Era ya de noche, y sin contratiempos mayores más que paradas para orinar y desvíos por culpa de calles repletas de autos, lograron entrar a Utah.
No llevaban ni veinte minutos conduciendo cuando se toparon con una masacre militar en una tienda 24-Hrs; había todo tipo de animales rondando por aquí y por allá y, sobre todo, había decenas de cadáveres tanto humanos como silvestres frente a dicha tienda.
—Creo que nos hemos topado con lo que la caravana mencionó —dijo el sargento—. Dios mío...
Había animales comiendo cadáveres putrefactos y una cantidad de zombis militares abrumadora, todos observaban el camión e intentaban ir tras él con pasos torpes.
—Al parecer ya no es una caravana... —Mencionó Jack mientras señalaba con la cabeza los vehículos militares destruidos, volcados e inservibles.
Pasaban exactamente frente a la puerta de la tienda, cuando Sammuel, de manera despistada, volteó a uno de los camiones. Se le heló la sangre por completo y el corazón se le comenzó a acelerar de una manera tan frenética que su respiración se descontroló totalmente haciendo que se cayera del asiento entre un intento por gritar y respirar; pataleó y se sacudió tanto que parecía que se estaba convulsionando, intentaba tragar aire, pero sus pulmones no se estaban inflando y sólo hacía que le doliera el pecho.
—¡Médico! —escuchó vagamente al sargento gritar.
La cara de Jack la tenía justo encima suya, quería gritarle que se detuvieran y pararan el camión, pero ni siquiera tenía aire para pronunciar una palabra o un pequeño ruido.
Comenzó a perder el conocimiento y todo a su alrededor se empezó a oscurecer y opacar, dejándolo en un intenso e infinito negro que se extendía por todos lados.
Estaba consciente en su letargo, intentaba gritar que detuvieran el autobús, pero las palabras sólo resonaban y rebotaban por su cabeza.
Comenzó a sentir que le presionaban el pecho muchas veces y repetidamente, de pronto sintió cómo sus pulmones respiraban aire fresco y la oscuridad donde estaba hundido se transformó en un blanco infinito. Por mucho que intentaba despertar, en ningún momento lo logró. Y así sintió que pasaron horas.
Despertó.
La oscuridad dentro del camión era casi absoluta, tenían las luces interiores apagadas y no lograba distinguir bien las caras. En el exterior las lámparas estaban apagadas, y había una obscuridad total rondando las calles y los edificios.
—Las lámparas ya no se encendieron hoy —dijo el sargento cuando notó que se movió—. Tu amigo se durmió hace unas horas al ver que no despertabas —mencionó mientras apuntaba con la mirada a Jack, quien estaba recostado a su lado.
Sammuel observó a su alrededor; sólo había dos soldados despiertos y el conductor.
—El mundo está entrando en las tinieblas. Si hoy ya no funcionaron las lámparas, después será el agua, y después ya no habrá comida. —Sammuel estaba callado, aún se sentía aturdido—. Si no logramos contener toda esta mierda en este mes, probablemente ya nunca lo podremos hacer... y aunque hay esperanza, esas cosas que vemos por las ventanillas nos la quitan de inmediato. Ojalá hubiera manera de decirle a Seattle que no hagan ningún movimiento hasta hacerle pruebas a la sangre que llevas en ese frasco.
—¿Qué hora es?... —formuló Sam, sentía que el mundo le daba vueltas. Intentaba entender todo lo que le decía Jameson.
—Casi las seis de la mañana, el sol no tarda en salir y faltan cinco kilómetros para llegar a Colorado.
—Mierda... —se quejó mientras se incorporaba en su asiento.
—¿Qué viste que te desmayaste? —le preguntó.
Sintió de nuevo que el aire se le fue, pero esta vez logró controlarse lo suficiente como para tartamudear al hablar.
—L-la esposa de... mi hermano —dijo casi susurrando.
—¿Qué dijiste? —preguntó confundido.
—Vi a la esposa de mi hermano dentro de un auto... sin la garganta y... creo que moviéndose. —Recordó casi llorando.
Esta vez lo dijo con un tono más alto, haciendo que Jack y algunos otros del camión despertaran.
—No alcancé a ver a mi hermano, tal vez siga vivo... Debemos volver, sargento —le rogó tomándolo de la chaqueta militar.
—Entienda que eso es algo estúpido, Sammuel.
—Debo revisar que mi hermano no esté entre los cadáveres de la caravana...
El color le volvió al cuerpo y sintió que absorbió más aire que en toda su vida.
—Mi hermano está en la caravana —le dijo a Jack mientras lo tomaba de los hombros, haciendo que pusiera una cara de desconcierto—. ¡Pise el acelerador, debemos llegar cuanto antes!
—La familia es la familia —dijo el sargento mientras daba autorización al conductor de aumentar la velocidad—. Ahora sí tiene sentido lo que pides.
—Ya verás que Joshua estará de maravilla, nos estará esperando para irnos de aquí en un helicóptero —le dijo Jack mientras lo tocaba del hombro y le sonreía.
—Señor, hay movimiento —les informó el conductor. Todos se asomaron por las ventanas y efectivamente, decenas de zombis se movían de un lado a otro en dirección a la carretera principal, parecía que avanzaban a donde ellos iban—. Neblina a cien metros.