En la tele eh visto que están buscando al ricachón. Que risa me da, jamás van a encontrarlo. En un principio había querido ser famoso por estos crímenes, pero en Argentina implementaron la pena de muerte a comienzos de este año. Así que decidí guardarme todo esto para mí. Quizá en algún futuro se revele toda la verdad, pero cuando eso suceda ya voy a estar lejos, y nadie va a poder encontrarme. Y si no voy a encargarme personalmente del entrometido que se mete en mis asuntos personales.
El segundo asesinato que cometí fue el de Darío Bustos. Era un pervertido que podía causarle repugnancia a cualquiera que lo conociera o por lo menos a quien se atreviera a hablar con él. Tenía una manera muy obscena de ver y decir las cosas. Estaba afectado gravemente por el acné, tez blanca, cabello castaño con rulos. Poseía la costumbre de tener la mirada perdida, muchos se imaginaban que estaba pensando en alguna asquerosa fantasía. Hace poco lo habían acusado de violar a una chica de 14 años, pero como las pruebas no fueron contundentes lo dejaron en libertad. En este caso voy hacer justicia por esa chica y por mí.
Con él tuve que idear un plan un poco más complejo, pero no tan difícil. Inventé un perfil falso, en esa aplicación donde todos los adolescentes y viejos pervertidos consiguen pareja para un rato. No fue difícil, un nombre sacado de una guía telefónica, fotos bajadas de internet, y listo. Pasé tres días hablando con él y lo cité en donde se supone era la casa de la chica que había inventado. No soy tonto para traerlo directamente hasta casa. El auto de la muerte puede pasar a buscarlo sin problemas.
Para que la policía no rastree mi casa, ni mi teléfono a través de los mensajes o por la dirección IP, compré un teléfono robado. Ah cierto, me olvidé de escribir que le disparé en la cabeza al tipo que me lo vendió. No podía dejar cabos sueltos después de todo. Me sentaba en un parque, y cuando terminaba de utilizar el celular lo pagaba. De esa manera nadie podría rastrearlo.
Y por fin, ahí estaba esperando mi agresor a que apareciera esa muchacha rubia de cuerpo escultural, por la que me había estado haciendo pasar. Observé que no hubiera nadie en los alrededores. Igual que con el ricachón fui por detrás, lo estrangulé un poco haciendo una especie de llave “mata león”; cuando casi se quedó sin oxígeno le inyecté el sedante en el cuello. A los segundos se quedó profundamente dormido y lo metí en el baúl de mi auto.
En un cesto de basura que estaba cerca tiré el teléfono. Limpié cualquier huella que pudiera haber quedado, aunque todo lo que toco lo hago con guantes. Ahora si pervertido asqueroso, vas a pagar cada uno de los ridículos insultos y sobrenombres que no te cansaste de repetirme.
Igualmente pensé mucho en él y voy a hacerle un favor. Decidí presentarle a la chica más hermosa del planeta, bueno por lo menos para mí. Los dos vamos a pasar un largo rato lleno de diversión.
Cuando llegué a mi casa, es decir, a su futura muerte, todavía estaba dormido. Lo até de manos y pies. No me preocupo en taparles la boca porque mi casa queda muy retirada, por lo tanto no tengo vecinos y nadie puede escucharlos gritar. Sin gritos no hay diversión.
Recuerdo que este pervertido siempre andaba mirando chicas. Un día se me acerco y me habló:
-Me parece que encontré uno de los míos, ¿Qué tal te parecen esas muñecas que van pasando?
A lo que yo le respondí:
-No me interesa estar mirando mujeres a cada rato, lo encuentro obsceno y un poco incómodo para ellas.
Rápidamente corrió el rumor en todo el curso de que yo era homosexual. Cosa totalmente errónea, me gustan las mujeres pero eso no significa que tenga que estar comiéndome con la mirada a cualquier chica que pase cerca de mí. Cuando intenté golpearlo sus amigos lo defendieron y comenzaron a insultarme mientras sus puños hacían contacto con mi rostro y mi estómago.
Como dije antes voy a presentarle una mujer o algo así. Mi instrumento esta vez tardó un poco más porque su construcción fue un poco difícil. Pero para mí nada es imposible. Tiene procedencia de Alemania y la construí con madera y hierro. Coloqué pinchos filosos dentro de ella. Viejos mitos dicen que Erzsébet Báthory, más conocida como Elizabeth Báthory la mayor asesina serial de la historia; la utilizaba con sus doncellas para extraerles sangre. Su nombre es “Sangrienta Doncella de Hierro”. Y cualquier reo que se enterara que su condena era estar dentro de ella, se orinaba encima y prefería quitarse la vida ahorcándose, en lugar de sufrir tanto.
Me pareció raro no escucharlo gritar asique bajé a ver qué pasaba. El desgraciado estaba dormido todavía. En un principio pensé que estaba muerto, pero su pulso seguía ahí. Menos mal que eso no pasó porque estoy seguro de que me hubiera invadido el coraje; mi esfuerzo construyendo a la doncella de hierro habría sido en vano.