Por no haber podido conciliar el sueño anoche, hoy desperté y descubrí que eran la una del mediodía. Tenía ganas de matarme. Voy a comenzar a refaccionar la biblioteca. Cuando subo las escaleras no puedo evitar mirar en la dirección donde está el cuarto, pero esta vez me controlo y me prometo que no me voy a dejar influenciar por mis ansiedades y las necesidades que tengo por descubrir que es lo que pasa.
La biblioteca es un lugar muy grande y espacioso. Ahora que lo pienso la casa debe valer mucho más del precio al que yo la compre, y no puedo evitar preguntarme ¿Por qué su precio está tan rebajado? Aunque fue solo un pensamiento de unos segundos, ya que me distraje demasiado contemplando los libros, definitivamente tengo que leerlos todos.
Este lugar es impresionante, los conté y son 500 libros. Los géneros son tan variados, hay de todo, desde terror hasta romance, incluyendo la fantasía y sin exceptuar los clásicos de siempre. Es un sueño hecho realidad, lo mejor de todo es que fue gratis. Los libros están guardados en muchas vitrinas y todos están organizados en orden alfabéticos. En el medio hay un espacio libre donde tengo planeado poner una mesa de escritorio con su silla correspondiente, espero encontrar una muy antigua para que haga juego con la habitación. Además tiene estatuas de la cabeza de los próceres, en los que logro identificar a Manuel Belgrano, San Martín, Mariano Moreno, Domingo Faustino Sarmiento y Juan José Castelli, del resto no me acuerdo, la política y la historia no son mi fuerte. En el piso hay una alfombra de color marrón, está llena de polvo pero de seguro con la ayuda de una aspiradora queda como nueva.
Me subo a una escalera para poder agarrar uno de los libros más altos que llamó mi atención, es de cuero y se ve que está hecho a mano, también tiene cerradura y veo que está tiene el tamaño de la llave que encontré en la mesita de luz. Al parecer a la persona que vivía aquí no le gustaba que miraran sus cosas. Voy hasta mi cuarto por la llave, tardo un rato en acordarme en donde la dejé, desesperado y ansioso revuelvo todo creando un gran desorden; al final recuerdo que estaba en el bolsillo del pantalón que tenía anoche.
Enfadado y desesperado voy hasta la biblioteca e intento abrir el libro, la llave encaja y queda ante mi vista una portada un tanto macabra, no porque tuviera un dibujo o algo así sino por la frase que contenía “Me gusta ver trabajar a los bomberos… es lindo ver como caen en el fuego” Cayetano Santos Godino. Automáticamente me doy cuenta de quién es la frase, y es de nada menos que de uno de los únicos asesinos en serie que hubo en Argentina, más bien conocido como el petiso orejudo. Famoso por torturar y matar niños con apenas 10 años. Se cree que su maldad estaba en sus orejas y es por eso que se las operaron una vez en prisión. Obviamente se mucho sobre asesinos en serie porque como ya he mencionado antes, me gusta mucho leer sobre misterio y crimen. Pero me pregunto ¿Qué clase de loco pondría en un libro una frase de ese psicópata? Incluso pareciera que la hubiera puesto en modo de admiración.
Empiezo a mirar el contenido y me doy cuenta de que en cada hoja hay una especie de descripción de mariposas. Parece que el libro es de un coleccionista, pero me percato de que no hay ninguna. Es más, es como si allí hubieran estado algún día pero alguien las hubiera sacado. El dueño o la dueña anterior tenían muchos misterios. O simplemente soy yo, imaginando cosas extrañas.
Debido a mi torpeza, me resbalo y mi libro cae debajo de la estantería, intento alcanzarlo pero es en vano. No logro meterme abajo del mueble, porque el espacio es muy estrecho, se me ocurre alcanzarlo con una escoba pero tampoco puedo. La única idea coherente y complicada que tengo es tratar de mover este enorme trasto. Primero saco todos los libros, de verdad son demasiados. Los dejo en el piso y se me ocurre la idea de hacer un inventario con los nombres de cada uno y sus respectivos autores. No me gusta este orden alfabético.
Al primer intento no puedo correrlo. En el segundo pruebo con levantar un poco el mueble y lo consigo, lo corro lo suficiente como para poder agarrar el libro y de paso limpiar un poco. Cuando miro la pared, me doy cuenta que está pintada de un color que al parecer hace siglos fue blanco, ahora por la suciedad es gris; caigo en la cuenta de que hay un espacio que se ve irregular. Pareciera que fuera una especie de montaña.
Miro la hora y me doy cuenta de que he pasado toda la tarde en la biblioteca, que tengo mi cuarto hecho un desorden y que por alguna extraña razón mi curiosidad acabó con mi día productivo. El hambre me está ganando. Mañana mismo voy a arreglar ese pedazo de pared.
Bajo a la cocina por algo de comer y cuando miro el reloj son las nueve de la noche. Las inmobiliarias cierran a las ocho y media, así que maldigo para mis adentros y ya dejo como tarea fundamental para mañana no entretenerme con ninguna otra cosa y llamar sin falta. En verdad, necesito saber quien vivía en esta casa. Necesito averiguar un poco más sobre la familia Montenegro.