seguro es que absolutamente todos murieran tan sólo por el impacto. Si antes les iba a tomar veinte minutos llegar, ahora en menos de cinco estarían ahí; y eso era lo que necesitaban.

—¡Preparen sus armas! —ordenó el general mediante el radio, haciendo que todo el convoy escuchara fuerte y claro.

—Mierda. ¿De nuevo a combate? —bufó Martin mientras se incorporaba en su asiento.

—Tú eres un soldado herido, en el momento en el que te cuesta levantarte o sostener un arma a causa de una herida, te conviertes automáticamente en un civil que debe ser evacuado —espetó Michael mientras lo sujetaba del pecho y le hacía ademán de que se recostara y se calmara.

—Gracias... Sargento.

—¡Soldados! —gritó Mike mientras miraba a los otros tres militares que iban con ellos en la parte trasera del camión—. ¡Ahora todos ustedes forman parte de mi escuadrón!

—¡Sí, señor! —respondieron al Unísono.

—¡Aún no sabemos si atacaremos o defenderemos la base una vez lleguemos! ¡Pero encarguémonos de que sea nuestro último trabajo de la semana! ¡Mucho hemos hecho por el país! ¡Acabemos con esto!




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