Diálogos inconclusos. Inari Masga.

20. Arenas movedizas.

La princesa y el Rey observaban al Inventor desde la lejanía, el hombre luchaba consigo mismo, con su historia y sus ataduras emocionales, en conjunto que se esforzaba por regresar a lado de sus majestades, sin embargo, su energía se agotaba con gran rapidez debido a que la arena que pisaban sus pies eran movedizas, le costaba mayor sacrificio el avanzar un paso a la vez. Desde lejos la princesa trataba de apoyarlo, más sus propios líos en el laberinto le impedían hacer más por el Inventor que desde joven consideró un cómplice. 

El Inventor pasaba de suplicar ayuda, a ser grosero, a ser molesto y nuevamente a suplicar ayuda; la situación comenzaba a ser verdaderamente un dolor constante en el laberinto, consiguiendo que las murallas rodearan el corazón dejando a todos los huéspedes en un sólo lugar, los cinco seres conviviendo con el abogado, el guerrero y el cocinero.

El abogado observaba al guerrero, ¿él podría llenar su lugar si este salia de aquel corazón? ¿Habrá alguna forma de salir de ese laberinto que ahora era rodeado? ¿Es posible compartir el amor de una persona con tantas otras?

El guerrero por otra parte se cuestionaba el por qué seguía ahí, quién era él para tener el privilegio de ser amado por la doncella, y todo lo que acontecía en su mente provocaban una revolución constante en sus emociones, incluso, miraba de reojo al abogado que ocupaba un espacio en aquel lugar, ¿cómo había entrado? 

El cocinero simplemente era espectante de ambos visitantes, ya conocía el recorrido, llevaba años en aquel sitio, percibía cada cambio de color, de textura y hasta las goteras, sabía dónde refugiarse cuando temblaba, y dónde dormir cuando brillaba. Sólo no sabía cómo salir.

El Inventor había logrado que el laberinto cambiara de forma, había liberado y reunido a todos. Ayudó sin darse cuenta, a que la princesa reconociera sus propios sentimientos y comenzara a cerrarse en sí misma; ya no dejaría que otras personas entraran, al contrario, dejaría que dos de ellos salieran de su encierro.

La interrogativa ahora es, ¿quién se quedará?

Los sentimientos son como arenas movedizas, un paso en falso y podrías cometer un error del cual te arrepientas después...

Esa había sido la lección que el Inventor aprendió a las malas por dejarse llevar por los impulsos.

 

Después de luchar tanto sin ningún resultado, el Inventor entró en un estado de negación, en un estado de shock, consiguiendo así quedarse quieto, sin moverse; y fue justo ahí, donde el Rey tomó su mano, no lo jaló, no lo sacó, sólo tomó  su mano, transmitiéndole seguridad, desvaneciendo sus temores, rompiendo aquello que le atormentaba la mente y el corazón. 



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En el texto hay: experiencias de vida, aventura y fantasia

Editado: 30.03.2022

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