Diario de un guerrero y un herrero - Máleran 3 | libro 3.

Sexto Capítulo - Letras en rojo.

Notas de Raslyl: Lo que ha pasado en la Nación de Órohme ha sido de no creerlo, ni siquiera el amo Ripper se lo cree, mucha gente se nos ha unido después de esto. 

Tiempo:

6:33am, 6 de marzo de 1917.

Lugar:

Pueblo de Nim, Condado de Matavcaba, Continente Ranmer:

 

El hogar de los Bandarlen parecía un palacio más que una casa común, a Raimundo le encantaba tener un hogar tan espacioso para poder jugar con sus incontables muñecos de madera, su hogar estaba ubicado en frente de la plaza principal del poblado, al igual otras tres familias de alta cuna que se podían permitir aquel lujo. El joven Raimundo vivía con su madre y tres hermanos más grandes que él. Su padre también vivía con ellos, aunque no lo parecía, rara vez lo podían encontrar en casa, casualmente podía llegar a dormir en ella una noche cada dos semanas, Raimundo no sabía a qué se dedicaba, lo único que sabía era que trabajaba para el mismísimo Emperador del Condado de Matavcaba. 

Raimundo se imaginaba siendo un avión aquellas veces que podía salir de su casa, durante esos meses su obsesión por los aviones solo había ido creciendo, todos los modelos que podían existir, Raimundo ya poseía una copia en miniatura de cada avión creado en los continentes Ranmer y Apsurer. Se levanto alterado y miro por la inmensa ventana del segundo piso de su casa, todavía era de noche, giro su vista y pudo ver el reloj que colgaba sobre el marco de puerta blanca, tal parecía eran las seis de la mañana, restregó su cabeza y cabello negro, cerrando sus ojos azules intento recordar lo que acababa de soñar, y a juzgar por su repentino despertar su sueño no había sido tan bueno. 

Recordó su pesadilla… Se encontraba en el interior de un avión, era muy sombrío no por falta de luz, pues esa luz era violeta. El panorama afuera era el de una feroz tormenta que azotaba el gran armatoste de metal, Raimundo intento recordar los detalles del avión, pero le fue casi imposible, pero había lugar para el piloto y copiloto y detrás había otras dos sillas para acompañantes, luego de un par de turbulencias dentro de la pesadilla y unas vueltas descontroladas en su cama en la realidad, un destello blanco hizo que aquella pesadilla terminase, y el joven Raimundo despertase. 

Se destapó por completo al darse cuenta de que podía recordar su pesadilla, se puso sus pantuflas azules y camino por su habitación hasta toparse con una gran repisa que apenas podía alcanzar en punta de pies, fue pasando su mano y dedo índice por cada uno de las diminutas réplicas en madera de los diferentes aviones que poseía, eligió el penúltimo de aquella repisa, la base tenía una placa con el nombre de “Imperial” el subtítulo de la pequeña placa de metal se leía: “Avión perteneciente a Apsurer entre mil novecientos cinco y mil novecientos diecisiete”.

Camino a través de su habitación hasta la gran puerta, toda la pared estaba pintada de blanco, al igual que los muebles guardas, puertas y marcos de ventanas, en conjunto con líneas doradas.

 Abrió la puerta, por favor por Narelam que no suene mucho por favor. Aquella puerta se movió gracias al pequeño empujón que propició Raimundo y la cerró apenas pudo caber por la fina salida, camino por la extensa alfombra que recorría el pasillo principal de todas las habitaciones de sus hermanos y padres miro hacia los dos lados del pasillo en cada intersección entre puerta y puerta había un inmenso cuadro del Dios Narelam pintado en diferentes poses de victoria y con diferentes ropajes y escenarios. Llegó hasta el salón principal y bajó por la escalera que bordeaba la pared circular. En medio del salón había una mesa circular con un mantel rojo en el centro una estatua de Narelam que debía de medir al menos unos dos metros con sus cuernos perfectamente representados, aparte de su pelaje que a pesar de estar esculpido realmente parecía que se lo habían sacado a un jabalí, la cabeza de Narelam era la de un jabalí y el cuerpo humano, en otras palabras, era representado por un minotauro, su taparrabo ondeaba por un viento invisible que esculpido con un detalle cuidadoso. Alrededor de la deidad múltiples cajas de madera lo rodeaban, eran de diferentes colores, con diferentes patrones a los pies de cada caja había una diminuta foto o retrato del rostro de una persona, aquellas personas eran los abuelos, tátara abuelos y más familiares ya muertos del joven Raimundo. En las paredes del inmenso salón habían exhibido numerosas armas que habían pertenecido a Narelam.

El joven tomó rumbo hacia el costado del salón abrió la puerta de la cocina y la cruzó para salir al exterior de su casa por la puerta trasera. 

Comenzó a jugar con su avión paseándose por todo el patio. 

El sonido de la puerta se hizo oír mientras Gardelia Bandarlen se estaba cambiando minutos después de haber despertado.

—¿Quién es? —preguntó la mujer—, espero no sea ninguno de ustedes niños.

—Disculpe señora —dijo el aya de Gardelia—, pero el joven Raimundo no se encontraba en su cama para levantarlo —Gardelia se terminó de colocar su vestido rápidamente y colocándose sus pantuflas abrió la puerta de su habitación.

—¿Dónde espíritus se habrá metido este niño? —Gardelia subió su mirada hacia el reloj—, ya se está haciendo tarde, por favor Lila ve y despierta a los demás yo me haré cargo de Raimundo —el aya Lila reverencio a Gardelia y se dirigió a las demás habitaciones con un rápido piquete de sus zapatos.

Gardelia termino de peinarse y colocarse una peineta de color blanca con negra, su cabello era castaño oscuro y de piel morena. Salió a todo el paso que le permitieron sus piernas bajando por las escaleras, miró hacia la puerta de la cocina, se giró y miró hacia la puerta del comedor, investigó en él, y obviamente Raimundo no estaba. 



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En el texto hay: guerra, habilidades sobrehumanas

Editado: 18.03.2023

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