Día Z: Apocalíptico I [ahora en físico]

3-Vacaciones; Victor.

—Hola, cariño —le saludó su esposa mientras él dejaba su saco en el respaldo de la silla.

—Hola... —dijo en un suspiro.

—¿Pasa algo? —Su mujer temía lo peor.

—Mi cliente y yo perdimos el juicio, a fin de cuentas las pruebas no fueron suficientes para que el sospechoso fuera el ladrón de su casa.

—Oh... —exclamó mientras se acercaba por detrás—. Lo siento, querido. Sé que te encanta ganar...

—Déjalo así, Jessica. —La apartó con delicadeza, a pesar de estar agobiado jamás se atrevería a hacerla sentir mal—. Súbeme un café, por favor. ¿Y los niños? —preguntó mientras subía las escaleras hacia su habitación.

—Afuera pidiendo caramelos. Se creen muy estadounidenses tus chamacos, Victor.

—Pfff… —bufó—. Llámale a Johana, dile que estén aquí antes de las diez de la noche.

Victor Price llegaba de su oficina a las 9:30 pm. Era abogado público y vivía por las fronteras de Tijuana, México. Él era mitad estadounidense y mitad mexicano por parte de su madre, quien había cruzado a los estados unidos desde muy chica. Sabía hablar inglés perfectamente y dominaba otro par de idiomas, así abría más oportunidades en su campo laboral.

Subió a su recámara y se quitó los zapatos para tirarlos en un rincón de su recamara. Estando acostado se dio cuenta que ya llevaba mucho tiempo sin unas vacaciones, hacía mucho que no iba a la playa o alguna feria, a pesar de que tenían una a un par de horas.

—Debería... llevar a mi familia de paseo por un par de días —se dijo en voz baja.

Sacó su celular y revisó su agenda. Tenía libre el día uno y dos de noviembre. Miró rápidamente mediante una aplicación cuánto saldo tenía en su cuenta bancaria.

«Sí, tengo lo suficiente para ir a la playa», pensó, de verdad se estaba emocionando, era lo que necesitaba su familia para salir de la rutina.

Abrieron la puerta y llegó su esposa con un par de panes y una taza de café, negro y sin azúcar, justo como a Victor le encantaba.

—Gracias —le dijo con una gran sonrisa en el rostro.

—¿Iremos el día primero de noviembre a ver a mis padres al cementerio en Chiapas? —le preguntó mientras se sentaba a su lado.

A Victor se le borró la sonrisa al instante y sus esperanzas de ir a la playa se desvanecieron por completo.

—¿El uno? —fue lo único que logró formular mientras daba un sorbo al café.

—Si, ¿algún problema?

—No, está bien. Iremos, nos hacen falta unas vacaciones, ¿no crees? Que mejor lugar que Chiapas.

—¡Gracias! —dijo mientras lo abrazaba y le daba varios besos.

Su esposa había dejado todo atrás para irse con él a Tijuana y no había día que Victor no se lo recordase entre besos y caricias, aunque al principio había sido duro adaptarse a una nueva ciudad, con el apoyo de Victor pronto lograron formar una familia como dios manda. Llegaron a ser tan felices como nunca, de verdad se amaban y era tan unidos como ninguna otra familia en la ciudad.

De pronto tocaron el timbre de la casa y Jessica bajó a abrir la puerta.

«Adiós vacaciones playeras», se dijo para sus adentros.

Si su esposa hubiera llegado cinco minutos más tarde, ya habría reservado un hotel. Se sentía contento de no haberlo hecho.
Escuchó cómo en el piso de abajo llegaban sus hijos; Johana y Jorge. Éste último tenía 6 años, era 7 años más chico que su hermana. El hijo menor subió corriendo las escaleras y entró a la recamara de su padre.

—¡Mira! —presumió con ternura—, ¡todos los dulces! —finalizó mientras vaciaba su cubeta en forma de cabeza de Zombi.

—Vaya... cuántos son —fue lo único que pudo decir, se sentía cansado y agobiado del arduo día que acababa de pasar.

Todo era perfecto en su vida... O eso quería aparentar. Su constante depresión al no ganar un caso lo convertía en alguien insoportable. Su esposa ya estaba preparada para lo peor cuando él le dijo que había perdido el caso; pastillas.

Había 2 tabletas en la bandeja junto con el café y el pan.
Aunque él odiaba tomarlas pues, según él, "Lo dejan vulnerable al estar dormido por tanto tiempo".

 Cerró los ojos y se introdujo las dos en la boca después de acabarse el pan y el café. Se relajó un momento y después de un día extremada y aburridamente largo, durmió.

 

 




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