Día Z: Apocalíptico I [ahora en físico]

47-La Última Piedra; Sammuel.

—¡¿Cómo es que quiere llevarse a mi hijo en su estado actual?! —le gritaba su madre al sargento Jameson.

—Esta decisión sólo la puede tomar él, señora. Yo sólo lo estoy sugiriendo, ni siquiera estoy tratando de convencerlo. —Su tono serio y arrogante se hacía notar demasiado.

—Hermano, no estoy seguro de que esto sea una buena idea…

—Calma, Joshua, estoy consciente del riesgo que corro allá afuera, te recuerdo que yo también he caminado entre los muertos. —Sammuel tenía claro su veredicto, pero no quería verse tan descarado al decirlo sin si quiera pensarlo.

La mañana había comenzado tranquila, para variar, su movilidad era buena, aunque le dolía el cuerpo como si recién llegara del gimnasio tras un día de hacer abdomen y pierna. Mientras almorzaba recordó la noche de brujas previa al atentado, sus deseos de salir de la rutina por una causa externa al final de cuentas se hicieron realidad. «¿A qué costo?», pensaba sin parar.

—La misión es simple, muchacho. Iremos por el doctor Williams, creador de la bacteria Z, sabemos que tú tienes una pista acerca de cómo crear la cura, eres quizá la persona que está más cerca de averiguarlo, o quizá sólo al único que de verdad le interesa. En cualquiera de los casos, los rescates nunca salen bien, quizá mientras más tiempo puedas pasar con el señor Williams durante el rescate, más tiempo tendrás para sacarle información. En caso de que esté muerto al llegar, es más seguro para mí que seas tú quien busque en los laboratorios cosas que nos puedan servir, obviamente irás acompañado de más expertos, pues es obvio que no eres un biólogo ni mucho menos un científico. Hay hilos en tu cabeza que debes atar, quizá ir te ayude a trenzar el nudo.

«Sí, sí y mil veces, sí», quiso gritar en ese momento.

—Madre está bien, tengo que ir. —Finalmente habló.

—Excelente decisión muchacho, te veré mañana a las 0700 en el hangar 4, partiremos a las 0800, y por favor, ninguna palabra a nadie —terminó sin esperar respuesta y se marchó.

Sammuel sentía una satisfacción inigualable.

—¿Eres estúpido? —Su madre lo bajó de las nubes con una bofetada.

—Madre, es lo que tengo que hacer —contestó mientras se frotaba la mejilla.

—¡Para eso hay soldados! ¡Para eso hay científicos! —rezongaba—. ¿Para qué diablos te necesita a ti? ¿No que eres muy importante? En ese caso te debería dejar aquí a salvo conmigo —terminó en llanto mientras lo tomaba de la chamarra que llevaba puesta.

El frío del invierno los comenzaba a cubrir y el vapor de sus bocas se notaba al hablar.

—Si no voy, no habrá futuro para nadie, madre. Yo no quiero vivir así para siempre, yo no quiero estar atrapado en un muro de metal con miedo a que algún día algún zombi venga y por una simple mordida nos tengan que matar. Quiero que todos los soldados que salen puedan volver, mordidos, pero conscientes y no transformados en monstruos. Quiero poder ver cómo se reconstruye un mundo desde cero, y si eso es lo que quiero, debo ir.

—Dime por favor que no estuviste pensando decir esa mierda todo este rato, cabrón. —Jack llegó a sentarse con ellos—. Pinche discurso de película te aventaste wey, ahora es cuando nos despedimos y te vas con lágrimas en los ojos prometiendo volver.

—¿Tenías que llegar a cagarla? —Joshua estaba por reírse.

—Tienes que prometerme que volverás… —Su madre hablaba enserio.

—Lo prometo, madre.

—Mira hermano, no sé a dónde irás, ni cuándo, ni con quién, pero te aseguro desde este preciso momento que no iré contigo. La última vez que te seguí a buscar a tu hermano recuerdo bien que mi vida corrió peligro unas cuantas cientos de veces.

—Mira, Jack, por qué no te comes tu mierda que tienes en el plato y cierras de una vez la boca. —Sammuel estaba muy irritado, pero lo entendía. Además, su amigo nunca fue bueno para callarse en momentos de seriedad.

—Con gusto —terminó mientras se metía a la boca un trozo de pan con papa.

—Iría contigo, Sam, pero con mi brazo así no iré más que a estorbar —dijo Joshua mientras movía el muñón de su brazo.

—Quédate a cuidar a nuestra madre, yo estoy seguro de que me irá bien, sólo será ir y venir, rápido.

—¿Será la última vez que nos separamos? —preguntó su madre.

—Esta será la última piedra del camino, madre.




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