"Me había retrasado mucho y el tren iba a salir de un momento a otro. Tenía miedo a perderlo por lo que corrí hacia la ventanilla donde pedí un billete de primera. Estaba tan nervioso que no encontraba la cartera para pagar y encima me dejé la maleta olvidada junto a la ventanilla de los billetes. Tuve que volver a buscarla pero al fin pude coger el tren justo en el momento que la máquina silbaba y ponía en marcha. Vagué por los vagones con la respiración agitada en busca de un asiento libre, divisé el primer asiento libre y me dirigí hacia él. Me senté junto a la señorita que leía junto a la ventana haciendo que ella se sobresaltara.
- Lo siento señorita, no fue mi intención asustarla- dije quitándome el sombrero y dándole una cálida sonrisa.
- No pasa nada- me dedicó ella- Diana, Diana Smith- dijo dejando su libro a un lado y dándome la mano para estrecharla.
- James, James Edwards- dije cogiendo su mano para besarla.
- ¿Qué le trae por aquí?- dijo tímida.
- Voy a Manchester por trabajo- le respondí mientras me quitaba la gabardina- ¿Y usted?
- A Manchester a visitar a mis padres- dijo volviendo a su libro. Así tuve la primera charla con la mujer que me cambió la vida..."
- Entonces...¿os conocisteis en un tren? Pero si la abuela dijo que os conocisteis en un bar de aquí- dijo Thomas, mi nieto de 10 años.
- Aguarda Thomas, acabo de empezar a contárosla.
- Está bien...- dijo resignado.
"Empecé a charlar con la señorita Smith sobre nuestros trabajos y planes del futuro, le dije que era abogado y ella me comentó que era repostera en una pequeña pastelería.
Fue así cómo transcurrió el viaje a Manchester.
Desde aquel día, no la volví a ver otra vez.
23 de julio de 1960
Llegué a Londres hace un par de meses de Manchester y ahora me encontraba solo en un bar tomando un vaso de whiskey, cuando la vi entrar, vi a la chica que robaba tanto mis sueños como la respiración.
Diana.
Nuestras miradas se cruzaron y ella fue lentamente acercándose hacia mí, sin despegar su mirada de la mía.
- ¿Señor Edwards?- dijo su dulce voz que tanto añoraba.
- ¡Señorita Smith!- exclamé sonriendo.
- Vaya, ¡que alegría verle por aquí!- dijo abrazándome, me sorprendo por tal acto y ella lo nota- lo-lo siento por el abrazo.
- No-no importa ¿qué le trae por Londres, señorita Smith?- dije después de habernos separado del abrazo.
- Pues, la verdad es que trabajo aquí, es mi primera semana ¿y usted?- preguntó sonriendo. Antes de que pudiera contestarle el jefe la llamó y se disculpó antes de marcharse.
Desde aquel día iba todos los días al bar solo para verla, así pasaron los meses; yo iba a verla al bar en las horas de descanso y ella venía a verme a la oficina cuando libraba. El mejor día llegó.
Después de casarnos en el sesenta y séis, al años siguiente nacieron una mellizas, tu madre y tu tía Rose y ese fue uno de los mejores y peores días de mi vida...vuestra abuela pudo conocer a las mellizas, pero murió minutos después de dar a luz a tu madre y tu tía..."
- No sigas papá, sabes que te hace daño hablar sobre ella- dijo mi hija Georgia entrando a la habitación con mi nieta, Emma de cinco años por detrás- vamos a descansar que ya es tarde- me dijo y asentí.