Diario de un amigo imaginario

Diario de una persona incompleta I

Escucho un fuerte sonido proveniente del reloj causa de la alarma que programe para las 12:00 p.m., mi cabeza despierta dolorida producto de la agitada noche que tuve, pero se estresa más al recordar el motivo de la alarma.

Por fin logro levantarme y coloco mis alpargatas en mis arrugadas piernas. Luego me dirijo al baño para cepillarme los dientes; últimamente me cepillo los dientes mirando al lavatorio y no al mueble que se encuentra arriba de él, el cual tiene un espejo en la puerta, lo hago porque es horrible ver lo que la vida le hace a una anciana, aunque hasta este punto no sé si mis arrugas son producto de la edad, o de esa familia.

Luego de higienizarme en el baño me retiro a mi comedor, en el mismo está la cocina a lo que me preparo un café, mientras me siento en mi mesa redonda con cuatro sillas, las cuales a pesar de ser pocas, para una persona como yo son demasiadas y solo me recuerdan la soledad que tengo día a día, por ello tal vez sea bueno volver y no sentirme tan sola.

De niña siempre decía que jamás tendría hijos <son una pérdida de tiempo y de dinero> pensaba siempre, de joven no cambie mi idea, sin embargo fue luego de una tragedia la cual me dejo sola pensé en tenerlos, pero la vida es un boomerang y mantiene lo que escucha de sus vivientes, lo que me llevo a darme cuenta en mi adultez que no podía traer alguien al mundo. De ahí me sentí como en un desierto sin tierra, estando en un lugar sin algo que lo caracteriza.

Mi separación fue dura, pero no era un hombre a mi lado lo que necesitaba, sino un hijo que me ayudara a mirar la vida de otra forma, dicen que los ojos son las ventanas del alma, y yo vi esos ojos de alguien que fue lo más cercano a un hijo que tuve, Valerio.

-No necesito a un hombre que me complete- le dije al señor que me había hablado anoche en la plazoleta cerca de mi casa. Era alguien muy presentable y cuando me hablo, dijo que era muy linda para estar sola en un banco de madera en una plaza desierta.

-Nadie lo necesita- me respondió con altura, a lo que él se sentó y siguió –Todos nacemos completos, pero solo basta una persona que nos rompa, y así no nos quedamos incompletos, sino rotos.

-Veo que sabe mucho del tema- le respondí.

-Nada que alguien normal y aventurero no haya vivido. Usted ¿se considera normal?- me preguntó como si en mis labios habría leído todas mis palabras calladas.

-Todos nacemos normales, solo basta una persona para que nos vuelva anormales- le conteste a lo que él se rio con un toque de elegancia, y yo lo acompañe en su carcajada.

-Pero también basta con solo otra persona que te arme, o te vuelva a hacer sentir normal- me dijo interrumpiendo mi risa. Me miraba con unas pupilas verdes en esos ojos arrugados que, a diferencia mía, a él se le veían muy bien.

-Tal vez sea como usted dice- le respondí con una sonrisa. La plazoleta nunca se había tornado tan callada, era como si el mundo hubiera hecho silencio para escucharnos solo a nosotros.

-Gabriel para usted- me lo dijo de una forma coqueta.

-Y señorita Lupe para usted- le dije, con su misma mirada y su misma expresión.

-Muy bien señorita Lupe, le gustaría acompañarme a un local de comida que se encuentra en aquella esquina- gire mi cabeza en dirección a donde el señalaba y me percaté de que había señalado el loca Klara, el lugar donde, desde que empezaron mis vacaciones, cenaba casi todas las noches, era un local de 24 hs, increíblemente le iba muy bien.

Sé que no es correcto irse con un extraño a plena 22:00 horas, pero había algo en el que me daba confianza, así que acepte su invitación, y nos dirigimos al lugar. Al llegar tomamos asiento en la mesa del medio, en el local no había más que dos mujeres con su hijo, los cuales justo se retiraban cuando nos sentamos. Vi a esas dos mujeres, se veían muy felices con ese niño, que las completaba...

-Buenas noches señorita Lupe, señor Gabriel- nos dijo el mozo, a lo que nos miramos sorprendidos.

-Buenas noches Bruno, ¿Cómo te trata la vida?- le pregunto Gabriel al joven.

-Como merezco que me trate- le respondió con simpatía.

-Veo que ya conoces al joven, casi igual que yo- le plantee en plan de que entendiera mi punto, a lo que él solo me mira y sonríe un tanto inquieto.

-Les dejo las cartas de menú, volveré en un segundo para tomarles el pedido- nos dijo el joven mozo a lo que se retiró.

Luego de un incómodo silencio Gabriel dice.

-Okey, admito que ya te había visto anteriormente por aquí, al igual que vos, casi siempre ceno aquí, y te veía siempre en una mesa de la esquina comiendo sola- admitiendo li que supuse y siguió –No es ninguna forma de acoso, simplemente casualidad, hoy fui por la plazoleta y te vi, de vuelta, sola.

No sabía que responder, es decir, sus intenciones no eran malas y no parecía un mal sujeto así que continúe diciendo.

-No creo mucho en estos tipos de casualidades, pero la noche es joven y nosotros no, aprovechémosla- le conteste.

-¿Qué quieres decir con eso?

-Ya sabes, esas cosas que alguien sufre a una avanzada edad.

-No lo creo, si la gente usa la expresión joven para referirse a una persona energética, es porque decidió dejar de serlo cuando adulto.



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En el texto hay: misterio

Editado: 06.10.2019

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