Diario de un Sin Memoria | #3.

Número Dos.

No lo podía creer, para nada, pero por fin mi cerebro estaba totalmente calmado. Me había levantado con extremo alivio, en el día no sabía qué hacer porque mi único propósito hasta ahora era lidiar con los juegos que realizaba mis pensamientos. Observaba que el ambiente era hermoso, no hacía ni frío ni calor: un momento sumamente deseable para decir verdad. Sonreía varias veces por lo tranquilo que me encontraba, de la noche a la mañana me sentía más increíble que nunca. Hasta mi ser no podía creer lo que estaba pasando, mi vida por fin encontró aquella paz que nunca antes había encontrado desde el accidente. Amaba sentirlo, amaba el sólo pensar que ya me había curado de los pensamientos psicóticos que tendría a cada minuto. Me ponía a escuchar la música que me gustaba, ya que el ser que habitaba en mi mente no me dejaba hacer la mayor parte de las cosas.

— Bien... —dije con un gran alivio.— ...Solo, esta vez, sin que nadie me moleste. —sonreí.

Me dirigí con paso lento hacia mi cuarto, abriendo las puertas de mi armario para sacar un pequeño estuche de color negro, que tendría una palabra escrita en una esquina con tela dorada. Cuando lo coloqué encima de mi recámara, abrí ambos cierres para elevar la tapa de aquél objeto: se vio reflejado un violín europeo muy costoso y de color marrón oscuro. Desabrochando las cintas que lo agarraban, quité el instrumento de allí para poder afinarlo con los microafinadores que tendría en el medio y los afinadores que tendría en la punta superior, con el mismo color de la funda. Al terminar de afinarlo, lo dejé encima del colchón con mucho cuidado mientras que agarraba una cera y el bastón que hacía sonar aquél instrumento para poder pulir sus frágiles cuerdas y poder por fin tocarlo. Terminando ya de pulir sus cuerdas después de tres minutos, le coloqué por último un soporte al violín para poder sostenerlo con mi hombro y mi barbilla, y, al cometer ésa acción, agarré el objeto que lo hacía sonar y comencé a tocar el violín. Sonaba hermoso, sumamente bello y elegante a la vez. Cerrando los ojos, pude notar la tranquilidad que nunca tuve todos estos años. Cuando sólo noté la oscuridad, apareció una imagen de otro lugar enfrente de mí y cesaba el suave sonido del instrumento. Ahora me dejaba en duda si estaba viviendo un engaño o todo esto era algún tipo de engaño.

Suspiré despacio y lentamente, en mis manos no había nada, ni siquiera el violín: se encontraban muy vacías. Sentía que gritos abrumadores empezaban a aumentar su sonido poco a poco, como si alguien estuviese sufriendo o como si fueran regaños dr una madre súper molesta. De ahí, corrí veloz por todo el lugar buscando alguna cosa viva que pueda sacarme de allí, pero no. Mientras más aumentaba la velocidad de mis caminatas, más se desintegrar el lugar en donde estaba. Todo se hacia polvo y, despacio, podía ver la nada misma. Vi todo el miedo que yo tenía y aquél descontrol mental que en toda la mañana no había aparecido, todo éso en el extraño ambiente que me encerraba a cada minuto. Los gritos aumentaron, las personas que los originaban comenzaron a aparecer sacudiéndose en el espacio mientras veía que su rostro era desgarrado gravemente y, a causa de sus heridas, se desangraban sin parar. Ahora era yo quien gritaba sin parar, porque sentía en todo mi cuerpo el dolor de los desgarres que mis contrarios tenían en el momento. Gracias al fuerte dolor que me consumía muchísimo por dentro, comenzaba a retorcerme por fuera de una manera sumamente notoria. No podía creer que, los juegos de mi mente, me han engañado en estas últimas doce horas. Ahora sabré que sufriré hasta el día de mi mente, y creo que, la única manera de quitarme la amnesia, es pasarle a otra persona el ser que la realizaba.




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