- Me encontraba yo en el palacio, acababa de salir de los cuidados médicos, ya me habían autorizado regresar a mis actividades cotidinas, sin embargo, las personas que esperaba que viniesen a verme no asistieron, fueron llamados más no se presentaban, comencé a sentirme herida, las personas que me rodeaban repetían constantemente que esperase a que ellos asistieran, que me demostracen que me quieren, ¡No soy paciente!
He sido toda mi vida una guerrera y ahora me piden que espere a ser atendida y complacida como princesa. Me enfurecí, exigí y al no ver una respuesta clara, salí huyendo, quise ir yo misma a buscarles, pero me perdí....y aquí estoy, hablando con ustedes...con un ángel, un dragón, un panda, una pantera y un pavorreal - La muchacha suspiró escandalosamente, el pavorreal se mostró complacido - entonces sí eres un ave - se irguió acomodando el plumaje - eso es, pelea como un felino - se burló la pantera - destrúyelos con fuego, haz que te teman - rio el dragón entusiasmado, Imelda no imaginaba tal reacción, miró desorientada al panda que se encontraba indiferente ante la conversación y luego posó los ojos en el ángel, quién sonrió mientras negaba con la cabeza - así que... tenemos a una princesa en nuestra mesa - afirmó, los demás seres voltearon a verle - esa es la única verdad, eres una princesa - el ángel hizo un ademán y apareció una tiara sobre la cabeza de Imelda, ella comenzó a sentir un peso extraño, ¿por qué pesaba mucho? ¿A caso el puesto de princesa era más fuerte que el de ser guerrera? Llevaba el cuerpo lleno de cicatrices de guerra, cada una llevaba su propia anécdota, y ahora quieren que cargue con la corona de princesa, ¿podrá con ello?
El ángel sonrió al ver la cara dudosa de Imelda - ¿Qué te hace dudar? - Cuestionó satisfecho - todo me hace dudar, he peleado por demasiados años y ahora quieren que me quede quieta, la gente quien amo no me ama y ni viene a verme, a decirme a la cara lo que ha pasado, ¿Cómo no dudar si lo he dado todo y ahora no tengo nada? - Imelda se quitó la tiara que ante el toque de sus manos el peso era liviano, eso la molestó más, frunció el entrecejo con ira contenida - ¿Qué es todo? - continuó el ángel - mi vida, mi salud, mi amor, mi pasión, mis sueños...mis cosas y comodidades...todo lo que en su momento tuve durante la guerra...salí herida de gravedad y ahora me ponen en este trono sin haber ganado... ¿Debo esperar a que simpletemente me den lo que deseo? Crecí peleando y consiguiendo mis pertenencias, ¿debo depender a que me lo den? ¿no es esto una cuestión absurda? ¿a caso no importa el amor que dí por lo que luché? ¿se perderán todas las semillas que sembré? - Imelda comenzó a llorar con furia, el panda comenzó a sentir curiosidad - ¿las guerreras lloran? - cuestionó con ironía - al parecer, sí - mostró cierta rabia la pantera, el ángel hizo un chasquido y todos desaparecieron, sólo había oscuridad, Imelda seguía en su asiento y el ángel volaba a su alrededor - Tu rabia está mal dirigida, tu problema no es ser o no ser princesa, ser o no ser guerrera, ni el porvenir es tu preocupación... la rabia que te inunda es tu falta de identidad, estás en ese punto de quiebre en el que debes dejar de luchar por una batalla que ya está ganada, ya existe esa victoria que deseas, sin embargo no está en tu mano restaurar esa ciudad, ni construir, ni cosechar, ese ya no es tu trabajo, ni tu destino... sé valiente para convertirte en princesa, esfuérzate por aprender a ser paciente, deja que quien ha obtenido la victoria se encargue de dirigir el crecimiento y la restauración de ese sueño por el que peleaste, saliste herida de gravedad a causa de tu rabia por ver ese sueño conciliado... no estás sola, no eres la única que piensa en conseguir lo que deseas, hay mucha gente que te quiere, que te ama, que desea complacerte, que espera que tú les guíes, que les des el coraje de seguir adelante, de tener sueños, de tener visiones, de obtener victorias, ese es el papel de una princesa, ser luz en las tinieblas, ser sal en el mundo, ser lider, ser paz, dar misericordia y justicia a quien se le conseda la gracia, sonríe y ama - el ángel secó las lágrimas de Imelda.