—Estamos todos conscientes en esta sala de que este plan podría significar la diferencia entre ganar o perder.
Michael estaba de pie recargado junto a la puerta con los brazos cruzados. Era la gran sala del edificio al que lo habían llevado la vez pasada, sólo que esta vez estaba totalmente llena por gente de todo tipo; soldados, generales, oficiales, sargentos, políticos. La luz de la mañana entraba por los ventanales de la pared.
—Si este plan sale mal sería el fin del mundo como lo conocemos, de hecho, si sale mal, no nos quedará más mundo —dijo alguien que estaba en la sala—. Es nuestra única salvación. Nuestra última esperanza.
—Trabajaremos para que salga bien, oficial, verá cómo salimos de ésta. Ahora sí, puede comenzar, subsecretario Mason.
—Bien, comencemos —asintió Mason mientras apagaba las luces de la sala y dejaba ver en la pared una proyección del mapa global—. Este es el planeta un día antes del atentado, como podemos ver, los colores son los naturales, ninguna zona infectada aún. Ahora. —Cambió de imagen en el proyector—, éste es el planeta un día después del atentado, el mapa está lleno de puntos rojos casi en su totalidad, excepto…
—Excepto en Groenlandia —adivinó uno de los soldados que estaban con ellos.
Los murmullos en la sala comenzaron.
—Nuestro secretario de defensa, el señor Sokovich, logró descifrar información en el misil que logramos interceptar aquí en Seattle, según él, fue controlado remotamente desde una pequeña región en la zona sur de Groenlandia, o al menos, desde ahí fue lanzado.
Michael notó que el señor Sokovich era el mismo que no paraba de rascarse la oreja una y otra vez en su último encuentro.
—Entonces, como decía —continuó el subsecretario Mason—, hay una gran probabilidad de que ahí esté su base de operaciones principal, hay muy pocos rastros de infección en esa región. Y no tienen nada qué ver las temperaturas extremas, ya que la bacteria sobrevive al calor y el frío sin ningún problema.
—De hecho, yo estoy seguro de que ahí es, las probabilidades quedan acertadas al verificar la información. —Sokovich no dudó ni un segundo.
Todos los que estaban en la sala comenzaron a hablar entre ellos, abrir, cerrar carpetas, llamar y firmar cosas.
—Bien, este es el plan. —El general Esposito se puso de pie—. Enviamos nuestros drones de reconocimiento más veloces el día de ayer. Al llegar a la zona nos dimos cuenta de que es el sector sur A-4, lugar en el que en la guerra fría encontramos bunkers soviéticos de avanzada. Hay tres en la zona, por lo que dividiremos el ejército en esas mismas partes. Son grandes construcciones donde fácil podría vivir todo Flamante si así quisiera, nosotros dejamos de vigilar esas zonas hace ya muchos años, por lo que es una buena zona para resguardar toda su organización, no buscaríamos en un lugar así. Iremos miles de soldados, sólo nos tiene que salir bien una vez. Cada equipo investigará un bunker, el primero en encontrar algo llamará a los demás y se reunirán para comenzar el ataque. Sabemos que tienen al doctor Roger Williams y que posiblemente haya sido él, bajo amenazas, el creador de la bacteria Z. Él es civil prioridad uno, tienen que traerlo a salvo cueste lo que cueste. Si algo sale mal, lo matan.
—Y junto con él se va la cura para esta maldición —habló el sargento Jameson.
Michael lo miró de reojo y cruzaron miradas. La muestra de sangre que había recolectado Sammuel, como Jameson le mencionó a Mike, había sido perdida en su asalto en el helicóptero, según él era una pista para encontrar la cura y ahora no tenían nada.
—Creo que está de más mencionar la prioridad de objetivo de Thomas Collen. Lo necesitamos vivo o muerto, y si es muerto, procuren que sufra mucho antes de estarlo. —Esposito se volvió a sentar—. Pueden retirarse. Sólo quédense los lideres de escuadrón, oficiales y sargentos.
La mayoría de los presentes se levantaron tras haber cerrado sus carpetas y acomodarse los pantalones. Caminaron hacia la puerta y salieron sin decir ninguna palabra. El peligro de la misión los ponía nerviosos y sobre todo creaba una tensión fácil de palpar. La sensación de poder ganar o perder era adrenalina difícil de contener.
Jameson se puso al lado de Michael a la hora de sentarse en la gran mesa.
—La misión se hará el día diez de noviembre —dijo el general Esposito repentinamente.
—¿Tan pronto? —Michael no pudo resistirse a hacer esa pregunta.
—El secretario de defensa, Sokovich, así lo recomienda. Dice que mientras más pronto mejor, además, la mayoría de los escuadrones y caravanas ya han regresado. Tenemos a disposición cerca de doce mil soldados, tenemos aviones cazas, tanques e incluso bombarderos. Podemos atacar fácilmente ya que estimamos que en Flamante no hay más de mil integrantes, incluso me atrevería a decir que ni siquiera quinientos, pero puede haber sorpresas y claro, zombis.
—Doce mil serán suficientes —habló el sargento Miller—. Yo pido ser el capitán de uno de los tres escuadrones.
—Yo otro —solicitó Jameson.
Hubo un silencio incómodo. Nadie quería liderar a cuatro mil soldados y llevarse toda la culpa si perdían.
—Y usted será el tercer capitán, sargento Michael. —El General Esposito lo señaló—. De los pocos que han pasado más de una semana allá afuera y han vuelto para contarlo. Así que está decidido.