Lo que comenzó como una simple visita al médico, se convirtió en una pesadilla
Mientras esperaba en la recepción a que mi turno fuese nombrado, una extraña sensación de hostilidad y frialdad cubría la blanca recepción.
Las enfermeras con rostros ausentes y voces vacías contemplaban los rostros de los enfermos que deambulaban cual almas en pena aquella habitación
-Turno 82-grito con sequedad una enfermera regordeta de cabello castaño
Sin respuesta.
-Turno 82-insistio con mayor sequedad y un dejo de hostilidad
Mire el amarillento papelillo que yacía entre mis dedos. Era mi turno
Me acerque a la recepción preguntando a cuál de las interminables puertas me debía dirigir pero la única respuesta que obtuve de aquellos ojos vacíos fue un "a tu izquierda".
Al girar la perilla de la entrada, la pesadilla comenzó...
En donde debería haber un escritorio metálico y frio con cientos de papeles alrededor de una descuidada computadora y diferentes estantes con archiveros, se encontraba una cama blanca típica de cualquier hospital ocupada por un hombre joven que estaba rodeado de tubos y mangueras en su mayoría azul claro, a su lado había una bandeja con varios objetos brillantes.
-¿Hola?-dije adentrándome levemente a aquel cuarto
El hombre en la cama volteo de golpe, sus ojos mostraron sorpresa al percatarse de mi presencia
-Cui..da..do- gimió
-¿Qué?...
Antes de entender su advertencia mis oídos fueron sacudidos por un fuerte sonido metálico, una parte de mi cabeza sintió calor y finalmente caí en la oscuridad
Voces ininteligibles rompieron el eterno silencio mientras la luz volvía a mis ojos. Conforme mis ojos se ajustaban al nuevo entorno, mi cuerpo fue bombardeado por dolorosas sensaciones en mis extremidades y el cuello.
Me encontraba en una silla de ruedas con las muñecas atadas y diferentes intravenosas naciendo de mis brazos, di un rápido vistazo a mi entorno, no era la única en el lugar; había una docena de doctores y enfermeras moviéndose de un lado al otro anotando cosas en sus tablas y murmurando entre si mientras revisaban a los pacientes, varios de ellos se encontraban en una silla de ruedas igual que yo pero otros estaban postrados en camas, con rostros ausentes y rostros pálidos cubiertos por el sudor frio.
De pronto todo se silenció, dejaron de moverse durante lo que me pareció una eternidad, pero no fue sino hasta escuchar un silbido tenue que los hombres y mujeres de blanco comenzaron a moverse cual robots programados; primero se retiraron los doctores, que desaparecieron detrás de cristales que componían los muros de aquel lugar -¿Por qué no los había notado antes?- segundos después, las enfermeras se colocaron detrás de los pacientes para empujar sus sillas o arrastrar las camillas.
-¿A dónde vamos?-pregunte en cuanto sentí que mi silla era movida hacia enfrente
-Todo estará bien cariño-respondió la enfermera tras de mi con un tono autómata
Mientras nos movíamos me di cuenta que cada paciente era llevado a las habitaciones de cristal por donde habían ingresado los doctores momentos antes, a pesar de ser levemente cubiertas por el color blanco a mitad del cristal, pude observar cómo eran sustituidas sus intravenosas con transparente liquido por una bolsa oscura...
Cuando entramos en la habitación, note que no había mucha diferencia de las otras que contemple en mi breve recorrido por el pasillo; las paredes eran de cristal levemente cubierto por el blanco granuloso que normalmente usaban para darle decoro a las puertas corredizas, estaban esos bastones largos y metálicos que sujetan las bolsas con medicamentos, una cámara sobre una mesa de cristal y una bandeja con todas esas herramientas que usan en hospitales –bisturís, jeringas y otras cosas más que no identifique-, al lado de esta, había un doctor que no podía pasar de los treinta años, bien vestido con porte orgulloso, sin embargo la luz me impedía ver su rostro -¿o quizás eran los medicamentos?-
-Comencemos-dijo el hombre con voz distorsionada
-¿Qué está pasando? ¿Por qué estoy aquí?-pregunto con exigencia intentando no ser presa del miedo
-Todo estará bien cariño-repite la enfermera mientras arranca con salvajismo las intravenosas de mis brazos dando paso al ardor de la piel rasgada y la calidez de la sangre que brota y deja suaves hilos rojos que se mezclan con el sudor del resto de mis extremidades superiores, sin embargo mis gritos y exigencias son ahogados con sus risas mecánicas
Se mueven de un lado al otro en la habitación; la enfermera sale del cuarto y el doctor revisa mi rostro y cabeza con cierta brusquedad, se acerca la bandeja sosteniendo la jeringa con el líquido oscuro que había visto en mi recorrido. Forcejeo con mis ataduras e intento mover mis piernas para patearle pero el sonido metálico me comprueba que estas también han sido aseguradas
-Tranquila linda, esto solo durara un segundo-dice mientras introduce la aguja en la palpitante vena a mitad de mi brazo.
Yo contemplo con creciente miedo el verdor de la vena es sustituido por un color grisáceo y finalmente se oscurece mientras asciende y se extiende por mi brazo hasta desaparecer en mi organismo, de pronto mi vista se torna borrosa y es sacudida violentamente hasta dejarme de lleno en la oscuridad...