Diario de dos

Capítulo 22

 

Los pasillos estaban llenos al siguiente día. Y como lo supuse, había una hoja más pegada en cada casillero.

Vi a Denzel cruzando entre la multitud, tenía puesta su gorra roja y su chaqueta favorita. No me estaba viendo, pero estaba segura de que él sentía mi presencia de alguna forma.

—Espero que tu madre esté bien, Rebecca —se acercaron las mismas chicas de siempre; la rubia y la asiática—. Un tío conoce a un terapeuta, si quieres puedo decirle que le anote una cita.

—No, gracias. —no quise mirar las hojas porque sabía perfectamente de qué trataban. Reed era increíble, le dije que no volvería a lastimar a Denzel y esto es lo que hace.

Fui acercándome a Denzel colocándome delante de él.

—Tengo boletos para el concierto de Conan Gray —saqué los boletos de mi mochila y se los extendí—. Creí que quisieras ir conmigo.

—No necesito nada de ti, Rebecca. —contestó de mal humor.

—Al menos estoy intentando hacer que me hables, Denzel. —Me crucé de brazos—. Él tiene una versión y yo otra. Deberías al menos escucharme. ¿Por qué carajos te empeñas en no hacerlo? No he terminado.

—Bájale de huevos, Rebecca —arqueó la mirada—. Solo aléjate de mí.

—La cuestión es que no puedo alejarme de ti, Denzel Derricks. —admití—. Te quiero, y no hay nada más en este mundo que pueda arrebatarme eso. —Me coloqué de puntitas y tomé su rostro entre mis manos—. Al menos intenta escuchar lo que intento decirte.

—No quiero escucharte, Rebecca. —Denzel comenzó a caminar hacia el salón 101 y fui tras él. Por suerte, estaba solo—. Quiero estar tranquilo, si no te importa.

Tomó asiento en su silla y encendió la laptop para continuar trabajando en el periódico.

—Soy parte del periódico. —tomé siento en la silla de al lado y encendí la computadora—. No puedes quitarme ese derecho. —él bufó.

—Como quieras, pero guarda silencio.

—No me calles. —comencé a teclear cualquier cosa. Vamos, Denzel, no puedes estar ignorándome.

Después de unos cuantos minutos, Anne entró al salón.

—Buen día chicos.

—Buen día, Anne —dijimos al unísono. Miré a Denzel, pero él apartó la mirada de mis ojos en cuanto notó la incomodidad.

Este chico es increíble.

—El profesor de literatura ordenó que limpiaran el desastre de allá afuera y pidió que tú y Denzel fueran a la oficina de Smith.

Él se hizo hacia atrás fastidiado y se levantó al mismo tiempo que yo.

—Además de infiel, me quitas mi maldito tiempo. —rodeé los ojos y salí junto con él.

Las miradas de las chicas eran de recelo. Ahora que “ya no andaba” con Denzel Derricks, todas ellas estarían como buitres detrás de él.

—Aguarda un segundo, Denzel —él se detuvo muy a duras penas.

— ¿Qué?

—Me iré del instituto —sí, era lo mejor. Su semblante cambió de expresión—. Yo ya no soy apta para estar aquí.

— ¿Así que te acosan y te vas? —bufó—. Es lo más absurdo que he escuchado.

—Solo te estoy avisando lo que voy a hacer —aclaré.

—No puedes irte. —se aferró enfadado.

—Tú ya no eres mi novio, Denzel, y es claro que quieres que me aleje de ti y eso haré.

—Ya me hiciste una mierda, Rebecca —tomó mi brazo—. No me hagas esto.

—Es lo mejor, Denzel, yo…

—Señorita Eyre —Smith se acercó—. Venga conmigo a la oficina, su hermana está aquí. Y, señor Derricks, espere aquí.

Denzel me miró preocupado, seguí al director hasta la oficina y encontré a mi hermana sentada en una de las sillas.

—Mamá no pudo venir, tenía una junta. —comentó.

—He llamado a su hermana por lo que ha sucedido esta mañana. —El señor Smith parecía preocupado—. Debo pedirle que…

—Me iré. —acepté finalmente—. Hay una editorial en Nueva York y quisiera trabajar por un tiempo e iniciar el próximo semestre allá.

— ¿Estás segura de esto, Rebecca? —dudó mi hermana.

—Sí. No hay nada que me detenga aquí.

Excepto Denzel Derricks.

(…)

—No puedes irte, Rebecca —Denzel me estaba esperando cuando salí de la oficina—. Dijiste que no habías terminado.

—Ya terminé. —continué caminando hacia mi casillero.

—No —él me frenó de golpe empujándome contra los casilleros. Colocó una mano al lado de mi cabeza y pegó su rostro al mío. Sus labios se veían demasiado bien para besarlo—. Yo no he terminado, Rebecca.

—No hagas esto más difícil, Denzel.

— ¿Sucede algo aquí? —Se acercó Joe—. ¿Te está molestando?

—Es mi novia —Denzel se volvió hacia él—. Puedo hablar con ella cuando se me dé la gana, Mikaelson.

—No estoy seguro de que Rebecca siga siendo tu novia.

—Está bien, Joe, solo estábamos hablando. —Me crucé de brazos.

Joe nos atisbó extrañamente, no muy seguro, y se marchó.

—Aún te quiero, Denzel —confesé—. Lamento todo lo que pasó.

—Eso no es suficiente —habló—. No puedes irte ahora.

Lo sé, sé que no debería huir…

—Si no lo hago, la persona que está detrás de todo esto no me dejará en paz. Ha sido un mes en el que todo mundo está en mi contra. No puedo quedarme más tiempo aquí, Denzel. —me marché, aunque su presencia me hacía demasiado bien.

(…)

—Si Richard, recibí el dinero. —Escuché a mi madre hablando por teléfono cuando llegué a casa—. Gracias por tu preocupación, adiós. —colgó.

— ¿Algo importante? —mi madre volteó despreocupada.

—Solo era el tío Richard, dijo que había mandado un beneficio para la boda.

Yo debía impedir esa boda.

—No estoy segura de que esos dos se amen.

— ¿Qué dijiste?

—Nada. ¿El tío Richard estará en Seattle para la boda? —tomé una manzana de la mesa y le di un mordisco.

—Sí. Necesitarás a alguien para llevar, ¿qué tal Joe?




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