Diario de dos

Capítulo 4

 

Otro día más en la universidad, y el mundo se quería caer de cabeza.

Me apresuré y fui a mi primera clase en la cual veríamos lenguaje escrito. En ese transcurso nada anormal había sucedido, aún. Pero ya podía presentir que algunos de mis compañeros estaban enterados de mi enamoramiento tóxico y enfermizo hacia Jayden Foster desde la preparatoria. Algunos debían imaginárselo y decir ¿Cómo es que una chica como esa podría imaginar un futuro con un chico como él?

Pero aunque sonara absurdo, yo estaba enamorada de él, y lo que era peor es que él ya lo sabía. Y ni siquiera había sido por mí, sino por ese estúpido diario que siempre llevaba donde por alguna razón confesaba todos mis secretos.

Mi pregunta era, ¿cuál era el siguiente secreto oscuro que expondrían?

La campana dio inicio al receso, obtuve por tomar mi almuerzo y comerlo en los baños como hacían en las películas, pero esa no era una opción, ya que sonaba literalmente asqueroso.

—Hola, Rebecca —Anne se colocó a mi lado, la saludé con una sonrisa y luego vi cómo se acomodaba los lentes que le resbalaban por la fina nariz—. ¿Ya te enteraste de lo que pusieron en el periódico escolar?

Me detuve cuando vi las hojas azules pegadas en todos los casilleros que llevaban otro dibujo mío con groserías saliendo de mi cabeza y otro pedazo de mi diario.

Querido diario, el sueño que tuve anoche se trató de que Jayden me cubría, ya que estaba desnuda en medio de una catástrofe. Él había sido mi salvación después de todo...

—No lo veas... —Anne había hablado demasiado tarde. Apreté la hoja tragándome mi orgullo. Si las arrugaba todas y las tiraba al suelo me acusarían de contaminadora ambiental, y por supuesto que no necesitaba otra razón más para ser el maldito centro de atención para estos buitres.

Me mordí el interior de mi cachete y los miré a todos con lágrimas en los ojos. Jayden estaba en un rincón mirando la hoja azul con desprecio.

Esto era lo último que me faltaba, que lo arrastraran conmigo.

Lo vi tirar la hoja y marcharse de ese maldito pasillo enfadado.

Mi propio diario me estaba delatando. Esto era increíble.

Quise correr detrás de él y explicarle que todo eso había sido una maldita confusión, ¡pero mi jodido nombre estaba en ese papel! ¿Y cómo carajos podía arreglar algo como eso? ¿Desmintiendo que lo amaba en secreto?

— ¿Dónde carajos está Denzel? —comencé a caminar entre las multitudes de risas carcajeantes mientras mi amiga me seguía.

—No vino hoy, está trabajando. —me detuve de golpe y la fulminé con la mirada.

— ¿Dónde trabaja? —insistí.

—En el taller de su tío —la chica tartamudeó—. Pero su tío no deja entrar visitas a menos de que sean clientes, así es como funciona el negocio de los Derricks.

—Me vas a llevar a ese lugar.

Sin más preámbulos, subimos al auto de Anne, ya que yo caminaba para ir a la escuela. Anne estacionó el auto en frente de un lugar no muy lejos de la universidad y puso los seguros antes de que yo bajara enfurecida.

—Si haces un escándalo, Denzel se enojará mucho —advirtió—. No puedes jugar con su tío, Bec, él es...

—No me interesa. Él expuso mi estúpido diario. —Anne quitó los seguros y me dio la indicación de que podía irme. Salió junto a mí y ambas nos detuvimos en el lugar.

— ¡Anne! ¡Qué sorpresa! —un hombre con barba y bigote se acercó mientras se limpiaba las manos con un trapo.

—Es gusto volver a verlo, señor Derricks —Anne saludó amablemente mientras apretaba su bolso nervioso—. ¿Está Denzel?

— ¡Claro! Me está ayudando con el BMW de Louise. —el señor Derricks desvió la mirada hacia mí con curiosidad. ¿Me veía demasiado mal?

—Nos gustaría... hablar con él —respondió Anne.

— ¿No eres Rebecca? —se preguntó el hombre, yo me tensé mientras me atisbaba—. ¿La chica Eyre?

—Ella es...

— ¿Conoce a mi madre? —este no podría ser mi padre ¿o sí?

—Sí. —el señor Derricks se rio por lo bajo y nos liberó el paso—. Mi sobrino está en la otra cochera, pasen. Les traeré algo de tomar. Cindy hace unos jugos naturales exquisitos.

—Me encantaría hablar con Cindy, ¿aún tiene esos perfumes? —Anne se fue tras él dándome la señal de que yo fuera a buscar a Denzel.

Mejor que ella no estuviera, así podría estrangularlo yo misma.

La otra cochera se veía más formal, había un BMW color gris mate estacionado, y el chico salió de debajo del auto. Denzel estaba sucio y no llevaba camisa.

Malita sea, era demasiado sexy sin camisa.

Tenía tierra en sus cachetes y en la frente, y en las manos llevaba dos herramientas. Derricks frunció el cejo al verme y se levantó intimidándome. Debía medir uno ochenta aproximadamente.

— ¿Qué quieres? —mascó.

—Debería hacerte la misma maldita pregunta —saqué una hoja azul que había tomado y se la extendí en el rostro—. ¿Sigues burlándote de mí y mi vida privada?

Él me arrebató la hoja, sacudió su nariz y la observó fijamente antes de responder.

—No tengo nada qué ver con esto —arrugó el papel y lo tiró al cesto. Yo por el contrario lo empujé enfurecida y apreté los dientes desquiciadamente.

Este sujeto me estaba jodiendo.

Denzel tomó mis muñecas con fuerza forcejeándome hasta que me detuve.

—Nunca te lastimaría, y si lo hiciera, jamás me lo perdonaría. —su voz sonó agria.

¿Esperaba a que le creyera eso?

—Fue tu maldito novio el que hizo eso. —me soltó—. No me culpes a mí, yo no tuve nada qué ver, Rebecca.

— ¿Esperas a que te crea? —resoplé.

—Eres solo una niña, no tienes ni idea. La inocencia de está matando. —abrí la boca indignada cuando volvió a hablar: —Y no me digas que no lo eres porque ni siquiera habías dado tu primer beso, eso significa que tampoco te has acostado con nadie.




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