Todo el alrededor comenzó a cambiar, el amanecer seguía avanzando lentamente; el ave se convirtió en una silueta y de pronto la princesa se encontraba bailando un vals, ahora portaba un vestido blanco y la silueta con quien bailaba parecía traer un esmoquin de pingüino, sin salir de su asombro, la doncella comenzó a llorar...
Imelda se desorientó al ver a su padre el Rey, ¿había sido un sueño aquel vals? ¿El pavoreal se había recuperado?
Esa sensación de desconcierto permaneció por un largo tiempo; quiso hablarlo con su padre, pero las palabras no salían de si boca, quiso averiguar si había sido una fantasía o si a caso eso era una realidad cercana.
Su padre al ver que despertó, comenzó a caminar con ella en brazos, el Rey esperaría a que la princesa reaccionara para continuar con el recorrido.