Diario de un Mercenario(capitulo 1)

Introduccion

Introducción

 

Hola, este es mi diario, soy un mercenario, bueno en realidad me retiré hace 2 años no porque quisiera sino porque en mi último trabajo perdí todo lo que tenía. El amor de mi vida y mi mentor.

Escribir esto es una forma de servirles homenaje, hacer que esas aventuras no sean en vano. Voy a intentar abrirles la mente con historias de todo tipo de especies, asesinos y paisajes, les mostraré el mundo del cual me enamoré y me hizo encontrar lo que soy.

  ¿Por dónde empezar? Empecemos por el inicio, mi primer encuentro con la muerte.

Era una noche oscura, un poco sombría, aire seco que cortaba el ambiente y un frío que congelaba toda mueca de felicidad. Estábamos en el puerto “Las Islas” en una fiesta de mi abuela, esperábamos a ella en la entrada del salón con mi hermana, ya que estábamos cansados de tantos lujos y nos queríamos ir. Llegó mi abuela y nos fuimos a la parada del colectivo más cercana. Raramente, al salir, las personas miraban para abajo, sobre el puerto. Intenté visualizar, pero me taparon entre dos señores que parecían más interesados. 

Al llegar a la parada del colectivo, me agarró escalofríos. Estaba todo oscuro y a nosotros solo nos cubría un manto de luz del farol que teníamos al lado. Subimos a un colectivo que apareció de la nada, o por lo menos no estaba en nuestra visión. Buscábamos un lugar y miré hacia el fondo del ómnibus. La vi a ella, hermosa, una chica de pelo marrón que enamoraría a cualquiera con solo verla. Me sonrió y me senté con mi hermana. Seguimos nuestro viaje, se veían ciudades gigantes, mientras que las luces del colectivo se prendían y apagaban. Yo no podía parar de pensar en esa chica, me pasaban miles de preguntas por la cabeza, pero la más repetida, ¿por qué me sonrió? Llegamos a la última parada y me decidí a ver si estaba la chica en la que tanto estuve pensando. Comenzaron a bajar todos, había mucha gente y de repente ya no quedaba nadie. Miré al suelo y había un charco de sangre, me asusté quedando petrificado, nunca había visto algo así. Me fijé si estaba la chica y sentí una oscuridad tremenda viniendo del fondo del colectivo, miré y ahí permanecía una sombra negra de ojos rojos, sonriendo de forma maligna que me saludó y salió corriendo.

Esa noche me volví otra persona, fue el inicio de una linda historia. Reflexionar que ese fue el hecho que desató toda mi vida me trae lindos recuerdos.

Esa sombra se volvió mi mentor, mi hermano, mi padre, todo lo que yo necesitaba, él lo era. Me enseñó todo lo que tenía que saber para ser uno de los mejores en cada cosa que me propusiera.

La chica, bueno que decir de ella, se volvió el amor de vida, la luz que alumbraba la oscuridad con la que cargaba todos los días. Ya contaré noches de charlas y recuerdos que me traen una sonrisa a la cara. Eso es importante para un mercenario, un consuelo que te baje a tierra cuando te crees invencible.

Otra cosa que me acompañó desde el principio fue la muerte, la vez que la conocí fue el día que comenzó todo. Siempre fue esa amiga a la cual llamás todos los días y siempre te contesta con buena cara. Aprendí que la muerte nos va a llegar a todos hagas lo que hagas y eso me quita un peso enorme en mi trabajo. Cosas como culpa o remordimiento nunca me acompañaron, aprendí a hacer mi trabajo y listo, las preguntas están de más.

Siempre fui alguien que le hablaba mucho a sus víctimas, me gustaba conocer todas las mentalidades diferentes que existían en el mundo. La sombra siempre decía “Las personas más sabias son las que saben que van a morir”. 

  Recuerdo noches comiéndome la cabeza por no entender la frase, hasta que comencé a acompañarlo en sus trabajos y veía las caras de las personas o monstruos que me presentaba, ellos tienen relación con la muerte y la aceptaban.

  En el mundo de los mercenarios el miedo no es a morir, es a no realizarse, a no mejorar cada día, es una competencia contra ti mismo que tienes que ganar.

Me encanto esa mentalidad, decidí que quería ser como ellos, ser una mejor versión de mi mismo cada día hasta que llegue el día de morir o retirarse.

Lamentablemente o por suerte ese día llegó y escribo desde ahí, desde el retiro. Un hombre al que ya no le queda nada, solo historias que desahogar en el papel.

  Pensar en escribir esto hace unos meses me parecía una locura, pero el Sr. Barrios me convenció de que tenía historias que contar.

  Él es el único amigo que me queda, no juzga por las cosas que hice en mi pasado, sino que las acepta y me incita a no olvidarlas, dice que mi vida pasada me volvió lo que soy ahora, me enseñó formas en las que puedo desarrollar el mundo en el que viví. Él con sus cosas de filosofía y arte siempre opinaba que yo no era así hasta que lo fui conociendo y me di cuenta de que con vidas totalmente diferentes éramos bastante parecidos.

Tiene un sabor raro el retiro, te pones a reflexionar en los amigos que perdiste, en las historias que no se renovarán. Deje de existir de un día para el otro en el mundo laboral en el que me había manejado desde muy chiquito y no es que pueda invitar a viejos amigos a tomar mate o un té, ellos aún siguen allí, buscando realizarse, creando nuevas aventuras y viviendo como yo vivía antes.

  Solo me queda el Sr. Barrios y una que otra gárgola que se pose en mi terraza en una noche oscura.



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En el texto hay: diario, cuentos cortos, duelodolor

Editado: 15.09.2022

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