Diario de un Sin Memoria | #3.

Número Tres.

La alarma de la casa había sonado, me levanté rápidamente para poder apagarla lo antes posible. Me tapaba lo más fuerte que podía ambos oídos. dirigiéndome hacia la puerta de entrada. Colocé el código en el censor de la alarma y ésta se desactivó, de suerte. No entiendo qué cosa la activó, ni siquiera el porqué. Mi departamento queda lo más lejos posible de los barrios pobres, encima en esta ciudad no habitan muchas personas ya que me encuentro en un lugar súper aislado de Argentina. Comencé a preguntar a gritos quién era, necesitaba saber si había algún ser viviente dentro de mi hogar: nadie contestó. Suspiré de manera profunda y caminé por los pasillos del lugar, tenía que saber quién o qué habitaba mi casa a estas horas de la noche. Empecé a gritar varios nombres de varios conocidos que me acordé en el momento, ninguno contestó. Solamente vi que había una lámpara encendida en la sala de estar, cerca de la televisión. Me eché a reír por lo bajo, ¿acaso la luz se encendió y aquello hizo que provocara la alarma?. Parecía algo bastante estúpido, para decir verdad. Fui hacia el centro luminoso y apagué la lamparita, mientras iba directamente hacia mi cuarto que tenía la puerta abierta. No pasaba nada en ése momento, podía escuchar que el ambiente se inundaba en el silencio eterno y profundo. Cuando me detuve en el borde que dibidía la sala de estar y mi habitación, me di media vuelta para hecharle un vistazo a la oscuridad. Nada, no se veía nada. Por una parte me alegró bastante, ya que la luz es algo que me molesta demasiado; por el otro, me encontraba algo incómodo. A mis espaldas, sentía que la presencia de un ser viviente habitaba debajo de mi recámara, y éso me daban ganas de dejar como opción dormir en el sofá.

Corrí directamente hacia mi recámara, pero pude ver la figura de una señora de tercera edad desnuda... ¿Se entiende?, ¡desnuda!. No podía ver por perfección gracias a la oscuridad, los faroles que se encontraban fuera no ayudan demasiado. Lo único que sabía que su cuerpo estaba horrible, todo rasgado y con demasiadas arrugas. Me di la media vuelta de manera veloz y me fui corriendo al baño: contiene paredes lisas color negro y una lamparita que daba una luz color azul, para combinar con el ambiente. Al entrar al pequeño cuarto, cerré la puerta con todos los tipos de seguro que ésta contenía, siempre llevaba mucha seguridad en todas las puertas de mi departamento por si pasaba algo serio, incluyendo puertas delanteras y traseras. El muchacho no entendía bien los mecanismos de su hogar ni lo que estaba pasando en este momento, solamente sabía que una vieja horrible y hecha mierda lo quiera para seguro violarlo, matarlo, secuestrarlo, entre muchas cosas. ¿Qué era lo que en realidad quería?, ¿acaso era el espíritu de una de sus víctimas queriendo buscar venganza?. Imposible, ¿sabes?. Puede ser que sea otro de los juegos de su mente, pero Bastian jamás creyó ni va a creer en los espíritus. Le daban lo bastante asco e incomodidad como para no creer en ellos, sinceramente; también es bastante extraño, ya que el pelimoreno es un maníaco psicótico que cree siempre en los grandes juegos de extremo peligro que le ofrece su maldito cerebro.

Cuando entró al baño y cerró la puerta con seguro, una cara se estira hacia su dirección con mucha fuerza. Su boca estaría completamente abierta y no tendría ojos, solamente unos huecos que hacían que la pared se hundiera dentro de ambos. El muchacho de veinticinco abrió los cerrojos de la salida del baño y luego la puerta, correría lo más rápido que podía hacia la puerta de salida, pero... Cerrada. Los seguros no se utilizaron, no había ninguna protección que hiciera que el chico no pudiese salir de allí. Se dirigió hacia una de las ventanas, subiéndola y tratando de escapar por allí. Al hacerlo y tirarse, pisa mal con el pie izquierdo y se lo rompe en dos, gritando más o menos a todo pulmón. Le dolía demasiado, y lo sabía, ya se había roto ambos pies en varias ocasiones. Se levantó del suelo como pudo, corriendo en dirección contraria a la ubicación de su hogar, aliviándose de que, por cada centímetro lejos que se movía, se iría aliviando. Aunque sabía que aquello no es verdad, porque el juego seguía. Ya ha comenzado, así que Bastian decide caminar directamente hacia uno de los automóviles más cercanos que tendría, para romperle el vidrio y tratar de quitar su seguro. De forma extraña, la alarma no había sonado, y no importaba demasiado ahora. Al destrabar el seguro, se subió al asiento del conductor y unió varios cables que se encontrarían debajo del volante, esperando a que funcionara su simple técnica de tratar de hacer que funcionara el vehículo. Se sentía sumamente nervioso, sabía que no iba a escapar de ésta, y su vida corría extremado peligro para alguien con un pie roto en dos. No le quedaba ninguna esperanza.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.