Su reloj estaba de un color opaco y lleno de polvo, el trabajo en la tierra lo estaba agotando totalmente, llevaba años sin haber laburado así.
Eran las 06:15 PM del día 7 de noviembre y su vida al fin tenía un ritmo claro.
Ahora eran casi cincuenta los integrantes de la pequeña resistencia que Brad había hecho. Necesitaban mantenerse unidos, cultivar comida y generar agua.
Se habían movido de su posición en la frontera de Tijuana. El trabajo había sido laborioso y no por que llevaran consigo muchas cosas, sino porque mover a una masa de personas entre las calles era algo difícil y sobre todo por los zombis acechando el lugar.
—Todos debemos irnos de aquí, no hay tierra para sembrar, no hay pozos de agua, no hay nada para sobrevivir por más de un mes y cada día se nos une una o dos personas —mencionó Brad en una asamblea que convocó con los más fuertes del grupo, incluido Victor.
—No tenemos ningún lugar a dónde ir, viejo —le dijo uno de los integrantes mientras se inclinaba en sus rodillas.
—Hay un superviviente en este recinto que tiene una granja a las afueras de la ciudad. ¿Sabes lo que eso significa? —Hizo una breve pausa—. Ganado, cultivos, agua potable y establecimientos grandes para vivir.
—¿De qué nos va a servir? —mencionó un tipo que se llamaba Chuck, que antes de la tragedia se dedicaba a arar los campos y vender los frutos.
—Recuerden que estamos estancados sólo hasta que se encuentre alguna cura, hasta que el ejército haga algo o hasta que vengan a rescatarnos. No nos quedaremos de por vida, pero sí un buen tiempo.
—Suponiendo que de verdad hagan algo, esa es una opción, pero se ha oído muy poco por la radio, sólo mencionan caravanas, pero no el avance que llevan —interrumpió Victor con ese tono de voz que usaba en las cortes cuando era abogado—. Sin embargo, una granja es el mejor lugar en el que podemos estar.
—Hay decenas de razones, chicos. —Brad intentaba convencerlos, de verdad quería irse de ahí—. Como es por las afueras no habrá muchos zombis, podremos cultivar todo lo que queramos, podemos construir cercas de acero y púas, podemos criar animales de granja y comer carne fresca, tendremos pozos de agua que nunca dejarán de manarla y tenemos armas para defendernos.
—¿Armas? —preguntó un carnicero llamado Ryan—. Yo no veo ningún arma por aquí.
—¿A caso no escuchaste la guerra de hace cuatro días? ¿El día del atentado? Cada manzana que avanzamos en las expediciones nos topamos con cientos de cadáveres de militares con armas pegadas al cuerpo —contestó Roger mientras lo miraba con ojos de desinterés, el palillo que movía entre sus labios y dientes hacía que pareciera el más sereno del lugar.
Ryan se quedó callado y se recargó en el respaldo de su silla.
—¿Tenemos un plan? —preguntó muy ansioso un tipo que se dedicaba a la venta de flores llamado Bob.
Roger y Steve, quienes eran los militares de las expediciones, se miraron fijamente mientras éste último sacaba un papel doblado de su bolsillo y se lo entregaba a Roger.
—Hemos trazado ya una ruta desde aquí a la granja —comenzó a explicar mientras leía el papel—. Somos sólo treinta y dos, este par de días hemos acercado hacia aquí dos camiones militares poco a poco, esta mañana los hemos logrado colocar junto a la puerta, podemos dividirnos en dos grupos de quince personas además de los conductores y copilotos de cada autobús. También los hemos rellenado de gasolina poco a poco, pero no creo que nos acabemos ni la mitad de lo que le echamos; la granja queda a una hora más o menos, llegaremos rápido. Nadie tiene pertenencias, todos llegaron aquí sólo con lo que traen puesto. Recomiendo irnos ahora mismo, e igual por el camino podemos rescatar a un par más de personas. Una granja conlleva mucho trabajo y requiere de mucho personal. También por el camino podemos aprovechar para juntar todo el armamento que sea posible, armas, munición, bombas, granadas, todo lo que se pueda. La granja queda lejos de la civilización, pero es rápido llegar a la ciudad, por lo que podemos usar los camiones para ir y venir si necesitamos algo, creo yo que es la mejor opción que podemos tomar. Además, estamos muy apretados aquí en este sótano. A veces la fila para entrar al baño es de hasta cinco personas —dijo esto último en tono sarcástico.
—Venga, Rog, déjate de bromas —le rezongó Brad.
—Sí, señor, lo siento. Bueno, como les decía; podemos irnos ya, literalmente. Podemos escaparnos de la ciudad e irnos a la granja. Y siendo sincero, quiero que sea lo antes posible.
—Entonces, ¿qué opinan ustedes? —Brad miró a cada uno de los que estaban sentados a su alrededor.
—¡Vámonos! —comenzaron a decir la mayoría. Tan sólo los conformistas o los recién llegados eran los que se negaban rotundamente.
—Bien, digámosles a todos.
Una vez que todo mundo estaba preparado, Brad hizo su pequeño maletín con varios papeles, un arma y las fotos de su hijo desaparecido.
Hicieron una fila, al frente iba Steve, después Brad y seguido de él, Victor. Al abrir las puertas del sótano comenzaron a caminar lentamente hacia el exterior y tal como había dicho Roger, quien estaba hasta el final de la fila, los camiones estaban justo frente a la acera.
Steve comenzó a hacer señas de que subieran a los vehículos, no se veía mucha actividad por los alrededores, pero esa no era la parte más peligrosa del viaje. Cuando Victor subió, notó muchos suministros de comida y de primera necesidad en el camión apilados unos de otros. Quien iba entrando se iba sentando tanto en el suelo como en los asientos.