Diálogos inconclusos. Inari Masga.

13. Tentaciones.

Todo volvió a desaparecer, la escena cambió debajo del mismo cielo; sin embargo, ahora estaba rodeada por la pantera, esa mirada misteriosa, sus garras chocando en el suelo marcando ruidosamente el lugar, sus gruñidos hacían eco en mis oídos, ¿Qué se supone que hace?

La princesa no se inmutó, seguía en el suelo, observando el recorrido de la pantera - veo que no estás tan mal entrenada - se regordea con su maliciosa voz - ¿Qué tan buena eres recordando el pasado? - cuestionó acechando a la doncella, quien a su vez, lo miraba confusa - Recordar el pasado tiene dos vertientes - le responde con tranquilidad - aprender de él o lamentarse por él - continúa tratando de sonar segura - ¿Recuerdas tus mayores miedos? - cuestiona astutamente, la mirada de altivez de la pantera logran su efecto en ella cuando comienza a respirar con dificultad - los miedos se enfrentan - responde convenciéndose a sí misma - eso lo hacen los valientes - asiente la pantera mientras sigue rodeándola - ¿Qué hay de tus debilidades? - continúa sonriéndole a la nada - se trabajan para controlarlas o mejorarlas - la princesa se esfuerza por mantener la paz interior - ¿Y las tentaciones? - al oírle sonríe la doncella - las tentaciones son complejas, el problema no es el suceso, sino cómo lo confrontas - Imelda mantenía un criterio distinto al que le habían enseñado, por todas partes se dice que ante una tentación es mejor huir que tratar de domarlo; ella opinaba lo contrario, puedes controlar la tentación si tienes fuerza de voluntad. 

El suelo comenzó a temblar, unos gigantes espejos salían de las grietas, formando un laberinto, a la doncella no le quedó de otra que levantarse y correr para no chocar con las imponentes figuras; Imelda miró al cielo, aún no terminaba de surgir el sol, la pantera brincaba de espejo en espejo - mírate, ¿esa en verdad eres tú? - ella bajó la vista a su reflejo y vio a una mujer gorda, que a pesar de su cintura de reloj de arena, su vientre se veía flácido y regordete, ella retrocedió anonadada, negando lo que veía - ¿por qué huyes? ¿No te gustas? - la acechaba, ella se detuvo frente a otro reflejo, la corona que llevaba en la cabeza estaba rota, sus ojos eran sombras y tenía grietas como una muñeca de porcelana recién estrellada, la princesa suspiró con melancolía, así se había sentido por muchos años en su infancia, todos jugaban con su inocencia y la maltrataban como si su corona fuera la razón de la burla; volvió a correr - ¿Estás segura de que eres una princesa? - le cuestionaba la pantera mientras la seguía de cerca, otro espejo salió de la nada y la doncella chocó con fuerza, el reflejo era ella cuando entró a los primeros entrenamientos, parecía un vampiro con la piel más pálida, los ojos con delineador, blusa escotada, mini falda y medias con rayas negras y moradas, su vida comenzaba a derrumbarse, ya no era la muñeca de nadie, se mataba haciendo ejercicio, luchando contra todo aquel que la enfurecía y sacando todo el dolor que la tenía presa; luchó en su mente por sacar esos recuerdos, muchas veces añoró la muerte, se rasguñaba, se cortaba, bebía y se perdía entre los trazos de sus lápices; nuevamente corrió, dobló varias vueltas antes de estar en otra encrucijada, ahora el espejo le mostraba a una niña siendo abusada sexualmente, y en vez de huir, se quedó anclada ahí, en ese recuerdo.

 Colocó su frente sobre el vidrio, cerró los ojos y suspiró - ¿Qué pasó en tu interior cuando experimentaste aquello? - la pantera jaló con sus garras algunas fibras de los cabellos de la princesa, yacía echada sobre el marco del espejo - forje mi carácter a punta de hierro, encerré mi corazón en un témpano de hielo e impedí que las personas me tocaran - susurró abatida.

Unas risas surgieron de las fauces del felino - así es, te convertiste en un felino - las risotadas sacaron un suspiro de Imelda, ella ya lo sabía, pero todo eso se desvaneció cuando conoció a... él. 

En cuanto vio a aquel hombre de ojos marrones, sonrisa pícara, cabellos rizados, espalda ancha y de imponente figura; todo se desestabilizó, un beso por parte suya logró derretir el hielo que protegía a su corazón, le amó con cada latido, se entregó a sus brazos sabiendo que ahí era su lugar en el mundo...incluso, se volvió la persona más melosa que jamás imaginó ser.

Se sintió en las nubes, volaba por el cielo, emocionada y enamorada, hasta que cayó rompiéndose más de lo que en años anteriores la habían roto. Estuvo a punto de morir, y en esta ocasión, ella no había sido la causante. 

Sola, y con el carácter que había encerrado, luchó con todas sus fuerzas para emprender el camino de regreso; lloró ante el dolor, gruñó ante la rabia, golpeó, destruyó y arrancó todo cuanto veía...

Y al estar sola, comenzaron a llegar las tentaciones:

 

 "Mátate"

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 "Suicídate"

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"Huye"

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"Abandona todo"

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"Véngate"

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"Mátalo"



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En el texto hay: experiencias de vida, aventura y fantasia

Editado: 30.03.2022

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