Fragmento del pasado de Lauden Prins (Padre de Nadia)
- ¿Eso es sangre? - estaba arrodillado frente al cuerpo de Sami- ¿Le disparaste de verdad? - estaba llorando, acerqué mis manos con la intención de tocarla, pero no pude, mis manos temblaban tanto.
-Hijo tú tienes toda la culpa de todo- regrese mi mirada a el hombre que me dio la vida, tenía una pistola en la mano y una leve sonrisa en su rostro.
-Te odio- mi cabeza apenas y procesaba lo que minutos antes paso- ella no tenía la culpa- me abrace a mí mismo- ¿cómo pudiste? - en el suelo se observaba un gran charco de sangre que se hacía cada vez más grande, el disparo que le dio en la cabeza y el golpe que se dio contra una roca al caer fueron el fin de mi primer amor.
¿Cuántas veces mis padres me advirtieron sobre esto?, aun así, me enamoré, me convertí en el verdugo de mi propio enamoramiento, mi amor infantil se vio marcado por la sangre y maldad.
La ame como un loco, fue la única persona que ame de verdad, ella siempre estuvo para mí y me enseño la otra cara de la vida esa que mis padres me prohibieron conocer.
-Deja de llorar, tu sabías que esto iba a pasar, aun así, huiste con esta cualquiera- movió el cuerpo de Sami con su pie- habría vivido si tu fueras tan idiota- su cabello rubio estaba manchado de sangre, mis padres siempre fueron tan desalmados y discriminadores.
Yo era igual e incluso peor que ellos, ya que no conocía otra vida, otra idea sobre esta. Siempre supe que era superior a todos y que nadie me merecía, ninguno podía mirarme a los ojos o tratarme como su igual ya que eran castigados, mi familia una muy poderosa, la más poderosa de toda la cuidad, tenía una muy mala fama, detrás de nosotros existían cuerpos que sostenían las grandes columnas de nuestra riqueza, matrimonios por conveniencia y muertes por poder, nadie en su vida pudo acusarnos de algo aunque tuviera pruebas, tan inalcanzables éramos en esos años, Cuando cumplí 14 años viaje a otra cuidad donde conocí a los amigos y socios de mi padre también a sus familias, ahí vi por primera vez a Lis Lewis, una linda joven refinada y culta, no pasamos de dos o tres miradas de desprecio, ya que así veía yo a todo el mundo.
Un año más tarde conocí a Samia o Sami como yo le decía, una hija de un sirviente de mi casa, ella le ayudaba ya que el hombre estaba enfermo de algo que era muy grave, era una niña de melena rubia y ojos azules, según me enteré su madre era inglesa, pero esta murió en el parto
Era demasiado arrebata y jamás hizo caso a ninguna de las reglas de mi casa, era tanta mi curiosidad por ella que la observaba desde lejos a escondidas, hasta que me atreví a hablarle.
- ¿Qué haces? - guardo asustada el libro que sostenía en sus manos, toscas y maltratadas- ¿Quién te dijo que podías tocar esas cosas? - mi única intención era hacerla tener de mí y que dejara de creerse igual a nosotros.
-Nadie- sus ojos azules me veían amenazantes, nunca antes en mi vida alguien que no tuviera un estatus igual al mío me había visto así, su mirada desafiante y fuerte me incitaron a forzar a que se doblegara ante mí.
-No te han dicho que cuando hablas con los señores debes bajar la mirada- me acerque a ella.
-Ya no son los años ochenta, ustedes y yo somos lo mismo- siguió mirándome desafiante- me retiro señor- lo último lo dijo en forma sarcástica, yo sostuve su brazo.
-Insolente- vi el miedo en sus ojos, aun así, no dejo de desafiarme con la mirada.
-Golpéeme, señor Lauden
- ¿Golpearte? - solté su brazo- no mereces ni eso- caminé hasta mi habitación, en mi cabeza su rostro se repetía insistentemente, sus bien parecidos y elegantes rasgos me parecieron de otro mundo, me estaba enamorando de mi sirvienta.
Las interacciones se hicieron más y más hasta que no pude resistirme más y la besé. Mi padre se enterró y me advirtió sobre mi romance con la empleada, aun así, yo conocí el amor por primera vez y no estaba dispuesto a dejar a mi ser amado por simples amenazas.
Lauden 16 años
-Pásame la botella- tenía todo mi sistema intoxicado, las cosas que hacia no tenían sentido para mí y seguro para nadie. Las fiestas el alcohol, las chicas y otras sustancias prohibidas eso era mi día a día, no me preocupaba por estudiar mis padres se encargaban de que pase de año, o solo me encargaba de no dejar embarazadas a las chicas de cada noche.
-Son las 8 am- Francis era un tipo odioso y jodidamente idiota en mi concepto- espera a que sean por lo menos las 12pm, aun estas tocado por lo de la madrugada.
-Jodete- me puse de pie y salí del baño.
-Solamente quiero salir de este pueblo y estudiar una carrera.
-Tus padres no lo quieren, ósea sería un desperdicio de tiempo según ellos- dos chicas con sus cuadernos y libros en los brazos, tan fresas y delicadas vienen por el pasillo, a una llama en especial mi atención, no por su lindo cuerpo, no me llama la atención porque se me hace conocida.
-Señoritas- les sonrió a ambas, me dan igual, pero si puedo pasar el rato con ellas será mejor.
-Lauden- las más alta me mira coqueta, la otra me ignora por completo y sigue su camino- te ves más guapo que nunca- la tengo en mi bolsillo.
-Enserio- me pego a ella y la beso- bueno eso no le parece a tu amiga.
-Bueno, ella es una niña de casa- me sonríe y vuelve a besarme.
Esa chica llamo mucho mi atención no me hacía caso en lo absoluto y siempre me hacía desplantes, tuvimos varios encuentros en las fiestas de alta sociedad que organizaba mi familia, mi hermana creía que nos conocimos en una fiesta donde tuvimos que bailar juntos, su hermano y mi hermana se llevaban muy bien casi siempre nos encontrábamos porque nuestros hermanos salían juntos.
Yo solo quería poseerla, no tenía otra intención al fin y al cabo todos y cada una de esas personas solo existen para servirme, el amor y la amistad solo son palabras mucho más bonitas para llamar a la conveniencia e interés, lo sabré yo que aprendí eso a la mala.