Noviembre 16, 19...
¡No lo he soportado más!
Así que he dejado de lado mi aversión a cambiar de forma. Me transformé y seguí su rastro.
Nunca desde mi primera transformación, hace tantísimos años, me he sentido a gusto con mi naturaleza de hijo de la Luna. Tener que habitar un cuerpo de lobo me da la sensación de perder poco a poco mi humanidad.
Me ha costado pero he aprendido a controlarme. Le temía a la Luna Llena. Ya no lo hago.
Como hacía un largo tiempo que no me transformaba , me costó más de lo habitual. Fue muy doloroso. Pero era necesario.
Comencé en el viejo camino, busqué su inconfundible, para mí, olor y seguí su rastro.
Me faltaba práctica, por lo que me perdí varias veves y tuve que esconderme otras tantas.
Veo los siglos pasar pero las mentes de los humanos parecen no querer cambiar. Siempre le temen a lo desconocido.
Seguí rastreándolo toda la noche y justo antes del amanecer, su olor me llevó hasta una ventana.
No hizo falta que mirara. Supe que Mew vivía allí. Su aroma exclusivo penetró cada célula de mi cuerpo y me embriagó deliciosa y dolorosamente.
Me escondí en un callejón cercano, en la penumbra. Y para cuando el sol comenzó a iluminarlo todo, yo ya había recuperado mi forma humana. Robé unas prendas de un patio en las afuetas del pueblo y me escabullí a mi cuarto a descansar.
Estoy exhausto pero feliz. Porque lo encontré. Cada vez estoy más cerca de Mew.
"No te ilusiones, Gulf", escucho a mi lobo blanco decir.
Pero no le presto atención. Por primera vez en mi vida ser un lobo cambia formas no me ha vuelto infeliz.