Número Diez.

qυerιdo dιarιo: (Momentos después).

Soy jodidamente inútil, eso es lo que creo. Han pasado dos meses desde la última vez que recordé. Decidí tomarme un descanso de las terapias, pero todavía me sentía depresivo. Actualmente me encuentro en la universidad, me tuve que cambiar de carrera porque ésta me hace mal. Ahora hago Genética. Qué suerte por mí... No lo creo, nunca tengo suerte. Comencé a realizar una serie de teorías para pensar que ese niño era yo y que, aquellos adultos de la carretera, eran mis "padres". No lo creía para nada, yo he vivido solo siempre. ¿Porqué tendría padres ahora? Nuevamente me odié, me sentí depresivo. Estaba totalmente serio en la clase, trataba de prestar atención. Igual, no iba a recordar nada mañana; apenas recordaba lo que me pasaba en las terapias. Me agarró un ataque mental-existencial. Suspiré un poco y comencé a pensar todo lo que podría haber sido de pequeño, ¿quién era? ¿Habría sufrido de pequeño o no?, ¿quién era yo en realidad? Traté de sacarme aquellas preguntas de encima por las horas que tenía que estudiar para la carrera, era mejor pensar en eso en vez de mi existencia ¿no creen? Algunas personas seguían susurrando cosas negativas sobre mí, los escuchaba cuando todos estaban en silencio dentro de la clase. Me amargué como una de tantas veces que lo hago, me quedé callado. No quería decir nada porque creo que me van a hacer daño, que me van a lastimar. Tengo miedo de que me persigan hasta mi hogar y hagan algo aún peor, me imagino muchísimas cosas que pueden hacerme a mí mientras me encuentro en este estado. Empecé a llorar silenciosamente, guardé mis cosas en mi bolso y salí lo más rápido de allí. No quería estar mucho tiempo, me sentía con miedo y vulnerable.

Fui al baño y me encerré allí. Dejé mi mochila cerca de una de las ventanas y me tiré de rodillas. Lloré descontroladamente, en mi vista no podía ver el baño. Sino que veía recuerdos de lo que en realidad pasó:

Era mi cumpleaños número dieciséis, estaba feliz por la salida que iba a realizar con mis mejores amigos. Eran dos, William y Steph (Stephen). Pasamos a buscar, junto con mi madre, a mis dos compañeros. De allí nos fuimos directamente hacia el shopping. Nosotros tres íbamos de acá para allá buscando qué podíamos comprar, estábamos inseguros de una cosa sola. Entramos a tiendas de videojuegos, ropa, películas y CDs, de libros y otras cosas más. Estuvimos dos horas decidiendo, fuimos a la tienda de ropa, a la tienda de películas y a la tienda de libros. Tras aquél transcurso de ida y vuelta, fuimos al cine a ver alguna película de acción y fantasía.

– De seguro la película va a estar buenísima. –escuché a Steph y lo observé.

– ¿Qué opinas, Bastian?. –preguntó William.

No me acuerdo lo que había respondido, pero algo positivo de seguro era. Quería apoyarlos a ambos a la vez. Pasamos más de dos horas allí dentro, fueron las horas más maravillosas de mi vida. No sabría cómo explicarlas, aunque habían terminado cuando mi madre nos esperaba en la puerta del shopping con su automóvil. Nosotros tres fuimos directamente a la salida, William y Steph se sentaron en los asientos de atrás. Por mi parte, me había sentado delante al lado de mi madre. Ella era hermosa, cabello castaño casi negro y de ojos grises diamante. Una mujer muy admirable.

Nos habíamos quedado hasta la madrugada, estábamos en la ruta. Justamente en medio del campo. Mis compañeros vivían muy lejos. Comencé a mostrarle a mi mamá algo con su celular mientras mis mejores amigos se reían de los chistes que pasaban por la radio. Al encender más las luces delanteras del vehículo, mi madre notó una figura. Sentí que este se comenzó a agitar, yo solamente cerré mis ojos. Sentía muchos golpes en mi estómago, pecho, brazos y piernas. Éstos cuatro se habían roto, dejándome sin caminar ni poder defenderme. Pude sentir, por el movimiento, que el vehículo se alzó al aire. Ahí no supe más nada de mis mejores amigos, ni de mi madre.

ғɪɴ