Diario de un guerrero y un herrero - Máleran 3 | libro 3.

Séptimo Capítulo - La deidad que mira hacia futuro.

Notas de Raslyl: Realmente creo que tenemos un Dios aparte, nunca me consideré demasiado creyente de Narelam, ahora, tras ver el poder de mi amo Ripper creo que él es el mismísimo Narelam reencarnado. Ripper no cree eso, a duras penas acepta nuevos seguidores que creen en él, mañana intentará usar el elixir rojo por primera vez, todos estamos nerviosos pues no hay indicios de que Makkia Vilril haya usado ese elixir, creo que aquí termina mi relato, o más bien mis escritos en este diario.

 

Tiempo:

8:33 pm, 4 de enero de 1945.

Lugar:

Décimo sexta trinchera, cerca del Condado de Tyrkub, Continente Ranmer:

 

—Después de ser echado de mi casa —dijo Raimundo encendiendo un habano y soltando el humo por una de las rendijas del helicóptero para no darle a sus compañeros—, vagué por el pueblo durante un par de semanas hasta que encontré a Lila. Al final ella me adoptó y pude aprender muchísimo acerca de la grandiosa Fabelización, de Ripper Gravana y de su ayudante Raslyl.

Pero las marcas que me dejó mi familia no las podré sacar jamás —Raimundo puso sus manos en su nuca y desbrocho el seguro que tenia la mascara de cuero que cubría la parte izquierda de su rostro su máscara fue removida por el mismo y tanto, Mull, como Taran, Shakelim y Effru quedaron con boca abierta al ver la cicatriz que cubría la mitad de su frente. En letras lo suficientemente grandes tenía escrito “El Dios Narelam Existe”—. No uso esto para ocultar esta cicatriz, después de todo no lo veo como un error, al fin y al cabo, por eso llegué hasta donde estoy, y me siento feliz por eso, solamente uso esta máscara para no ser reconocido por mi familia. 

—¿Y has vuelto a ver a tus padres y hermanos Rai? —pregunto Shakelim.

—Jamás los he vuelto a ver y por los años de vida que me quedan espero no volver a verlos nunca más, ni a cualquiera de sus descendientes —respondió Raimundo—, a pesar de eso no los odio, gracias a la Fabelización he logrado no sentir nada hacia ellos cinco, ni rencor, ni enojo, ni siquiera amor. 

—Y… —expresó Effru—, ¿Crees que ellos te han buscado? 

—No lo creo, mi padre ha tenido mucho poder al ser uno de los Galboreales del mismísimo Emperador Dutur, créanme que si me hubieran querido encontrar lo habrían hecho. 

—No pensé que tus motivos para no creer en Narelam fueran tan —dijo Mull intentando pensar en sus palabras—, tan…

—¿Traumáticas? —interrumpió Raimundo con una sonrisa hacia el anciano de cabello grisáceo.

—No quise faltarle el respeto joven Raimundo —expresó el señor Sadar. Es increíble como me han logrado hacer cambiar de perspectiva estos dos, pensó Mull dentro de su mente al mismo tiempo que admiraba con una sonrisa a sus dos compañeros, Taran Dokitroy y Raimundo Bandarlen. Creo que no lograba comprender muy bien los gustos de cada uno y estaba encerrado en que solamente era válido ser amante de Narelam, sin dejar espacio a los diferentes motivos que tenga cada uno, pensó el anciano con una sonrisa mirando por ventana del helicóptero como descendía hasta apoyarse en la tierra de la décimo sexta trinchera.

La mayoría de los soldados se habían aglomerado alrededor del helicóptero (los de los otros veinte grupos se acercaban a lo lejos desde los dos extremos de la trinchera) el helicóptero había sobrevolado la mayoría de la trinchera y las banderas que flameaban al viento junto con los escudos de las dos copas, decían que era un helicóptero importante para los soldados y seguramente traía un mensaje que cambiaría el curso de la guerra de los dos mil.

El viento que producían las hélices se detuvo poco a poco al mismo tiempo que las inmensas aspas las puertas se abrieron y bajaron todos de él, Larryet Alore encaminaba la cabeza del grupo al igual que su esposo. Hablo en voz baja con un par de comandantes y estos en poco tiempo trajeron un escenario improvisado con varias cajas de madera, el grupo de Mull se sentó a un costado sobre algunas cajas de madera para estar por encima de la multitud que se estaba empezando a formar en torno al escenario, Larryet y Oruma subieron al escenario junto con un micrófono el cual enviaba su voz hacía dos grandes parlantes que se encontraban a ambos costados del escenario.

—Buenos días soldados —saludo Larryet—, mi esposo y yo hemos venido hasta el campo de batalla por órdenes del mismo Emperador Dutur Tolezso. Les voy ser sincera, nuestros recursos no darán más abasto en un par de meses, por eso estoy aquí ¡Por qué una estrategia es más eficaz mirando la situación en la que se encuentra y no en un palacio a mil kilómetros de aquí! —los vítores, aplausos y silbidos se hicieron oír a lo largo de la trinchera mientras más grupos de soldados iban llegando a la gran multitud—. Mi esposo y yo estamos aquí para terminar con este sufrimiento, estamos aquí para, para… —Larryet miró hacia el suelo, luego tragó saliva y prosiguió con su discurso—, para que los soldados de uniforme gris, aquellos que han acabado con tantas vidas no puedan profanar las de nuestros hijos, padres, abuelos y hermanos. Para que los soldados de la Emperatriz Meyen Bogur no puedan apoderarse de nuestras tierras, casas y demás departamentos. Por eso les propongo acabar con esta guerra lo antes posible para evitar el menor número de bajas y para que puedan volver sanos y salvos con sus familias. 

Los aplausos se renovaron en aquel momento, y los murmullos entre los cientos de soldados de uniforme verde comenzaron a hacerse oír. 



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En el texto hay: guerra, habilidades sobrehumanas

Editado: 18.03.2023

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