Primera Parte:
Revisé rápidamente mi bolso, no encontraba mis pastillas antidepresivas que me resetó mi terapeuta. Me comencé a sentir más pesado, más... Muerto. Gracias a la tristeza que sentía, prefería volver a Londres y entregarme por completo; mejor es decir que era cómplice de aquella persona violadora y decrépita. Odiaba a cada ser humano que se encontraba alrededor mío dentro del avión, y éso que tenía que soportarlos un día entero... ¡Un día entero!. Mientras mi depresión volvía, sentía muchísimo dolor y sed de venganza. Mis padres están muertos o desaparecidos, todavía no sé quién fue y deseaba con todo gusto saberlo (me van a dar ganas de llorar). A aquella persona que los mató, le pegaría hasta morir o le haría tragar cartón hasta que le den arcadas y se ahogue; misión cumplida, mi cordura está completamente perdida. Ya no tengo más nada que hacer, me vuelvo más loco aún estando encerrado en un gran vehículo por un largo tiempo, ¡encima en el cielo y con un gran grupo de seres humanos desconocidos!. Odio todo esto, lo odio enserio. Mi enfermedad me está dejando cuerdo, siento mucha rabia y molestia. Si el orden no existiese, me realizaría un gran festín matando a un pueblo completo. Siento que, por mucho que no quisiera, necesito ir al manicomio por lo que me resta de vida. ¿Para que sirve vivir o existir si, como personas o seres humanos, no tenemos ninguna función para completar?. Me siento como si fuese un pensador con mucha rabia y odio, así es la vida sinceramente. Nos convertimos en algo que no nos gusta, pero aún así es parecido a lo que mucho apreciamos. Es jodidamente bueno y miserable a la vez, muy confuso para decirlo.
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Editado: 14.09.2019