En el ir y venir de las ideas, se abre paso a la incertidumbre; esa pequeña brecha de inseguridad que genera una línea divisoria entre lo esperado y lo inesperado.
Las murallas del laberinto temblaban ante tal situación, los engranajes habían quedado atascados; de un momento a otro, las murallas crearon un nuevo laberinto, en ésta ocasión, los tres visitantes tenían sólo dos caminos para recorrer, y uno de ellos era la salida atravesando el pasillo de la fama.
¿Quién sería el primero en tomar esa decisión?
Como es sabido, cada visitante era acompañado de uno o dos seres para enredarse en sus disparates; el guerrero volvió a estar con el ángel y el dragón; el abogado con el panda y la pantera; y, finalmente, el cocinero con el pavoreal.
La princesa se tomó la oportunidad de recorrer aquel pasillo en un momento de extrema melancólica, recordando a todos aquellos viajeros que dejaron su huella en el corazón de la doncella; cada uno venía con su anécdota, la enseñanza y el aprendizaje.
Imelda era una mujer con un corazón enorme, demasiado complejo para admitir a tantas personas; sin embargo, nunca las deja ir del todo, guarda hasta el más pequeño y valioso recuerdo de cada uno. Muchas veces le han preguntado las razones por las que mira el pasado con tanta frecuencia, y en cada ocasión ha tenido que callar su verdad.
》El pasado es el camino al futuro; si no recuerdas lo aprendido, estarás destinado a repetirlo. En cambio, si lo mantienes en la memoria, es más fácil construir un nuevo camino; a partir de la experiencia y no de la ignorancia. De esa manera evitas la incertidumbre del miedo. 《