Diario de un Sin Memoria | #3.

Número Diez.

Mi vida se va desmoronando poco a poco, he matado a muchas personas, me cortado a mí mismo... No quiero que la policía me encuentre, les juraría por mi vida, y por mi alma, que esto no es de manera intencional: ¡las muertes no son de manera intencional!. Mis voces me andan matando poco a poco, no sé qué es lo que me pasa. Cada día, mi mente me va controlando aún más. Me he tomado un viaje a Estados Unidos, no quiero que en Argentina me encuentren; ya me andan buscando por haberse enterado de que yo maté al gato. Desde ése día, comencé a matar para buscar la respuesta. No ha pasado ni más de una semana y ya me andan buscando, soy una persona sumamente horrible. No sé lo que haré ahora, estoy escapando pero... No puedo ver a mi psicoanalista, a nadie. Todo esto, las matanzas, el crimen. Son algo sumamente maravilloso, me siento muy cómodo cuando lo realizo; cada vez que se comete este tipo de actos en mi presencia, me siento horrible además de cómodo. En mi mente pasan cosas malas, extorsivas, cosas parecidas al Fin del Mundo. ¡Veo el Fin del Mundo delante de mis ojos, joder!. Todas las personas del planeta apiladas en unas cuantas montañas llenas de cadáveres y mucha sangre enfrente de mí, mientras que alienígenas voladores les arrancaban las partes del cuerpo y se las comían hasta dejar sólo huesos con rastros de sangre. Habían cadáveres sin ojos, solamente con huecos que chorreaban un líquido de extrañeza color negro, estando así también con la boca abierta en su totalidad.

Odio esto, ¡lo odio!. Desde aquél gato hasta la última persona que maté hace dos días, muchos recuerdos y pesadillas pasaron en mi mente, también delante de mis ojos. Se sentía bastante real, extremadamente real. He encontrado el significado de la vida ante estas matanzas que yo realicé, me he sentido más vivo que antes al enterarme cómo es que perdí mis recuerdos y comencé a tener amnesia. Mis padres han muerto en mi cumpleaños número dieciséis, sus cadáveres rasgados y degollados se encontrarían juntos tirados en el suelo, y yo llorando a los gritos en aquella carretera para que alguien me escuche... Sabiendo que nadie lo iba a hacer. Como nadie aparecía en las últimas horas, sobreviví gracias a los recursos del bosque que se encontraba a unos dos o cuatro kilómetros de donde estábamos mis padres ya difuntos y yo.
No me importa si llegan a leer este secreto cuando me condenen a muerte, no sabrán la verdadera razón por la cual realizaba estos crímenes, estas matanzas. La razón es lo que llega a resolver todo, siempre se necesita un porqué ¿cierto?. No lo daré, solamente diré que encontré el resultado esperado gracias a las semejantes muertes que realicé en niños, mujeres y adultos. Lo sé, lo sé... Soy un sociópata trastornado, pero el tener trastorno antisocial me ha dado las grandes ventajas de sentirme más que vivo. ¡De sentirme como un Dios ante la respuesta de todo ser humano...! La respuesta de todo ser humano, ¿eh?. Mi respuesta, la respuesta de este ser humano que escribe en un diario que va a ser quemado cuando lo ejecuten, son los hechos de un problema. Simple, ¿no es así?.




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