Aquel recorrido es un museo lleno de anécdotas y recuerdos de todas esas visitas que estuvieron en algún momento en el laberinto; todas esas acciones y aventuras que marcaron el corazón de la princesa.
El primero en tomar la decisión de salir del laberinto había sido el abogado, ese hombre elocuente y meloso. En todo el trayecto tocó las paredes del museo, conociendo y aprendiendo cada una de las anécdotas que ahí se resguardaban.
Y al llegar al final del pasillo, se encontró con un marco en forma de corazón, era un espejo donde capturaba su última mirada, esa sonrisa y esa tranquilidad que él emanaba, ahora era parte del pasillo de la fama dejando un sinfín de recuerdos hermosos y placenteros. Él era esa gota de agua tan similar y tan distinta a la princesa. Ambos eran sumamente parecidos, y al hallar lo que les hacía falta, el uno del otro, adquirieron un enorme aprendizaje.
Su salida era pacífica, armoniosa y con mucho cariño.
Era hora de enfrentarse a los nuevos retos.