En algún lugar se encontraba este mágico parque de diversiones, donde Imelda se adentraba a un extraño laberinto, con el entusiasmo y la euforia al límite, maravillada con las relucientes luces, los fuegos artificiales propios del parque y la música que envolvía a aquel sitio. Al ir avanzando en el laberinto comenzó a sentirse mareada, como si ese lugar tuviese una fuerza gravitacional diferente, la música iba cesando poco a poco y la luz cambiaba de tonos, cuando por fin llegó a una encrucijada, se percató de que no estaba sola, no era la única persona que se había adentrado, cinco personas con características pintorescas se hallaban rodeando una larga mesa, sostenían una conversación algo escandalosa, risotadas sonaban de cuando en cuando, y al acercarse sorprendida por el ruido que profesaban cayó en la cuenta de que no eran personas como ella creía, eran diversos seres conviviendo entre sí, un ángel, un dragón, un panda, una pantera y un pavoreal. Silenciosamente se sentó en la única silla disponible, cautivada por la animosa plática, escuchaba atenta lo que el dragón peleaba con el ángel, el tierno jugueteo del panda con la pantera y el egocentrismo del pavoreal con la que se arreglaba una y otra vez el colorido plumaje.
Sobre la mesa existía un gran banquete de deliciosos postres, acompañados de café, té y sake, cuando Imelda se estiró para alcanzar uno de los bocadillos tuvo que subir la rodilla izquierda para obtenerlo y en justo instante el ángel la visualizó por primera vez, sonrió en silencio causando que el dragón se molestara, al ver a Imelda el dragón resopló una bocanada de fuego, llamando la atención de todos los presentes. El ángel voló cerca de Imelda, analizando a la polizonte.
- ¡Qué curiosa visita! - exclamó mientras revoloteaba presumiendo sus cuatro blanquecinas alas, Imelda no supo qué hacer o decir, sus pensamientos se agolpaban al instante,abrió la boca en gesto de decir algo y al final la cerró sin poderse expresar, al ver esto, el ángel regresó al otro lado de la mesa y mágicamente toda la escena cambió, ahora se veía como una sala de estar, con grandes sillones y una mesa de centro pequeña, cada personaje tomó su lugar al rededor de ella.
Unos diminutos y pintorescos ratoncitos surgían de algún sitio, con tazas que repartían a los presentes y llenando la mesa de exquisitos manjares, la pantera cogió a uno de ellos por la cola y afilando los colmillos intentó devorarlo, el panda al percatarse del gesto de Imelda, le pegó con su bambú en la cabeza - asustas a nuestra invitada - la pantera refunfuñó al perder su presa.
- ¿Qué te ha traído por aquí? - cuestinó el ángel mientras revolvía su taza con una cuchara - salí huyendo de una discusión y terminé cautivada por las luces de la entrada - explicó tímidamente, el pavorreal alzó la ceja despectivamente - ¿Huiste? ¿Qué clase de ave eres para huir? - interrogó egocéntricamente, extendiendo sus alas simbólicamente - no soy un ave - negó confundida Imelda - entonces, ¿qué eres? - preguntó el dragón astutamente - soy una persona - respondió dubitativa - de eso nos damos cuenta - se burló la pantera, Imelda ya no supo qué decir - Eres una persona con un diálogo inconcluso y buscas respuestas, ¿cierto? - indagó el ángel con sabiduría, Imelda se sobresaltó al sentirse descubierta - Dejame decirte que has llegado al lugar correcto, ¡Bienvenida! -