19 de octubre 20XX
Esta vez, Señor Diario, dormiré antes de que caiga un nuevo día. De hecho, la desvelada me dejó sin energía, estoy súper muerta. Estuve todo el día caminando por mera inercia. De acuerdo a lo que una vez me dijo Mateo, es el “efecto del burro”. Me da mucha gracia, te lo voy a detallar: el “efecto del burro” se activa cuando tu cuerpo ya no puede mantenerse de pie por tu propia energía y, por alguna razón, entra en modo automático y empiezas a caminar y caminar y caminar por instinto… ¡Como los burritos de carga! Caminan mucho porque es su única tarea, desplazarse todo el día. ¿Me expliqué, Señor Diario? Te juro que se entiende mejor si te lo cuento en persona, pero no se puede contigo. Cuando Mateo me lo contó por primera vez, estábamos comiendo un helado en el parque Oicini y casi hace que escupa todo lo que me había metido a la boca. Lo dijo con taaaaanta gracia, especialmente la parte de “¡Burritos de carga!”. Ese bobo siempre me hace reír, me tiene loquita. ¿Te imaginas que él y yo nos casemos? Tendría toda una vida de risas asegurada. El día de hoy estuvo bastante tranquilo, no te pierdes de nada en la vida de Valeria Dival, de verdad. Te escribo mañana… o, ¿escribo en ti mañana? Ay, Señor Diario, qué difícil es interactuar contigo. ¡El punto es que mañana continuaré contándote mis cositas! Es hora de dormir.
20 de octubre 20XX
Ya vamos a la mitad de la semana, Señor Diario, y yo ya no puedo más. He estado trabajando como burro sin descanso (jaja, me acordé del “efecto del burro”) y las tareas no dejan de aparecer. Termino una, sale otra. Termino dos, salen dos. ¿POR QUÉ SURGEN TANTOS PENDIENTES SIN RAZÓN APARENTE? Acabo de terminar un proyecto de varias cuartillas y Mateo me acaba de enviar mensaje sobre una tarea que NI SIQUIERA SABÍA QUE EXISTÍA. De hecho, no debería estar escribiendo, Señor Diario… por dos grandes razones: no me voy a dormir todavía y no debería estar distrayéndome cuando tengo cosas qué hacer. Soy un desastre, perdón. ¿Cómo le voy a gustar a Mateo si soy tan descuidada en mis responsabilidades? De seguro pensará que no podré hacerme cargo de nuestros hijos… ¡AY, ESO FUE MUY ATREVIDO! Creo que la carga de trabajo me está poniendo a pensar en cosas que no van. Por cierto… ¡carga de trabajo! Debo irme, Señor Diario, o no voy a acabar. Es hora de… ¿dormir?
21 de octubre 20XX
“Nunca te rindas sin importar lo que pase” fue lo que escuché en los pasillos del instituto y, la verdad, me inspiró bastante. No sé quién lo haya dicho, no pude ver su rostro, pero esas palabras activaron algo en mi interior tan fuerte que sentí que me poseyó un demonio. En el buen sentido, obviamente. Normalmente la hora de la comida está destinada para que Mateo y yo nos hagamos compañía, pero esta vez le dije que comiera solo porque yo iba a estar terminando mis deberes. Por cierto, ¡él fue tan lindo! Se ofreció a ayudarme, pero le dije que no se preocupara, que él comiera como cualquier otro día y no pensara en mí. Fue la hora más productiva de mi vida. Terminé todo y, sin rechistar, fui a la oficina de cada profesor o profesora y le entregué lo que había hecho. Ahora que lo pienso… tal vez no fue tan buena idea ser tan impulsiva. No revisé ortografía, creo que no seguí el formato especificado, me parece que no puse referencias… ¡AY, VALERIA! Hasta para hacer las cosas bien, las haces mal. Ya me entristecí, Señor Diario, espero que no me vaya tan mal... Qué desastre, qué boba soy. Hablamos mañana. Es hora de dormir.
22 de octubre 20XX
¡Ya es viernes! O, como a veces dice Mateo… ¡Ya es viernenas! Me encanta cómo puede ser un hombre tan lindo en ocasiones, pero tan nefasto en muchas otras. Es tan multifacético que no puedo esperar algo de él sin que me sorprenda con algo totalmente diferente. Un día íbamos caminando por el parque Oicini y yo estaba totalmente perdida hablando como un perico mientras él me escuchaba; lo de siempre. De repente, Mateo giró su cabeza de manera espontánea, como cuando los hombres sucios voltean cuando ven pasar a una bella mujer, y me enojé por unos segundos. Sin embargo, giré mi cabeza para ver qué le llamó la atención a Mateo, esperando alguna figura voluminosa de una fémina con poca ropa en ese día caluroso, pero mi sorpresa fue enorme cuando vi a… ¡un perrito! Pero no era cualquier perrito, este movía su colita bien bonito. ¡ME MORÍ DE TERNURA AL VERLO! Ah, pero donde literalmente me MORÍ fue cuando Mateo se acercó al perrito, sacó de su chamarra un pedazo de hamburguesa que no se acabó ese mismo día, y se la obsequió al pobre animalito. ¡NO PUEDO QUITARME ESA ESCENA DE LA CABEZA! Ese hombre es tan… ahhh. Mañana me invitó a un evento exclusivo, según él. ¿Qué era? Me parece que se trataba de una firma de autógrafos, pero AH YA SÉ. De una tal Lucy Candeo. Ni idea de quién es, pero mañana lo voy a descubrir. ¡Es hora de dormir!