Diablos en las estrellas

V.5.

—Muchos seres humanos se sienten aún hoy en día como prisioneros por los designios de unos genios locos del pasado —continuó Mercurio—, que se abrogaron el derecho de determinar nuestra forma de vida en virtud de sus paranoias y de sus miedos. La creación de los vampiros es el acto más antinatural de todos, el acto de guerra definitivo, pues nos convirtió en una especie atada a ella, una especie sin otro rasgo que su belicosidad, y de paso nos hizo a aquellos incapacitados para la guerra simples proveedores de energía para los héroes, que nos consumen, que nos desgastan, en los utilizan.

—Aun así, usted no deja de hablar de la grandiosidad de los vampiros y ama a uno de ellos, a su líder —dije—. ¿No le parece una contradicción?

—No es una contradicción, en realidad. En efecto, no puedo ignorar la historia y si me pongo en los zapatos de quienes vivieron aquella época, apenas si puedo imaginar el terror paralizante que debieron padecer. No solo descubrieron que los rondaba una especie de tecnología aparentemente irresistible, ustedes, sino que igual de irresistibles se les hicieron realidad algunos de los seres que ellos habían considerado solamente mitología popular, creencias irracionales de los insomnes que tienen que ver monstruos y deformaciones para justificar el tiempo perdido de su fastidiosa vigilia. Para ellos aquello debió haber sido el cambio más denigrante que sintieron en sus vidas, pues súbitamente habían pasado de ser libres a esclavos primero, para luego ser liberados por unos héroes que no nos darían la libertad gratuitamente, sino que a cambio de ella exigían la tutela de la humanidad entera y que le fueran entregados los cuellos deliciosos de los hombres y mujeres deseados sin ninguna condición. Nos convertimos de cualquier manera en seres inferiores, a los pies de una raza superior, que esta vez se manejaba dentro de nuestro propio mundo, que siempre había sido parte de él y que estaba tan intensamente imbricada a nosotros que ellos eran, de hecho, parte de nosotros mismos, transformados por una misteriosa y hasta ese momento inadvertida triquiñuela genética que ponía a cualquiera de nosotros en riesgos de terminar siendo uno de ellos. Este cínico juego de alteridades nos enfrentó a nuestros monstruos internos, literalmente. No sólo eso, sino que nos enfrentó con fuerzas propias de unos seres que traían consigo sus propias leyes y sus propias formas, y súbitamente todo el mundo se dio cuenta de que una dictadura absolutista y vitalicia se hizo del mundo entero, pues los nuevos amos traían hasta su propio Jefe de Estado, que resultó ser un rey que llegó a su lugar actual actuando de la forma en la que es natural para estos seres, mediante la violencia y la muerte. Este nuevo rey del mundo es una suerte de nuevo Sumo Pontífice, tal cual como tuvimos durante mucho tiempo en buena parte del mundo, pero este pontificado era mucho más siniestro, oscuro y violento, un pontificado que amenazaba sin ninguna vergüenza a las masas con torturas y castigos inimaginables. Por lo menos el pontificado católico ofrecía en la antigüedad un paraíso luego de la muerte, pero estos no ofrecían nada salvo un dolor que se sentiría como eterno si desobedecíamos y lo peor de todo es que muy pronto descubrimos que muy poco podíamos hacer en realidad para evitar la nueva situación, a pesar de que somos una mayoría numéricamente abrumadora.

—Habla usted de la Revolución Salvadora.

—En efecto. A pesar de que he estudiado esa época con insistencia, no puedo siquiera imaginarme lo que pudo llegar a ser pertenecer a uno de esos grupos de soldados improvisados que a lo largo y ancho del mundo se prepararon para una guerra que jamás podrían ganar, cuyo ilusorio fin era salvar al mundo del mal demoníaco de los vampiros. Sabe usted, es esa época aún existían personas religiosas, la mayor parte de ellas bastante dispersas, pero con fuertes opiniones. Creo que los religiosos remanentes del mundo vieron en la aparición súbita de los vampiros la oportunidad que necesitaban para encontrar nuevamente ímpetu, y en efecto lograron recuperar gran parte de sus feligreses perdidos hacía siglos atrás. Ya para el comienzo de la Guerra del Agua, la religión era una suerte de fósil antropológico que solamente algunos grupos bastante pequeños conservaban. En cualquier caso, durante ese período de cinco meses que duró la Revolución Salvadora los vampiros nos demostraron sin posibilidad de equivocación quienes eran los nuevos dueños de la Tierra. Un millardo de hombres y mujeres de todo el mundo, casi el doble que los vampiros, se anotaron en las filas de los revolucionarios y ninguno de ellos sobrevivió a ese error tan costoso. Ha sido la peor masacre de la historia de la humanidad y la más cruenta.

—¿Es vedad que murieron todas esas personas en la lucha contra los vampiros? No puede ser que hayan muerto absolutamente todos.

—¿Lucha contra los vampiros? No existió tal lucha. Para que haya una lucha debe haber dos contrincantes con similares posibilidades de triunfo. Solo existieron dos o tres días de revueltas en varias ciudades del mundo, tiempo durante el que los revolucionarios lazaron botellas y piedras en contra de los vampiros, que las más de las veces no hicieron nada para defenderse, pero que tampoco salieron heridos por las agresiones. Varios vampiros fueron tomados por las multitudes y sobrepasados en número, se sometieron a terribles escarnios públicos, pero permanecieron tan estoicos como estatuas sin corazón. Finalmente, al tercer día de las revueltas y de los conatos de linchamientos, Matthew apareció ante todos a través de todas las formas de comunicación posible, y dio dos horas a los revolucionarios para deponer su actitud. Aseguró que tenían las identidades de todos y cada uno de los participantes en las revueltas y que todos, sin excepción alguna, serían castigados terriblemente si no se plegaban al nuevo poder establecido. Por supuesto eso fue un escándalo inmediato, pues la mayor parte de los gobiernos del mundo vieron eso como una amenaza lanzada directamente en contra de sus ciudadanos. El Presidente de Argentina, la nación más poderosa de Tierra para ese entonces, salió apenas once minutos después advirtiendo a los vampiros que no iban a tolerar que se amenazara a la población humana del planeta. Aseguró también los vampiros tendrían la protección que necesitaran por parte de los gobiernos del mundo, a fin de aplacar a las turbas religiosas, pero que de ninguna forma aceptarían enfrentamientos entre los dos bandos, pues eso seguramente desataría un escenario de guerra civil que el planeta no podía darse el lujo de atravesar, en vista de que habíamos recientemente alcanzado la paz luego de dos traumáticas guerras, una intraplanetaria y de escala mundial y otra extraplanetaria con resultados traumáticos ambas.




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