Día Z: Apocalíptico I [ahora en físico]

42-Sin Mirar Atrás; Victor.

Era la mañana del 8 de noviembre, la neblina que se había hecho tan frecuente estaba comenzando a evaporarse por el calor del sol, lista para volver a salir el siguiente día.

Se quedó toda la noche cavando a varios cientos de metros de la hacienda, haciendo un agujero para poder sepultar a Brad. Negó la ayuda de todos, él quería hacerlo solo, sentía la necesidad de ese favor tan grande que le había hecho; darle una razón para vivir.

Cada vez que metía la pala en la tierra húmeda derramaba lágrimas, algo que se había hecho tan común para él últimamente.

Victor tomó el cadáver de Brad, quien tenía un balazo en el cráneo para asegurar que pudiera descansar en paz y no resucitara en una de esas bestias caníbales, y lo dejó lentamente dentro de la fosa que había creado para después taparla nuevamente, no sin antes vaciar una bolsa de semillas de árbol de manzana junto con él.

—Nos volveremos a encontrar, Brad. Volveré aquí y podré recostarme bajo tu sombra a contarte qué pasó todos los años que estaré fuera…

Se fue caminando a la hacienda, donde ya tenía una mochila preparada con comida y armas. Todo lo necesario para su viaje a Seattle, además de un vehículo funcional y galones de gasolina en el maletero. Tenía pensado conducir a máxima velocidad, sin importar los zombis ni nada más.

«Estaré en Seattle en menos de 24 horas», pensó mientras se colgaba en la espalda su pesada mochila.

—Entonces nos dejas… —dijo Roger, quien lo esperaba en la puerta junto con Steve.

—Tengo que cumplir una promesa, Rog, sé que sólo soy uno… pero espero poder hacer algo…

—Tu coraje es tu mejor arma, Victor. Probablemente puedas hacer mucho más que el mejor escuadrón de la milicia. Sinceramente yo confío en ti y en que nos vengarás a todos nosotros, a lo que hemos perdido… —terminó mientras apoyaba su mano en el hombro de Steve, quien tenía los ojos llorosos.

—Prométanme que van a cuidar a toda esta gente, volveré… Y espero que Valle Esperanza siga floreciendo cada vez más…

—Así será amigo, te esperaremos con los brazos abiertos.

—Y si ven que no vuelvo más… tan sólo piensen… que lejos en alguna parte, los voy a extrañar…

Estrecharon sus manos y Victor subió al vehículo.

Comenzó a conducir para encontrar la carretera principal, no conocía muy bien la zona y ya no tenía un celular o dispositivo que tuviera alguna aplicación de mapas o ubicación, se tenía que guiar por las señales y letreros que se encontraba por el camino, sólo sabía a ciencia cierta que al encontrarla debía seguirla recta.

—Sin tráfico, sin peatones, sin semáforos y a un exceso de velocidad. Llegaré a Seattle para mañana en la noche —dijo en voz alta mientras sacaba de su mochila un mp3 que funcionaba con baterías al que le había colocado una tarjeta de memoria que tenía canciones variadas de todos los géneros, un regalo que le había dado uno de los niños del refugio, y le conectaba un cable auxiliar para conectarlo al auto y así ir escuchando más que sus pensamientos durante el largo viaje.

Volteó una vez hacia atrás sólo para ver cómo se alejaba cada vez más de la granja mientras sonaba The Reason de la banda Hoobastank.

Regresó su mirada al frente y se dejó llevar por el viento y la velocidad mientras comenzaba a cantar en voz alta con lágrimas en los ojos.




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