Diario De Un Asesino Serial

15/05/2006 DIARIO PÁGINA 57 “VISITA INESPERADA”

Estimado y confidente Diario, lamento haber tenido que guardarte en ese lugar lleno de humedad y suciedad, pero no tuve alternativa. Ese era el único rincón en donde nadie sospecharía que estás escondido. Después de todo también hay que hacer sacrificios de vez en cuando. El problema es que todavía no te he contado porque me vi obligado a ocultarte durante dos semanas. Sí, leíste bien, dos malditas semanas sin matar, sin poder llevar a cabo mi tan deseada venganza. Me parece espectacular que no haya perdido el control de la situación. Lo pensé muchas veces, sin embargo no puedo permitir que mis impulsos arruinen todo.

Al día siguiente de la muerte del hippie, yo me encontraba en la cocina viendo las noticias. Cuando me disponía a hacer los preparativos para mi próximo plan escuché una sirena de policía que venía desde lejos. Como vivo en el campo cualquier ruido que provenga de un auto se puede apreciar perfectamente desde kilómetros. Sin pensarlos dos veces, subí corriendo la escalera hasta la biblioteca. No sabía dónde esconderte, si te descubrían todo se iba a venir abajo y aún mi venganza no va ni siquiera por la mitad.

Fue en ese entonces cuando recordé aquel lugar de mi infancia. Cuando tenía alrededor de seis años, estaba jugando en el arenero de la escuela, luego vinieron unos chicos y me tiraron arena en la cabeza; cuando comencé a llorar un niño se acercó y golpeó a esos jóvenes malos que me molestaban, ellos se asustaron y salieron corriendo cual cobardes. Mi defensor se llamaba Joaquín Torres, era un chico alto, de ojos verdes, cabello castaño y manos grandes. Empezamos a jugar juntos y a medida que pasaban los años nuestra amistad se fue haciendo cada vez más grandes. Estábamos juntos sin importar lo que pasara, juntos contra el destino; éramos como Don Quijote y Sancho Panza, nos gustaban las mismas cosas y nos aborrecía el fútbol. Pero como es costumbre, en mi vida nada sale bien en cuanto a amistades. Cuando cumplimos diez años Joaquín enfermó. El maldito cáncer despertó y consumió toda su vida y energía. Ya no era el mismo, ya no asistía a la escuela, yo iba a su casa y tomaba su mano mientras le contaba historias, las mismas historias que me contaba mi padre. Su rostro reflejaba cansancio y nostalgia, siempre sospechó que iba a morir. Yo no podía aceptarlo, cuando charlamos sobre el tema, él trataba de convencerme de que buscara otro amigo, me decía que él ya no podía jugar ni defenderme, que ya no servía. Inmediatamente lo abrazaba y lo convencía de que nadie en el mundo podría suplantarlo, él era único, era mi amigo, mi mejor amigo. Tres meses después su madre lo encontró sin vida cuando fue a despertarlo. Los médicos dijeron que no sufrió, simplemente se durmió y no volvió a despertar nunca más. Doy gracias al cielo que no sufriera, siempre imagino que cuando abrió sus ojos se encontró con los ángeles, en un lugar donde jamás va a sufrir, donde no hay maldad ni discriminación. Él es feliz en el cielo.

Jamás me gustó que mis padres me vieran sufrir, entonces descubrí este escondite. La madera estaba rota, y uno podía sacarla y contemplar ese agujero grande que había en la pared. Me escondía en ese lugar y lloraba todo lo que yo quería recordando a mi mejor amigo. Mi único amigo. Hace mucho que no pensaba en él y no es porque no lo recuerde o lo haya olvidado, simplemente ese recuerdo hace que sienta que nada vale en este mundo. Y en estos momentos no tengo tiempo para depresiones. Tengo que mantener mi cabeza distraída para poder concentrarme.

Por la desesperación de sentir cada vez más cercas las sirenas de aquellos incompetentes. Moví el mueble como pude y saqué la madera que estaba floja y fue ahí cuando te coloqué en ese lugar sucio y húmedo que llenaba mi niñez de soledad y momentos melancólicos. Dejé el trasto en su lugar nuevamente. Acomodé mi ropa y esperé sentado en mi sillón, leyendo el diario como si nada hubiera pasado.

Sin sorprenderme en absoluto siento el timbre. Al abrir la puerta me encuentro con la sonrisa del Oficial Cruz:

-Le dije que iba a volver en cuanto tuviera la orden.

-Y como yo le dije, voy a dejarlo revisar hasta el último rincón de mi casa. Si usted gusta- Al decir esto último hice una señal con mi brazo para indicarle que podía pasar.

Además de Don Intimidante también venía su compañera Isabela Pérez, el fiscal a cargo del caso cuyo nombre es Juan Carlos Escudero y seis oficiales más. Mi certificado de T.O.C. me ayudó bastante. Como sospechaba les pareció raro que un hombre que vivía solo y nunca recibía visitas mantuviera su casa en orden. Pero con ese simple papel cualquier sospecha que hubo se desvaneció en un instante.

Sé mucho sobre leyes, podría haber sido abogado. Así que con mis conocimientos me dispuse a leer muy detenidamente la orden de allanamiento. Esta decía lo siguiente:



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En el texto hay: asesino serial, torturas, venganza

Editado: 15.07.2018

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