2012…
Mi primer día en la escuela y fue un fiasco, comenzando porque me toco con todos con los que iba en la secundaria, tan pronto entre al salón había muchas lagartonas rodeando a Kilian, me dio coraje, pero tenía que soportar.
Como siempre no hice ningún amigo, así que preferí leer, alguien ocupa el lugar de enfrente, no prestó atención igual nadie me hablara, vera y Dana regaron el chisme que yo robaba novios, ya quisiera yo al menos poder tener uno, al igual que dijeron que me gustaba tomar las pertenencias ajenas, un carraspeo me hace levantar la vista, frunzo el ceño cuando noto que Hana me mira con una sonrisa.
—¿Si?
—Soy Hana, creo que íbamos a la misma escuela.
Extiende su mano, la miro, que se hace en estos casos o me está señalando, tal vez solo quiere ser amable, me encojo de hombros, la tomo y sonrió, las clases pasan normal, no hay nada diferente que la primaria, solo el hecho que aquí son más inmaduros creyéndose maduros, salgo de la escuela cuando toca el timbre, mi estado de ánimo esta por los suelos, el simple hecho de que mi crush vaya a lado de la niña que más me odia, mi compañero de silla vaya riendo con Hana, que asco dan todos.
—¡Papi! — grito llamando la atención de todos.
Poco me importa, mi padre me espera fuera del auto en cuanto me ve grita un “hija”, corro a él, nos envolvemos en un abrazo, no es mi padre de sangre, mi verdadero padre me abandono cuando tenía tres años, dos años después mamá conoció a Gabriel, mi padre, es mi único mejor migo, sé que el siempre estará para mí.
—Tu madre está algo enojada, así que vine por ti —se sube al carro al igual que yo.
—Dios, odio cuando se enoja.
—Yo igual, es por eso que antes de regresar a casa pasemos por un poco de helado para que su estado de ánimo mejore.
Asiento con una enorme sonrisa, de camino al súper hablamos sobre mi primer día en la escuela, aunque mi padre no lo diga sé que le preocupa que no tenga ningún amigo, es triste, pero tampoco quiero estar rodeada de gente hipócrita.
—Te compre este ramo de rosas.
Sonrió, desde que tengo memoria mi padre me ha regalado rosas blancas, llegamos a casa, mi madre nos regaña por llegar tarde, como siempre mi padre la abraza y la lleva al sofá donde la obligamos a ver una película, sonríe cuando ve el helado de fresa que trajimos. Los días pasaron, nada cambio, todos me veían como un bicho raro, aunque a estas alturas ya no me importaba.
—Quítate de mi camino, bicho — me empuja vera.
—Discúlpeme, no sabía que estabas muy ancha — digo.
Ella me mira indignada y como sé que su atajo de gorilas me puede agarrar e irme aventar al lodo, corro como la valiente que soy, volteo verificando que no me sigan, choco con alguien, caigo al suelo.
—Dios — me quejo.
—¿Estas bien?
Abro los ojos al escuchar aquella voz, es Kilian, me mira preocupado, me levanto rápidamente, mi cara debe ser un poema por la forma en la que me miran todos, por otro lado, Kilian frunce el ceño, salgo corriendo presa de los nervios.
—Kilian me hablo — grito.
Mi padre ríe, me mira con una ceja enarcada.
—Tengo que preocuparme por ese muchachito — pregunta, niego.
Mis días en la escuela eran locos, unos días tranquilos, otros días eran de burlas, a veces me hacían bromas, mi padre una vez me dijo que las personas que hacen eso es porque no reciben atención en sus casas. Mi vida durante tres años fueron más que aburridos, la rutina de siempre.
Podría decirse que mi punto de quiebre fue en la preparatoria, donde los jóvenes creen que pueden tapar el sol con un dedo, donde creen que todo lo que hacen solo es por la “anécdota”.
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Editado: 13.03.2025