Diario de un Sin Memoria | #3.

Número Uno.

Me encontraba en una reunión con los compañeros de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos. Había viajado desde Argentina hacia este país porque tengo que terminar la carrera de Genética. Veía que algunos venían con bebés de menos de un año, otros venían con sus hermanos y otros solos. No era una simple junta, podías invitar a una o dos personas para que te acompañen. Yo me encontraba en una de las mesas alejadas, necesitaba realizar mi tésis para fin de año: terminaba mi carrera dentro de poco. Se me hacía un poco difícil tratar de hacer este tipo de explicaciones gracias a mi falta de memoria, tenía que esforzarme demasiado para poder acordarme de algo ya enseñado. Suspiré suavemente cuando dejé de escribir, hasta ahora no me acordaba de nada más importante. Cerré el libro y guardé mis cosas en mi bolso, alzando la mirada para poder observar a los demás alumnos de la Universidad. Se veían tan tranquilos, tan... Felices. No entiendo cómo pueden estar así, por mi parte lo intento pero no puedo. No tengo más familiares ni apoyo que me ayude con esto, nadie en este maldito lugar me apoya con mi amnesia porque piensa que, al día siguiente, piensan que no les daré las gracias. Lidio siempre la vida por mi cuenta, sin ningún tipo de ayuda a pesar de no acordarme de nada, y nadie me felicita con ello; en cambio, hay otras personas que lidian junto con otras personas las cosas que les pasa en la vida, sin saber las cosas que tiene que realizar solo/a.

Me levanté, colgando mi mochila en mi hombro derecho para luego largarme de allí mirando hacia mis pies. Al salir de aquél cuarto, comencé a caminar por los pasillos tratando de buscar la salida. Es un poco complicado después de no haber estado desde mucho tiempo, mi memoria, además, falla más de lo que el médico había predicado. Varios/as alumnos/as caminaban rápidamente de un lado a otro, empujándome de ambos hombros mientras se dirigían con fuerza hacia delante. La cabeza me dolía un poco, no podía concentrarme demasiado en la caminata. De suerte, salí lo antes posible de allí para tomar un poco de aire. Fui a una de las bancas del pasillo del jardín delantero y me senté, dejando a un lado el bolso con los cuadernos de mis anotaciones. Coloqué los codos sobre mis rodillas y tapé mi rostro con las dos manos, cerrando así mis ojos. Nuevamente había entrado al mundo de las pesadillas, todo se había descontrolado demasiado. La cabeza me empezaba a doler aún más, no cesaba en ningún momento. Me encontraba en la nada misma, todo estaba negro y no se veía absolutamente nada. Se escuchaban todo tipo de ruidos dentro de aquél extraño lugar, gritos insufribles hasta cosas sin sentido. Mi mente, mis pensamientos, eran un extremo caos. No tengo remedio, hasta me tengo miedo a mí mismo. Personas muriendo comenzaban a flotar en la nada misma, luego animales deformados y otros seres extraños aparecían sin ninguna razón para hacerle más corta su muerte. Era toda una escena de suma desgracia, juro solemnemente que esta vez lo que está pasando me trauma más que otras cosas ya vistas dentro de mi cerebro. El psicoanalista no me ayudó en lo absoluto, menos me va a ayudar un manicomio o algún que otro internado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.